Problema de la vivienda

"Dicen que está prohibido vivir en una caravana, pero también debería estar prohibido dormir en un suelo pelado"

Alrededor del 70% de personas que se habían instalado con su furgoneta o autocaravana en el aparcamiento disuasorio de sa Joveria se ha trasladado a otros terrenos, públicos y privados, por «miedo» a ser desalojados por las instituciones de Vila

Una caravana en el asentamiento de sa Joveria

Una caravana en el asentamiento de sa Joveria / Vicent Marí

Ángela Torres Riera

Ángela Torres Riera

El café de por la mañana sabe bien, pero no igual, cuando derredor hay tierra yerma, se escucha cerca (muy cerca) el ruido de tráfico de la carretera y la intimidad de uno se reduce al limitado perímetro que abarca la carrocería de su caravana o furgoneta. Camilo y Luciana experimentaron ayer por la mañana esta sensación. «Devastadora». Es el adjetivo que utiliza ella para describir cómo está siendo la experiencia de buscar una vivienda en Ibiza para venir a trabajar durante la temporada turística.

De momento, se han asentado en uno de los aparcamientos de tierra que hay en las inmediaciones del recinto ferial. Han venido con su coche porque el año pasado alquilaron una caravana, por la que pagaban cada mes 1.400 euros con un remolque y que estaba aparcada en un «mierdero», describe Camilo. «No nos daba apenas para ahorrar», continúa antes de explicar que se desplazaron hasta la isla para encontrar trabajo y lograr este propósito. Este año vuelven a la carga y desde hace un mes, cuando llegaron desde Madrid, buscan exhaustivamente en los distintos grupos de Telegram donde se publican a diario habitaciones y domicilios en renta.

Esquivan estafas, requisitos de fianza económicamente inasumibles y espacios «abrumadores» compartidos con muchísima gente, tras lo que no les quedan apenas alternativas. Al lado, otra persona duerme, sobre las diez de la mañana, en el interior de su caravana mientras su perro hace guardia. La tortuosa situación les ha convertido en vecinos esporádicos hasta ahora.

Miedo, estrés y preocupación

Lo mismo le sucede a Maria, que lleva más de tres décadas en la isla. Vive, desde noviembre, en el aparcamiento disuasorio de sa Joveria en un terreno en el que conoce a alguna gente, pero convive con muchos desconocidos, algunos «problemáticos». En un momento determinado crítico de su historia, compró una caravana que se convirtió en su hogar y el de su hija.

Es camarera de pisos y si lo «hubiese sabido» hubiera ido ahorrando un poco del dinero que invertía en su momento en un alquiler -cuando todavía no estaba por las nubes- para comprarse una casa de su propiedad y no pasar día y noche en este solar. «Lo único que pedimos es que las instituciones habiliten algún lugar público donde podamos instalarnos», expresa su hija, que sufre problemas psiquiátricos.

Desde que la Policía Local de Ibiza dejara aviso en 53 de los vehículos de la zona por apariencia de abandono y los servicios de limpieza aparecieran para llevar a cabo trabajos de desbroce en un área privada del terreno, los residentes en el aparcamiento disuasorio de sa Joveria han sufrido mucho «estrés y preocupación» por si les echaban.

Esto ha provocado la fuga de alrededor del 70% de las personas asentadas. «¿Es que si vienen a echarnos, dónde vamos a ir?», se pregunta María, «se han ido muchos por miedo. Dicen que está prohibido vivir en una caravana, pero también debería estar prohibido dormir en un suelo pelado, es inhumano», opina. «Todo esto estaba llenito, llenito -dice señalando el entorno, vacío-, decían que las caravanas estaban abandonadas y eso es mentira. En cada caravana vive una familia».

Su vecino de enfrente, Gabriel, es otro de los «valientes» que han decidido no moverse a pesar de la intimidación. «La Policía pedía disculpas cuando vino a notificar la retirada de vehículos y nos contaban que compañeros suyos vivían así también», relata. «Se corrió la voz con distintas versiones y la gente se fue asustando y se fue yendo casi toda. Y claro, uno se queda en estado de incertidumbre», añade. «Si al final resulta que nos dicen que nos tenemos que ir, pues no hay alternativa: Aquí quemamos el barco», termina Gabriel.

Optar por solares privados

En el polígono de Can Bufí de Vila, cerca de un almacén que vende todo tipo de productos, hay un vaivén de personas que entran y salen de una verja. Una de ellas, accede con bolsas de la compra mientras otra se aleja pedaleando una bicicleta de reparto a domicilio arrancando la jornada laboral. Muchos de ellos estaban asentados anteriormente en el aparcamiento disuasorio de sa Joveria y este, por el momento, ya es su plan C. Aún así, no todos tienen los recursos necesarios para optar a él a pesar de tratarse de la alternativa de la alternativa.

En este terreno privado, como ha podido saber este diario por testigos de la zona, se alquila parcelas por 350 euros al mes (sin gastos) y 500 (con gastos incluidos) para que las personas que viven en una caravana o furgoneta puedan aparcar.

Mucho menos, otro aparcamiento para instalarse, ubicado en Sant Antoni, y cuya renta mensual alcanza los 700 euros al mes. En el caso del solar privado en Can Bufí, los vecinos denuncian que llevan tiempo quejándose el ruido y del trasiego que genera la gente que vive en el interior, sin solución.

Marieta, una de ellas, que vive en uno de los caminos adyacentes al terreno, ha puesto ya dos denuncias porque escucha «jaleo todos los días: viernes, sábados y domingos», desde hace meses. En verano, hay días que incluso llegaron a lanzar fuegos artificiales en un punto poco adecuado para la pirotecnia, puesto que se encuentra muy cerca de la carretera y en las inmediaciones hay árboles y hierba seca, incluso en invierno. «Esto es una antorcha», considera la vecina.

«Luego por la noche, la música muchas veces está a tope», continúa. A pesar de que en muchas ocasiones han visto allí a la policía interviniendo, anteayer mismo, explican que acudió una patrulla de Tráfico porque también se crea mucho desorden de circulación. «Por supuesto que la gente tiene que vivir en algún sitio, pero este ruido; no lo entiendo», reitera.

El asentamiento ha crecido incluso más en las últimas semanas. El sonido de la radial es continuo cerca de una de las vallas que cerca el perímetro que alberga desde pilas de palés y neumáticos, a pequeñas chabolas aparentemente en construcción. Así como caravanas y otros vehículos donde malviven personas con situaciones y circunstancias variopintas pero con algo en común: se aferran al único techo que pueden permitirse a día de hoy sobre tierra ibicenca.

Sin embargo, en las últimas semanas ven, como incluso este estilo de vida no elegido (casi sinónimo de la última opción que les queda), también puede verse en algún momento amenazado. Hasta ese momento, en estos lugares del extrarradio de Ibiza seguirá oliendo a café por la mañana y sonando la música, por la noche, de quienes viven, día a día, con su plan C.

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