Miedo al desalojo de caravanas en Sa Joveria: «Los policías se disculpaban, tienen compañeros viviendo así»

La mayor parte de las autocaravanas y roulottes que hay en esta zona de aparcamiento de Ibiza están habitadas por trabajadores que no pueden pagar un alquiler

Isaac Vaquer

Isaac Vaquer

La entrada de retroexcavadoras y camiones del servicio de limpieza municipal de Ibiza sobresaltó ayer por la mañana a las personas que residen en vehículos y caravanas en el aparcamiento de tierra de Sa Joveria. «Nos vienen a echar», pensaron algunos. Muchos salieron en pijama o en bata a mover sus vehículos o ayudar a los vecinos a desplazar sus caravanas. Lo cierto es que las palas excavadoras acudieron a hacer labores de desbroce en el terreno, que no es público sino de propiedad privada. Los servicios municipales ejecutaron labores de limpieza, según informó el Ayuntamiento.

El temor de estas personas venía del viernes. Ese día, la Policía Local había pegado avisos en 53 vehículos: «Estacionamiento continuado. En aplicación de la ordenanza de circulación, artículo 57.2, su vehículo puede ser retirado de la vía pública por encontrarse estacionado por un periodo superior a 15 días en el mismo lugar de la vía».

Los indicativos en amarillo fosforito se estamparon en vehículos «con signos de abandono», según la Policía, que en quince días comprobará si siguen en el mismo sitio para su retirada «por abandono de residuo sólido», explica Julián Córdoba, director técnico de la Policía Local de Ibiza en un vídeo colgado en redes sociales.

«Los policías venían un poco avergonzados a poner los avisos, porque nos decían que tenían a compañeros que habían estado o están en la misma situación que nosotros», explicaba en un corrillo una de las mujeres que reside en el asentamiento. «Además, no es verdad que lleven 15 días aquí parados, esta furgoneta estuvo en Formentera hace tres días y tiene documentación para demostrarlo», comentaba otro.

Uno de los avisos pegado en un furgoneta. | TONI ESCOBAR

Uno de los avisos pegado en un furgoneta. | TONI ESCOBAR / Isaac Vaquer

La preocupación y el runrún entre los residentes es que les quieren echar de este asentamiento, que lleva años funcionando. La administración municipal no indica nada al respecto, aunque señala que no hay intención de cambiar de uso el aparcamiento. Sin embargo, algunos residentes aseguran que han hablado con trabajadores de una empresa que viene de la Península y que tendría el encargo de vallar los terrenos. De momento ayer iniciaron tareas de desbroce.

En cuanto a la basura acumulada en la zona, los residentes en el asentamiento aseguran que de vez en cuando acuden vehículos a abandonar residuos voluminosos.

Con trabajo, sin vivienda

El Ayuntamiento ya acudió hace algún tiempo para identificar a las personas que viven en este asentamiento y ofrecer asistencia social. «Si las personas que residen en los asentamientos acuden a las unidades de trabajo social municipales se abre expediente y se hace seguimiento, pero claro, es voluntario», indican desde el Consistorio.

Pero lo cierto es que la mayor parte de las personas que residen en un vehículo en este enclave, junto al hospital Can Misses, no se encuentran en situación de indigencia ni de extrema pobreza. Son trabajadores del mismo hospital, dependientas, personal de empresas de seguridad... «por aquí han pasado bomberos, policías y profesores», comenta uno de los residentes, «este es el ejemplo del drama que vivimos en esta isla».

También hay extranjeros en situación irregular que cubren en verano la demanda de mano de obra existente en la isla y en invierno se mantienen a base de pequeños trabajos en negro.

A pesar de tener ingresos, no ven posible pagar un alquiler de vivienda en la isla debido a los precios disparatados, en muchos casos inasumibles con un sueldo medio.

Familias

Nabila lleva tres años viviendo en una caravana en Sa Joveria. «No encuentro piso y cuando encuentro alguno todo son pegas: no quieren niños, piden varios meses de fianza...», lamenta. Tiene un hijo de siete años, «lo echo muchísimo de menos, no se imagina cuanto». El niño vive desde hace algún tiempo con sus abuelos paternos a raíz de la visita de los servicios sociales.

Aunque trabaja como auxiliar de servicio en una empresa de seguridad, indica que ve imposible pagar una vivienda «con precios que van de los mil euros para arriba». Espera que su situación cambie pronto. «Justamente el lunes me han ofrecido una oportunidad para trabajar en el aeropuerto, pero estoy sufriendo mucha ansiedad con esta situación».

