Todos hemos escuchado alguna vez que las aguas de Formentera no tienen nada que envidiar a las del Caribe y son playas como esta las que, probablemente, alienten esa afirmación.

El agua de Cala Saona es lo primero que llamará la atención del que la visite, puesto que su intenso color turquesa resalta inevitablemente ante los ojos de cualquiera. El suave desnivel de la playa (a 40 metros de la orilla se llega a los 180 cm de profundidad) la hace idónea para la familia.

 

Pese a que no es una cala que destaque por su gran tamaño, posee elementos muy atractivos para su visita como su fina arena, el entorno que la rodea (un frondoso y verde bosque de pinar) y las espectaculares vistas que ofrece ya que, en días de calma, puede observarse desde allí el islote ibicenco de Es Vedrà.

SERVICIOS

Una de las ventajas más importantes de esta playa es que se puede acceder a ella mediante el servicio de autobús de la isla. Pero, si prefiere ir en un vehículo particular, cabe señalar que cuenta con parking gratuito.

Además de contar a su alrededor con hotel, restaurante y chiringuito, Cala Saona dispone de un servicio de alquiler de hamacas, de sombrillas y de velomares que harán las delicias de los más pequeños.