El bus de cala Salada inicia su servicio casi vacío

El mal tiempo propicia una primera jornada de la línea L34 entre Sant Antoni y Cala Salada prácticamente sin usuarios en una ruta que el año pasado utilizaron casi 75.000 personas durante toda la temporada

Isaac Vaquer

Isaac Vaquer

El cielo es un pantone de grises entre pizarra y plomo. La app de Aemet indica que apenas hay probabilidad de lluvia, pero cuando uno alza la vista del móvil y mira la realidad no le entran unas ganas locas de ir a la playa. En la estación de autobús de Sant Antoni el trasiego de gente es considerable. Chaquetas y sudaderas son el outfit general. Los pasajeros suben y bajan de los autobuses que van a Vila, al aeropuerto o a Sant Josep. En el andén de la línea L34, en cambio, no hay nadie esperando.

Esther y Camila inauguraron ayer la ruta de autobús L34 de Sant Antoni a Cala Salada. | I. V.

Esther y Camila inauguraron ayer la ruta de autobús L34 de Sant Antoni a Cala Salada. | I. V. / Isaac Vaquer

Es el primer día de servicio del autobús L34, que une Sant Antoni y Cala Salada tras la puesta en marcha el pasado viernes del control de acceso rodado a esta playa, una de las más populares y fotografiadas de la isla. Entre las 10 y las 20 horas saldrá una expedición cada 30 minutos. El año pasado utilizaron esta ruta 73.933 usuarios.

En pleno verano se formarán colas desde primera hora, tanto en la estación de autobuses como en la parada del polideportivo de Can Coix, que hace las veces de parking disuasorio. Poco más de un centenar de coches pueden aparcar cerca de la playa.

En la jornada de ayer, con el cielo amenazando caer sobre los bañistas, el servicio de bus arrancó con poca afluencia.

Fallo electrónico del primer bus

Llega el primer bus de la jornada. Puntual a las 10 horas. Sin embargo, no abre la puerta. El conductor manipula el aparato para los tiques. Llama por el móvil mientras gesticula y toca botones con cara de disgusto. Cuelga y sigue manipulando el dispositivo.

En la parada aparecen unas chicas italianas. Una de ellas lleva unas gafas doradas con la forma de dos diamantes sobre la montura y entre ellos las palabras bride life. Se acercan al conductor y le consultan. El destino de la aparente despedida de soltero es Platja d’en Bossa. El conductor del L34 les orienta amablemente antes de volver a trajinar la máquina de tiques.

Finalmente, a las 10.20 desiste. La máquina registradora no está bien programada. No es el primer contratiempo de esta mañana, en la que al parecer llegó media hora antes a su puesto para garantizar la puntualidad del servicio. Se había levantado con el pie izquierdo.

Por suerte no hubo ningún usuario perjudicado. No había ninguno esperando (aparte del periodista al que habían encargado este reportaje). «Me aparto para dejar que aparque el compañero mientras me sustituyen la máquina». De nuevo el andén se queda vacío. El cielo no mejora.

Poco antes de las 10.30 horas, se sientan en el banco frente al cartel de la línea L34 Camila y Esther. Madre e hija suben al autobús con decisión. Pagan el billete a 1,90 euros el trayecto (gratis para los usuarios de la tarjeta transporte) y se acomodan en sus asientos.

En Perú conocen Ibiza

Camila es peruana, aunque actualmente reside en Zaragoza. Confiesa que es una persona muy viajera y antes de trasladarse a vivir a España decidió que sus primeras vacaciones serían a Ibiza. «Me han dado unos días libres y... aquí estamos», dice con una sonrisa.

Ella y su hija llevan desde el sábado en Sant Antoni y, de momento, habían visitado las playas de Calò des Moro y Cala Bassa. Estarán en la isla cuatro días, en los que quieren conocer cuantas más calas, mejor.

Cala Bassa fue la primera playa paradisíaca, de esas que todo el mundo comparte en redes sociales, que visitaron. Su guía de viaje: Google. «Busqué las calas más bonitas de Ibiza y por eso vamos ahora a cala Salada y Cala Saladeta, son de las que más salen».

Con el deseo de disfrutar en persona de lo que conocían en fotos, se habían plantado esa mañana en la estación de autobuses. No tenían ni idea de que eran las dos primeras pasajeras de este servicio. Ni siquiera sabían que el servicio se había puesto en marcha, como aquel que dice, para ellas.

También fueron de las primeras usuarias de la línea L7 que hace el trayecto entre Sant Antoni y Cala Bassa. Camila se planteó alquilar un coche, pero decidió apostar por el transporte público que, por el momento, estaba cubriendo sus necesidades

El autobús pasa por el polideportivo de Can Coix, donde no espera nadie, y sigue su ruta. Chispea. Camila espera que se despeje. De todos modos, con tan pocos días de vacaciones, la visita a Cala Saladeta se iba a hacer sí o sí. Perder el tiempo encerrada en el hotel no está entre las opciones de esta peruana.

La pasión por viajar es uno de los valores que quiere inculcarle a su hija. «Ahora para ella es tiempo de estudiar, pero quiero que aproveche para conocer otros lugares», explica.

El bus llega al acceso a la carretera de Cala Salada, donde se sitúa el control del tráfico rodado, y un vigilante deja pasar a un vehículo que va delante del autobús. Todavía quedan plazas de aparcamiento, algo que a principios de mayo era complicado pasadas las 11 de la mañana. Ayer era buen día para estar tranquilo en una de las playas más saturadas de la isla en los meses de la temporada de verano. En el aparcamiento hay poco más de una decena de vehículos.

El autobús avanza y llega prácticamente hasta la playa. El transporte público deja a los pasajero en la última curva de la carretera; y allí será también el punto de recogida.

Segundo bus

Al cabo de un cuarto de hora llega el segundo bus de la jornada (el tercero conforme a la programación). La empresa de transporte ha podido sustituir la máquina expendedora de tiques sin más perjuicio que la falta de una primera expedición, que habría hecho el trayecto vacía.

Del autobús bajan seis personas que, a pesar de lo desapacible del día, han decidido acercarse a la playa. Ya no lloverá más durante toda la mañana, aunque las sombrillas darán poco servicio en un día nublado. Eso sí, los pocos que decidieron acercarse ayer a cala Saladeta se pudieron hacer fotos para sus redes sociales prácticamente solos. En uno de los paraísos de las islas.

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