Uno de los mayores problemas a los que se enfrentan los estudiosos del mundo fenicio-púnico es la falta de vestigios escritos de esa civilización que nos den pistas de su modo vida. Por ello, el investigador titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) José Ángel Zamora, especialista en las antiguas culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, recurre en su ponencia al legado escrito del pueblo ugarítico, una ciudad portuaria en la actual Siria.

«Ugarit fue una ciudad muy representativa del II milenio antes de Cristo y una cultura previa a la fenicia», explica Zamora. Como escribían en tablillas de barro, se han conservado muchos de sus escritos, mientras que «los fenicios escribían en papiros, que se pudren y no se han conservado». Así, «aunque la ciudad de Ugarit fue destruida hacia el 1200 a.C., nos permite tener una perspectiva histórica de lo que luego pasa en el mundo fenicio, del que no tenemos textos míticos».

Al investigador del CSIC le toca abrir inesperadamente el XI Coloquio Internacional del Centro de Estudios Fenicios y Púnicos (Cefyp) en el Museo Monográfico de es Puig des Molins, ya que el encargado de pronunciar la conferencia inaugural, el profesor de la Universidad Complutense de Madrid Carlos González-Wagner, no ha podido asistir por un problema familiar. Bajo el título 'Memoria entre los vivos, reposo entre los muertos: la muerte y el más allá en los textos ugaríticos y fenicio-púnicos', Zamora ofrece algunas claves incluso del concepto de alma que podían sentir estas civilizaciones.

«En unos momentos históricos, vemos que esta alma es simplemente un aliento vital que anima al cuerpo y hace que esté entre los vivos, así que describen la muerte como una pérdida de ese aliento vital. Pero luego se sofistica con el tiempo y da la sensación de que se acerca a lo que nosotros entenderíamos como alma», explica.

Zamora también repasa las amenazas inscritas en sarcófagos regios, donde se explica «quién es el difunto, se cuenta algo de su vida pero se incluyen a menudo maldiciones para quien pueda entrar y profanarlo». «Desean al que viole la tumba que nadie le recuerde, que no tenga descendencia y así nadie se pueda ocupar de él cuando fallezca». En definitiva, «como en las películas de faraones, pero son egipcios», resume.

En el descanso para desayuntar que sigue a la charla de Zamora, el presidente de la Associació d'Amics del Museu Arquelògic d'Eivissa i Formentera, el arqueólogo Jordi Fernández, muestra su satisfacción porque Ibiza sea la sede de este coloquio del Cefyc y anuncia que, dentro de tres años, ya se ha acordado que acoja otro congreso internacional dedicado al mundo fenicio-púnico. Fernández también es uno de los ponentes programados en los tres días de estas jornadas, junto a Ana Mezquida, para dar una visión de las 'Tumbas y ritos funerarios en la necrópolis del Puig des Molins'.

«La misma ubicación de la Necrópolis, junto a la ciudad, ya indica que existía una separación clara y que los muertos debían enterrarse para que no pudieran hacer daño a los vivos», apunta Fernández. «Se cerraba su tumba, se cubría de tierra y, en muchos casos, se cubrían con una especie de pavimento para que no pudieran salir los muertos», añade.

Saqueos sistemáticos

Saqueos sistemáticosMientras que en época fenicia los muertos se incineraban , «a partir del siglo VI se introduce el ritual de la inhumación y empiezan a aparecer los grandes hipogeos», explica Fernández. Sin embargo, el rito de la incineración siguió durante la época púnica, pero, si se trata de un entierro, ya queda descartado que sea de la etapa anterior.

Además, junto a las tumbas depositaban víveres y objetos para hacerles más grato el tránsito al más allá, lo que provocó, a principios del siglo pasado, «el saqueo sistemático de la necrópolis ebusitana». «Iban a por el oro y la plata y dejaban la cerámica, que es lo que nos ha quedado a nosotros», lamenta Fernández.

Estas necrópolis, por razones prácticas, se ubicaban en terrenos que no fueran aprovechables para la agricultura, tal y como pone de relieve en la siguiente ponencia el profesor de Arqueología de la Universidad de Alicante, Fernando Prados.

«La muerte es un reflejo de cómo se vivía y nos informa de las conductas sociales», indica Prados, que destaca que, «a través de la arqueología de la muerte, el arqueólogo se convierte en una divinidad» que debe descifrar los símbolos que se dejaban voluntariamente en la necrópolis para que permaneciera la información de los difuntos.

Malos augurios

Malos augurios

Prados también enfatiza el respeto que sentían los púnicos por el más allá que revelan los textos de historiadores romanos como Diodoro Sículo o Tito Livio. Así, en el relato de la batalla de Agrigento, se cuenta que los cartagineses se dieran cuenta que habían profanado una necrópolis y ordenaron el sacrificio de un joven para protegerse del mal augurio. Incluso el general Aníbal Barca temía a los muertos y ordenó desviar el curso de un navío al observar un mausoleo desde la costa.