Los turistas son un blanco fácil para estafas en el gremio de la restauración en muchas ciudades. Aunque hay quién dice que muchos se quejan sin razón. La inflación y el coste tanto de la mano de obra como de las materias primas ha obligado a los restaurantes y locales a subir mucho el precio en los últimos meses. Uno de los casos que a lo largo de los últimos años más se ha viralizado es el de la cuenta desorbitada que tuvieron que pagar en Roma dos japonesas. Se la cobraron en el restaurante Antico Caffè di Marte, y ascendió a nada más y nada menos que a 430 euros.

En Ibiza también se han dado casos de este tipo. Un turista dejaba hace unos días un comentario en redes sociales que no pasaba desapercibido. Se quejaba de la masificación de una playa y añadía que tampoco le había gustado nada lo que le habían cobrado por un servicio. Asegura que pagó 32 euros por dos sandwiches.

La inflación está dibujando un escenario incierto y preocupante, en especial, en la hostelería. Durante la pandemia, fue uno de los sectores más castigados debido las numerosas restricciones. La subida generalizada de precios de los últimos meses está llevando ahora a muchos empresarios a hacer malabares para capear el temporal. Algunos mantienen los precios del año pasado, pero otros claman que no es posible porque están ya en pérdidas. Todos confiaban en tener un buen verano, pero ahora la mayoría ve cómo la clientela se aprieta el cinturón.