Desde hace dos meses, también la madre de Nabila, María, vive en una autocaravana en el asentamiento. «Es una autocaravana estupenda, la verdad que no la cambio», asegura, a pesar de añadir que «nadie está aquí por gusto».

Varias residentes en el asentamiento de Sa Joveria empujan una ‘roulotte’. | TONI ESCOBAR

Asentamiento de Sa Joveria . / Toni Escobar

A ella la desahuciaron del inmueble en el que residía. Fue como consecuencia de la pandemia. «Debía tres años de alquiler. Empecé a trabajar y pagué dos. Le dije al propietario que me diera una oportunidad y que después de esta temporada le pagaría el resto. No quiso, es abogado y me hizo la vida imposible hasta que pudo echarme», relata.

Cuando empiece la temporada volverá a trabajar como camarera de piso. Ve complicado volver a acceder a una vivienda de alquiler. «Con cinco o seis meses de trabajo en invierno voy muy justa».

A pesar del frío, María dice vivir bien en su caravana. Cuenta incluso con ducha, el agua que va a buscar a las tomas públicas. Nabila en cambio no tiene ni lavabo. «Estoy apuntada a un gimnasio, como la mayoría aquí, con eso voy tirando».

Rachas de la vida

Almudena (que da un nombre ficticio porque no quiere que sus padres se enteren de que está en esta situación) era empresaria hostelera en la Península. «Luché toda la pandemia para salir adelante, pero llegó un momento en que no pude más y me vi obligada a cerrar».

Sufrió una depresión y decidió viajar a Ibiza para cambiar de aire. Eso fue hace un año. «Empecé alquilando una habitación, pero pagaba 700 euros y era diminuta», recuerda. Abonar esa cantidad al mes ya suponía más de la mitad de sus ingresos mensuales como dependienta, que rondan los 1.200 euros. Si al alquiler sumaba las deudas que todavía tiene pendientes de su negocio, «prácticamente se iba el sueldo».

Hace siete meses decidió empezar a vivir en una caravana. «Han sido muy largos. Además estaba acostumbrada a vivir en un chalet de cuatro plantas y de repente mi vida dio un giro radical. La pandemia se llevó por delante a mucha gente y entre ellas a mí».

En el caso de Alejandro, dice que vivir en una autocaravana ha sido una decisión voluntaria, aunque razona que este modo de vida, además de libertad, le permite ahorrar algo. Sería inviable hacerlo pagando un alquiler en Ibiza.

Trabaja como Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería en el Hospital Can Misses. Cuando llegó a la isla desde Alicante el hospital le dio alojamiento temporal. Cuatro meses para buscar casa. Cuando acabó ese plazo se fue directo a la autocaravana. De eso hace ya más de dos años.

Lamenta que en la isla no haya alternativas para las personas que eligen este modo de vida. «Yo sería el primero que si hubiera un camping a una distancia razonable del trabajo estaría alquilado. Pero sólo hay en Es Canar y me dejaría un dineral entre idas y venidas». Además, indica que este camping trabaja sólo en época estival, con lo que tampoco sería una opción para todo el año.

Prosperidad, pero no vivienda

Confiesa que esta opción no es para todos. Él se ha adaptado a sobrevivir así. «Además me encanta el equipo con el que trabajo y tengo la oportunidad de aprender mucho», añade como motivación. Pero lamenta que estas circunstancias acaben con las aspiraciones de mucha gente. «Hay prosperidad en esta isla. En Alicante cobraba mucho menos y trabajaba mucho más». Dice entender que en la isla se viva del turismo y que esto infle los precios, «pero no todo es turismo, hay que encontrar un equilibrio, debe haber pisos accesibles para todos».

«Yo quisiera pagar un alquiler, pero me piden una fianza enorme y documentación que no tengo», cuenta Carolina. Asegura que quiere regularizar su situación en España pero «es muy complicado, cuando dices que no tienes permiso todo son pegas».

Trabaja como empleada de limpieza «y un poco de lo que sale». Cuando llegó a Ibiza hace siete meses empezó viviendo en una habitación, pero era de temporada. Cuando tocó buscar otra cosa no encontró nada a un precio asequible. «Encontraba ofertas de 1.000 a 1.200 euros por una habitación compartida, que nunca sabes quién va a vivir contigo», explica.

Asegura sentirse segura en la comunidad de caravanas. «En todo este tiempo no he vivido ningún conflicto, la gente es muy trabajadora y casi todos vienen sólo a dormir. Somos muy respetuosos y hay mucha colaboración».

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