El caudal de aguas residuales que recibieron seis de las 10 depuradoras de Ibiza gestionadas por la Agencia Balear del Agua (Abaqua), empresa pública dependiente de la conselleria balear de Medio Ambiente, superaron el año pasado el límite de salinidad que marca el Plan Hidrológico de Balears. Además, las dos plantas más grandes de la isla, las de Santa Eulària y Vila, presentaban un porcentaje de incumplimiento «muy elevado», del 90% y el 83%, respectivamente. Es decir el 90% y el 83% del caudal de aguas residuales que llegaron a estas dos depuradoras incumplía las condiciones del agua, en cuanto a contenido de cloruros, que marca la normativa. En la planta de Can Bossa el porcentaje se situó en 2019 en el 76,8%, en la de Cala Tarida en el 54,2%, en la de Sant Josep en el 48% y en la de Sant Antoni, en el 34,8%. En cambio, en las más pequeñas (Cala Llonga, Sant Miquel, Cala Sant Vicent y Sant Joan) el agua de las alcantarillas no superaba el límite de salinidad.

Tal como publicó ayer este diario, en el conjunto de la isla el 70% del volumen de las aguas residuales que trataron el año pasado las depuradoras estaba salinizado, lo que, por una parte, dificulta el proceso biológico de depuración y, por otro, impide su reutilización para fines agrícolas. Este problema afecta mucho más a Ibiza que al resto de las islas.

Además, en Ibiza, pese al peso que tiene la actividad turística, no se ha detectado un aumento de la salinidad de las aguas fecales durante el verano, sino que es constante todo el año. Por ello, los técnicos de Abaqua atribuyen la alta salinidad de las fecales al deterioro de la red municipal de alcantarillado y la intrusión del agua subterránea, que tiene una alta concentración de cloruros, y de la costa por las fisuras de las canalizaciones.

El caudal de aguas residuales con exceso de cloruros bajó el año pasado sólo cuatro puntos (73,3% en 2018 del total), cuando aumentó considerablemente el consumo de agua desalada de la población, lo cual avala más la teoría de que el problema estriba en el mal estado de las alcantarillas y la intrusión de agua subterránea y marina salada. Estas fisuras provocan a su vez fugas de fecales y la contaminación del subsuelo.

Calvo explica que la planta de Santa Eulària es la que depura más agua salada en Ibiza porque «el trazado de las canalizaciones de fecales es más costero» y, al estar la población dispersa, para conectar un núcleo con otro, «hay muchos kilómetros de alcantarillado, con lo que hay más posibilidades de que haya roturas». Es una situación «crónica», según explica el secretario general de Abaqua, Juan Calvo. Se ha detectado que la marea barométrica (cuando hay mal tiempo, sube el nivel del agua), «agudiza este problema». En verano, en cambio, no hay tanta presión del nivel freático marino.

Corresponsabilidad municipal

Corresponsabilidad municipal

La conselleria balear de Medio Ambiente ha llevado a cabo por primera vez este estudio (ha analizado la calidad del agua que llega a las depuradoras de las islas durante los últimos cuatro años) como «punto de partida» para buscar una solución y revertir esta situación. En este sentido, el secretario general de Abaqua recuerda que la gestión del ciclo del agua es «una responsabilidad compartida con los ayuntamientos». «No se trata de culpar al otro, hay que eludir esta dialéctica», apunta Calvo, que subraya que paralelamente a las obras de reforma y mejora de las plantas depuradoras de las islas, que es competencia de Abaqua, es «necesario» que los ayuntamientos arreglen sus alcantarillas.

Para ello, Calvo apunta que el plan de reactivación económica por el coronavirus prevé repartir financiación a los ayuntamientos para que los destine a políticas de mejora del ciclo del agua. Además, la conselleria ofrece también asesoramiento a los ayuntamientos más pequeños para redactar planes de mejora de las alcantarillas.