Vivienda

«Me cabrea que en Ibiza se haya normalizado compartir piso»

La asturiana Carmen González se marcha de la isla, en la que había construido su vida adulta después de casi una década, por el «archiconocido» problema de la vivienda y la falta de oportunidades

Carmen González, de Asturias, que se ha marchado tras nueve años en Ibiza por el problema de la vivienda.

Carmen González, de Asturias, que se ha marchado tras nueve años en Ibiza por el problema de la vivienda. / DI

Ángela Torres Riera

Ángela Torres Riera

El problema de la vivienda ha obligado a Carmen González, asturiana residente en la isla durante casi una década, a marcharse de Ibiza, lo que ha hecho «resentida». «Estaba encantada y había construido mi vida, pero creo que ha tomado una ruta que no tiene sentido». González se refiere a la vivienda pero también a los salarios, la precariedad de los recursos públicos y otros aspectos que se traducen en una falta de oportunidades.

«Me fui de Ibiza muy resentida», explica Carmen González con un enfado que se entremezcla, un poco, con tristeza. «Llegué buscando una mejora de vida», relata desde la casa que se ha comprado en Arriondas (Asturias) al comprobar, tras nueve años en la isla, que la vida que imaginó en ella (su hogar hasta ahora) ya no existía.

El «archiconocido» problema de la vivienda, con el que ya se se encontró cuando llegó, se ha agravado de tal manera que la ha obligado a tomar una decisión: volver sin haberlo planeado a su tierra natal, a la que, por extraño que parezca, en estas tres semanas ha tenido que «adaptarse».

Carmen habla de Ibiza con el quebranto de aquellos que dejan ir algo a lo que se aferran por cariño aún sabiendo que se ha convertido, poco a poco, en algo malo para uno mismo. «Yo estaba encantada, había construido allí, durante casi una década, mi vida adulta», expresa. «Pero al final del año pasado llegué a la conclusión de que ya era suficiente, de que se había terminado». Vino a la isla buscando una nueva vida y oportunidades junto con quien en ese momento era su pareja. Al principio, ella quería ir a Mallorca, pero después de escuchar delicias sobre Ibiza, cambió de opinión.

Tras dos años de convivencia con la pareja con la que había aterrizado en la isla en 2016, la relación terminó y se vio obligada a buscar un piso para compartir. Esa fue su realidad durante un año y de un momento a otro, el propietario del domicilio le comunicó que se «tenía que marchar». Con el hándicap de que, acompañada por su perra, se complicaba (aún más) la misión de búsqueda.

«Tuve la suerte de encontrar una casita en Can Pep Simó», cuenta. Luego conoció a su última pareja y decidieron irse juntos a vivir en un piso que tenía él en propiedad. Cuando lo dejaron y ante la dificultad de encontrar casa, él volvió a casa de su madre y le cedió a ella el piso durante un tiempo. «Fue lo que decidimos que era mejor, la verdad que se portó muy bien conmigo», manifiesta con alivio, como si reflexionara, casi en voz alta, sobre qué hubiera sucedido si no hubiera sido el caso.

Adultos obligados a compartir

«Si vives sola porque eres soltera, o tienes un salario altísimo y un trabajo legal, porque hay mucha gente en la isla trabajando en B, es casi imposible encontrar vivienda», lamenta la afectada. Carmen, que trabaja como gestora de personal en una empresa nacional que y a lo largo de estos años ha ocupado este puesto (y también otros) en empresas de Ibiza, se aflige pensando en el poco salario que ha percibido, siempre, en la isla, en comparación con el coste de vida. Y no solo ella, también otros trabajadores de otros sectores que viven mal pagados por sus empresarios. «Las contratantes cumplen con el mínimo, pero el sueldo es injusto», añade.

Esa incompatibilidad la condujo, cuando buscaba domicilio para ella sola, a preguntar al Ibavi (Insitut Balear de la Vivienda), por una vivienda pública, donde le contestaron que «había cola y que tenía que esperar». A sus 44 años llegó a un punto de «hartazgo». «Ya tengo cierta edad y no es lo mismo, por ejemplo, que cuando tienes veinte años, estás en la facultad estudiando y necesitas compartir gastos», considera, «siendo adulto, compartir casa es precario: Es malvivir», dice con indignación la asturiana.

«Esta es mi historia y mi cabreo viene, sobre todo, por el tema de la vivienda, pero también por el rumbo desbocado que ha tomado la isla en ese sentido», protesta, «la isla se ha planteado para los turistas y no para los residentes». Cuando llegó al pueblo de Asturias en el que vive ahora apenas se podía creer que pudiese comprarse una casa, en la que puede vivir sola, sin presencias ajenas en el ámbito más íntimo de una persona.

«Aquí no hay 365 días de sol», pero le da igual. «Aquí [en Asturias] hay transporte público que funciona, carreteras que no se colapsan en verano y sobre todo, tenemos agua, algo que parece una tontería pero realmente no lo es», reflexiona. Se refiere tanto al agua potable para consumo propio («¿al final qué te gastas, unos 70 euros al mes en comprar agua para beber y cocinar?»), como al recurso en general. La realidad de Ibiza le «cabrea» y se ha marchado, repite, «resentida».

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