Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Imaginario de Ibiza

Paraíso o infierno: Cala Xarraca según la perspectiva

Vista de la bahía desde el mirador.

Quien ha abierto los ojos en el territorio más alucinante del mundo, pierde la capacidad de asombro. (Isabel Allende).

Aveces cabe preguntarse si también los ibicencos, al habernos criado envueltos en una belleza tan embriagadora, hemos perdido la capacidad de asombrarnos ante ella y, en consecuencia, de luchar por su conservación. Para sentir cada herida en el paisaje como cicatriz en carne propia debe existir un vínculo con el territorio extraordinariamente intenso. Y para alimentarlo únicamente cabe la distancia, marcharse lejos para, tras la ausencia, contemplar los viejos paisajes con ojos nuevos y volver a redescubrirlos como un milagro de la naturaleza, aunque alberguen contradicciones.

Uno de los enclaves hipnóticos y que, al mismo tiempo, concentra una de las mayores costuras paisajísticas de la Ibiza reciente es Cala Xarraca. Desde el mirador que aguarda junto a la carretera de Portinatx, de imprescindible parada para todo aquel que aún no ha asimilado esta postal inédita, se vislumbra la mejor versión de la bahía. Desde aquí se distingue la arena y la grava oscura de la orilla, y los turquesas que contrastan con los cobaltos y los ocres de los escollos. Estos se asoman sobre la superficie del mar, formando irregulares pistas al pie de la carretera que invitan a descender el precipicio y caminar sobre las aguas. Los riscos están cubiertos por el verdor de una maraña de pinos jóvenes, aún medio raquíticos, que se disputan el sitio. Vuelven a cubrir la desnudez de unos montes consumidos por las llamas en el incendio de 2011.

En mitad del agua, dos islotes de formas redondeadas que parecen dispuestos para adornar la bahía y aportar mayor espectacularidad natural. Más cerca de la orilla, con un tamaño más reducido, es Remolí, que escalan los bañistas que lo alcanzan a nado. Ya en la lejanía, frente al cabo de Xarracó, a continuación de los varaderos donde suelen apostarse los nudistas, s'Illot de sa Mesquida precedido por una sucesión de secas y rocas emergentes que conforman un paisaje singular y abrupto.

Una aguja afilada

En el otro extremo, la bahía se cierra con una afilada aguja de superficie irregular y puntiaguda, con innumerables cocons. Compone otro espacio paradisíaco, con una escueta orilla arenosa donde también se arremolinan algunos varaderos.

La cara mustia de Cala Xarraca, con sus llamativas cicatrices, se avista desde la orilla. En primer término, los chalets que se elevan sobre el agua y esa enorme torre de piedra que, al igual que la de es Canaret, pudo ser construida incomprensiblemente en tan insólito paraje. Habrá quien piense, con razón, que estos edificios pertenecen a otros tiempos en los que no existían apenas restricciones urbanísticas. La segunda costura de la espectacular Xarraca, sin embargo, demuestra que estos abusos se siguen produciendo. En pleno siglo XXI las grúas se alzan en la Punta de sa Torre para levantar un coloso de hormigón de tamaño alucinante, donde antaño había un viejo hotel en ruinas. La visión es tan surrealista que resulta imposible de asimilar, en esta Ibiza donde los campesinos se las ven y se las desean para instalar un almacén agrícola en mitad de su finca, por muy escondida que esté. Algunos incluso no lo consiguen.

Ante la profunda tristeza que produce la visión de semejante mamotreto, mejor quedarse en el mirador y seguir disfrutando de la versión paradisíaca de la bahía de Xarraca.

Compartir el artículo

stats