«Quiero verle la cara a la momia», afirma con decisión Oliver García, de cinco años. «No es una momia, es un esqueleto», le replica su amigo Joan, mientras ambos observan extasiados el cuerpo que se exhibe en una de las antiguas sepulturas de la necrópolis de Puig des Molins. Los pequeños se enzarzan en un interminable debate que deciden resolver consultando a toda una experta, Carmen Mezquida, la coordinadora del gabinete didáctico del Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera. «No es una momia, es un amortajado», les aclara la historiadora, que imparte en ese momento una divertida lección sobre momificación. Su taller es una de las actividades infantiles programadas dentro de la iniciativa del Ayuntamiento de Ibiza Feim Barri Feim Necròpolis para celebrar el Día de los Difuntos. (Mira aquí todas las imágenes de la jornada)

Decenas de niños siguen atentamente las explicaciones de Mezquida, que detalla todos los pasos que se seguían en el Antiguo Egipto para conservar el cuerpo de los difuntos evitando su putrefacción. La responsable del departamento didáctico del Museo Arqueológico comienza la clase detallando cómo se extraía por la nariz el cerebro, espacio que se rellenaba con aceite caliente y cera, y se quitaban el estómago, los pulmones, el hígado y los intestinos. Muestra a los pequeños el natrón, un mineral que se colocaba dentro del cuerpo para absorber toda la humedad. «El proceso de momifiación podía durar hasta noventa días», comenta antes de solicitar un voluntario dispuesto a convertirse durante unos minutos en momia. Noah Bohigues, de diez años, se ofrece a ejercer de conejillo de indias. «Para una momia de grado medio se empleaban en torno a 800 metros de vendas de lino», señala Mezquida, mientras los pequeños empiezan a enrollar las tiras de tela en las extremidades de Noah. Durante este proceso, detalla, «los sacerdotes oraban y recitaban sortilegios mágicos recogidos en el 'Libro de los muertos'». La historiadora aprovecha para explicar quiénes fueron «Anubis, el primer embalsamador y Osiris, el primer momificado», y los tres tipos de tumba que había en el Antiguo Egipto, «las pirámides, los hipogeos y las mastabas».

Mezquida coloca entre el vendaje de la momia amuletos, entre ellos unos cuantos escarabeos, símbolos de la resurrección en la mitología egipcia. Minutos después los niños aprenderán a diseñarlos ellos mismos empleando para ello Fimo, una pasta para modelar similar a la plastilina. Para Asier Gude, de diez años, la confección de los amuletos es la parte más interesante de taller. Lo comenta mientras muestra su escarabeo azul, en el que ha estampado la inicial de su nombre en jeroglífico, un símbolo en forma de buitre.

A la clase de momificación también asiste Razvan, de diez años, que poco antes estaba en el puesto de panellets aprendiendo a hacer estos dulces típicos con la ayuda de Verónica Tur. Esta monitora de la escuela de tiempo libre y animación s'Espurna le explica a él y a otros pequeños reposteros los ingredientes básicos de la masa: «Boniato ibicenco, almendra molida, ralladura de limón, huevo y azúcar». Una vez elaborados y rebozados en almendra picada, los hornea unos minutos y los sirve en bandejas.

Banquete de frutos secos

Junto a este puesto, hay otro en el que los hermanos Iker y Valeria Costa confeccionan rosaris de Tots Sants con golosinas y monedas de chocolate.

No son los únicos dulces que se pueden degustar en la celebración. También hay bunyols y frutos secos, de los que dan buena cuenta los asistentes. «Estas almendras son un vicio», comenta uno de los padres que ha acudido con su familia a escuchar las historias de terror que relatan Àngels Martínez y Olmo García.

Han transcurrido dos horas desde el inicio de las actividades, programadas a partir de las 11 horas, y en el taller para hacer fanalets se han agotado casi las existencias de calabazas.

Muchas de las 400 personas registradas hasta las 13 horas en el evento aprovechan la ocasión para visitar las salas del Museo Monográfico de Puig des Molins.

Entre el público, sembrando pánico y sonrisas a partes iguales, se pasean un par de zombis payeses, Catalina y su hijo Mariano. Buscan desesperadamente el cuerpo de su difunto Pep entre lápidas de pega e hipogeos.