En la plaza de la Catedral de Dalt Vila se pueden encontrar puestos de babuchas, gominolas naturales, patatillas fritas, zumos, artesanía africana, pan payés y sobrasada, fósiles y una tetería árabe. Un batiburrillo lleno de curiosidades que se paraliza por un momento para ver la actuación de las alumnas y alumnos de la escuela Centro de Danza, que ofrecen una demostración de bailes medievales.

La profesora y responsable de la academia, Marisol Roig Francolí, da unas pequeñas indicaciones a las danzarinas que deleitan a los presentes con sus movimientos. En deferencia a esta actuación, los cuatro componentes del Ibiza Consort han hecho una breve pausa en el concierto de música barroca que estaban ofreciendo dentro de la Catedral.

Uno de los puntos fuertes de la feria Ibiza Medieval es la facilidad con la que el visitante se puede encontrar actuaciones en cualquier rincón y sin pagar por ellas. Es el caso del mencionado concierto de música barroca, en el que los presentes tuvieron incluso la ocasión de ver bailar a Ludovica Mosca, una eminencia en la danza barroca y las castañuelas. Sus movimientos acompañaron algunas de las piezas que interpretaron los músicos, entre ellos, José Vazquez, director de la Fundación Orpheon y del Orpheon Consort, y promotor de la formación del Ibiza Consort gracias a un curso de música antigua que impartió en Ibiza hace años.

Él y Lucia Krommer tocaron ayer dos impresionantes violas de gamba, una de ellas datada en 1671 y fabricada por Jakob Stainer y otra de 1683, que salió del taller de Jrachim Tielke. Dos instrumentos únicos y muy sensibles que valen miles y miles de euros. «Antiguamente las cuerdas se hacían de tripa de gato», explicaba ayer el flautista ibicenco Antoni Riera, que forma parte del cuartero junto con Donat Deaky, que tocó el clavicémbalo.

Danzas barrocas

Ludovica Mosca sorprendió con su baile, prácticamente imposible de ver en Ibiza. «Construir estas coreografías exige una labor de investigación enorme porque se basan en escritos originales de la época que las describen paso por paso», explica Riera, que añade que la catedral de Ibiza es el lugar «perfecto para interpretar este tipo de música». «Una catedral o un palacio», apunta.

Ayer el público aplaudió entusiasmado las piezas de Marin Marais, además de otras obras de Telemann, Leclair y Bach que fueron muy celebradas también entre el auditorio.

Y la música continuaba en la calle con las agrupaciones que van amenizando el recorrido y también con otros espectáculos no musicales en el que se llevó la palma, un año más, el saltimbanqui que camina y baila sobre una bola gigante mientras se queja en broma del terrible pavimento de Dalt Vila.

Los conciertos y las actuaciones continúan hoy por las diferentes zonas de la feria. A las 12 horas llega todo un clásico: el concierto de la Banda municipal Ciutat d’Ibiza, que estará acompañada de danzas medievales a cargo de las academias Centro de Danza y Estudio Capricorn junto al Mercat Vell, al pie del Rastrillo.

Por la noche, para despedir la feria una buena opción es acercarse al baluarte de Santa Llúcia donde a partir de las 21 horas actúan Al Cantara y Entr’act, ambas formaciones de música, animación y danza.

Los pequeños pueden disfrutar del cuentacuentos ‘La princesa i el drac’ a las 12 en el claustro del Ayuntamiento.

La iglesia de Santo Domingo acoge una actuación del Cor Can Blau con un repertorio de los siglos XV y XVI a las 18.30 horas y por la noche, a las 21.30 horas en el claustro del Ayuntamiento habrá una actuación de danzas árabes de Zorah Leduci y el grupo Zinue Tribu.

A todo esto hay que sumar espectáculos audiovisuales, grupos de recreación histórica, pasacalles, desfiles históricos, caballeros, torneos e incluso las actuaciones de Es Mals Esperits, la Colla de Dimonis, Esperitrons y la Colla de Tamborers con los que la Associació Vuit d’Agost sorprende a los visitantes en cualquier rincón de la feria.

Ibiza Medieval se clausura hoy después de cuatro días de actividades que conmemoran la declaración de Ibiza como Patrimonio de la Humanidad en 1999. Este año la nota negativa la ponen los vecinos y comerciantes, que se quejan de la falta de higiene y el ruido que provoca esta fiesta.