«La ambulancia sirve para llevar a los que se mueren pero ¿y si también se muere el de la ambulancia?», preguntaba con desparpajo uno de los alumnos del colegio Mestral. Es sólo una de las muchas cuestiones que suscitó a los 23 chavales de cinco años la visita de dos horas al viejo Can Misses para conocer de cerca los servicios de emergencias (061). El objetivo de la actividad, organizada por la Unidad de Seguridad del Paciente, es enseñar a los más pequeños la importante labor de este servicio y acercar la seguridad a los niños desde edades muy tempranas.

Los pequeños ansiaban que les respondiesen a todas sus dudas y para ello estaba el coordinador del 061, Ángel Crespo. La primera de ellas y más importante: «¿Por dónde se entra a una ambulancia?», le preguntaba uno de los pequeños a un compañero de colegi0. Como pronto pudieron comprobar, por cualquier puerta, incluso por la trasera.

Todos pudieron subirse a la ambulancia de soporte vital básico y soporte vital avanzado (UVI Móvil) que estaba preparada para ellos en el aparcamiento. Los pequeños se tumbaron en la camilla, respiraron a través de una mascarilla de oxígeno, se pusieron un collarín e incluso activaron la sirena de la ambulancia y el sistema de megafonía que lleva incorporado el vehículo. Esta actividad, recibida con gran júbilo por los niños, se reservó para el final.

Crespo les mostraba todas las maneras posibles de entrar en una ambulancia: las dos puertas de la cabina, la puerta corredera de los lados y las traseras para que entre la camilla. «Las ambulancias sirven para llevar a los muertos», gritaba uno de los niños ante la pregunta de cuál es el objetivo que persiguen o para qué se hacen servir estos vehículos. «Intentamos que nadie muera y para eso las utilizamos. Para trasladar a los que están muy malitos al hospital», les cuenta Crespo. Todos los pequeños escuchaban expectantes su explicación. «Pero, ¿y si se muere el que conduce la ambulancia?», insistía el mismo niño. «¡Nosotros no podemos morir! Estamos para llevar a los que se pueden morir para que se salven», contestaba Crespo entre risas. «¡Son como superhéroes!», le decía un compañero al otro, señalando al coordinador del 061.

Historias para no dormir

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«A mí una vez casi me llevan en la ambulancia. Estaba en casa y me dolía mucho la tripa, 'pendicilis' o algo así pensaba mi papá que tenía», contaba una de las alumnas. «¿Y al final tuviste que venir en una ambulancia?», le preguntaba con curiosidad Crespo. A lo que la niña, tapándose la cara, avergonzada y entre sonrisas, respondía: «No, solo era un pedo». Una revelación acogida por todos con carcajadas.

Ante una ambulancia con las puertas abiertas, Crespo aprovechaba para preguntar a los pequeños cuestiones básicas en caso de emergencia: «¿Y si te pones malito qué hay que hacer?, ¿cómo sabemos los de la ambulancia que a alguien le duele mucho algo?». «Porque gritas mucho de dolor y desde lejos te escuchan», corean varios de los chavales.

Crespo intenta que los alumnos entiendan qué pretende con sus preguntas, guiándoles poco a poco hacia la respuesta correcta. «Pero, y si María se pone mala y Ángela está con ella, ¿qué tiene que hacer Ángela?», inquiría de nuevo. Los pequeños, después de pensarlo un poco, responden: «¡Llamar a la ambulancia!».

Crespo les enseñó también durante la visita a Can Misses para qué sirven algunos de los aparatos que llevan en la ambulancia, como un electrocardiógrafo portátil (para comprobar los latidos del corazón). El experto preguntaba al grupo si sabían para qué servía la pantalla que llevaba incorporada el dispositivo. Para «escuchar música, para ver la tele o para ver Netflix», eran algunas de las respuestas más ocurrentes.

El coordinador decidió conectar el electrocardiógrafo al pecho de Autum para que escucharan los latidos de su corazón. «Autum, ¡estás sonando!, ¡eres tú!», le gritaban desde abajo, entusiasmados, sus compañeros.