Sin prisas, sin necesidad de meter gas, 110 moteros a lomos de 80 vespas recorren desde ayer y hasta mañana la isla en la primera edición del Sargantana Vespa Meeting. La más antigua de ellas es un 'faro bajo' (porque llevaba la iluminación sobre el guardabarros delantero) del año 1954, es decir, un mito sobre dos ruedas.

Los organizadores, la peña Ibiza Vespúnic e Ibiza Sport, recogen el testigo del desaparecido Bartolo Planells, que en septiembre del año 2011 promovió el primer encuentro de amantes de estos vehículos. Entonces fue bautizada con el nombre de Ibiza Scooter Vintage Tour y contó con la participación de 50 apasionados de las vespas y las lambrettas (hay una en esta edición, llegada desde Barcelona), una cifra doblada este año: 70 de los participantes son de Ibiza, mientras que hay 40 llegados del Levante español (Girona, Barcelona, Alicante...), Aragón, Mallorca y de Francia. «Y seguro que habrían sido 400 si Bartolo Planells hubiera podido seguir organizando esta cita, dado su poder de convocatoria», indica Juanjo Torrent, uno de los responsables del Sargantana Vespa Meeting.

«No tenemos prisa, porque no llegamos tarde a ningún sitio», comenta Torrent. Durante tres días recorrerán el asfalto de Ibiza al mismo ritmo pausado y elegante de los mods de 'Quadrophenia', disfrutando del paisaje y de visitas a rincones de la isla que suelen ser frecuentados por los turistas.

«Tal como pretendía Bartolo Planells, nuestro objetivo es desestacionalizar. Por eso hemos convocado esta primera edición en estas fechas», explicó ayer Torrent, que confía en que este encuentro se consolide en el calendario pitiuso. La media de edad de los vespistas oscila entre los 35 y los 55 años, aunque hay un alemán de 79 años que viaja con su mujer de 76. Entre los participantes hay 14 franceses de Beziers.

Esta noche, celebran una cena de hermandad en la que entregarán diversos premios, entre ellos a la Vespa más original, a la más cuidada y al mejor tunning. No hay ninguna con tantos faros como la plateada que Jimmy Cooper conduce al borde de los acantilados de Dover al final de 'Quadrophenia'.