San Isidro no habría tenido que recurrir a los milagros de haber tenido a su alcance la tecnología actual; también es indudable que, hoy en día, nadie despreciaría sus habilidades como zahorí y hacedor de lluvias. Los payeses, por ejemplo, seguro que le sacarían en procesión para que del cielo cayera lo imprescindible este año, porque todo indica que la cosecha de cereales será bastante pobre, según explicaba ayer Juan Antonio Prats, gerente de la Cooperativa de Sant Antoni, que instaló una carpa durante la celebración de San Isidro en la villa de Sant Josep. (Ver galería de imágenes)

El cereal que se recoja este año será «más pequeño. Y poca cantidad», avanza Joan Costa, tractorista de la cooperativa, el encargado de recolectar la cosecha. «No ha llovido bien. Lo ha hecho tarde, cuando la planta ya había sufrido. Ya no puede recuperarse». De momento, Costa ya ha recogido el forraje, el poco que había, claro, pues la sequía lo ha dejado malparado: «De avena, poca; tiene mucha hierba», advierte. Eso sí, confían en que este año, por aquello de la vecería, haya bastante almendra. Los árboles están bien «cargados», como los algarrobos, señala Prats.

Para que llueva bien, poco pueden hacer (quizás sacar al santo en procesión). Pero para ser más rentables y eficientes, en la cooperativa se han encomendado a la milagrosa tecnología. Ya hubiera querido San Isidro disponer de los 36 paneles fotovoltaicos que han instalado y que les permiten ahorrar un 50% de energía. Prats cree que en cuatro años habrán amortizado la inversión, de unos 30.000 euros, realizada en septiembre pasado. Lástima que la burocracia no les haya permitido colocar más placas que las que igualaban la energía que tienen contratada. Y no pueden contratar más porque Endesa, según el gerente, no les puede suministrar más. De hecho, necesitan grupos electrógenos para que funcione la maquinaria. Para solucionar asuntos administrativos sí que se necesitan milagros como los de San Isidro.

La cosecha también ha sido escasa este año en el olivar, aunque «de mucha calidad», cuenta Joan Prats Ribas, del trull de Joan Benet. La acidez de este año «ha sido mínima». De un 0,2% en su caso, cuando lo máximo permitido es un 0,8%. La tecnología, más que los milagros, y un cambio en la atención del cultivo están detrás de la sustancial mejora experimentada en la producción del aceite ibicenco durante los últimos años. Por ejemplo, el 50% de las aceitunas ya se recogen verdes, lo que redunda en su calidad, aunque el rendimiento (los litros recogidos) sea menor. Antes, se dejaba madurar más, lo que daba lugar a un producto de menor calidad (muy fuerte) pero más abundante.

Y según Prats, los cuidados serán aún más intensos cuando consigan la indicación geográfica protegida (IGP): ya tienen el visto bueno de los responsables agrícolas baleares y estatales, y sólo les falta el europeo, que está al caer. Tenerlo supondrá notables cambios en la manera de trabajar el aceite, por ejemplo a la hora de controlar la temperatura de su conservación.

Como Fernando Jiménez no confiaba en que ningún santo intercediera para empapar sus tierras en plena canícula, decidió ser práctico y cultivar suculentas y cactus. Extremeño, junto a Bernadette Chapu llegó a Eivissa en 1975 procedente de París, donde durante una década ejerció de fotógrafo para las agencias Sipa Press y Rapho. Diez años más tarde creó Lombribiza, primero para generar abonos naturales a partir del estiércol de los animales, más tarde para cultivar cactus y crasas, visto que el resto de plantas se le secaban al llegar el mes de julio, debido a que ni llovía ni el agua tenía la calidad suficiente. Con unas pinzas largas, ayer colocaba, de una en una, las diminutas macetas que contenían minúsculas plantas espinosas. Para sacarse las espinas, de las que admite que cada día se clava varias, utiliza unas pinzas con lupa.

Maria Roselló prefirió apostar por lo tradicional antes que por la tecnología. Quizás una barra de pan de un hipercentro sea más barata, pero ni remotamente sabe igual que las que ella cuece en horno de leña con xeixa ecológica ibicenca. Cada pieza es una especie de homenaje a su abuela, Maria: «Tenía idealizado el pan pagès que ella hacía, un pa negre de sabor intenso». Y decidió hacerlo igual. Pero la calidad requiere un «duro trabajo». Asegura que «no está valorado, nadie sabe todo el proceso que requiere»: preparar la masa madre, activarla, amasarla, fermentarla dos veces, hornearla... Se necesitan más horas de las que tiene un día para obtener uno de sus panes.

Conseguir harina de xeixa para sus moldes no es fácil. Maribel Juan mostraba ayer, en el puesto de la Asociació de Varietats Tradicionals de les Pitiüses, las semillas de ese cereal, del que cada vez se siembra más, aunque no demasiado aún. En la mesa tenía desplegadas las semillas de ciuró pagès (escasísimo), guixa (para el cuinat), meló eriçó, pèsol (que antaño ocupaba hectáreas de cultivo en la isla) y pebrera de matances, de torrar y de banya de cabra (el más suave), peculiaridades ibicencas que, además de las buenas intenciones de los nuevos agricultores pitiusos, necesitarán la intercesión de San Isidro para no desaparecer.