La necesidad surgió en Madrigal de la Vera, una zona del norte de Cáceres donde el agua no escasea. Pero Antonio Fioravanti advierte de que su proyecto mejora cuando, en vez de agua dulce como la que riega la fértil comarca extremeña, procedente de la sierra de Gredos, utilizan la del mar. Para producir hidrógeno, recurren a la electrolisis, proceso para el que requieren un electrolito: «Con agua dulce, usamos potasio. Pero el agua de mar, al contener sal, tiene la ventaja de que no necesita nada, es perfecta. E inagotable». Una isla como Eivissa, «con lugares planos junto al mar como ses Salines, o sa Sal Rossa, podría instalar grandes campos solares, como hacen los chinos, para producir hidrógeno», sugiere. El inventor recuerda que «un litro de agua contiene más energía [2,5 veces más] que un litro de gasolina».

A sus 76 años, Fioravanti no quiere pasar la jubilación contemplando obras: «Hay que estar haciendo cosas siempre, hasta la muerte».