Como periodista musical, Pep Blay (Tarragona, 1966) puede presumir de haber entrevistado a Lou Reed, un personaje «difícil» pero que le conquistó por su profundidad y filosofía frente a la gran decepción que fue Oasis, que le pareció «una pandilla de hooligans». «Fue una entrevista vacía, solo querían hablar de fútbol», lamenta. Pero fue a través de fútbol como consiguió una entrevista especialmente distendida con Nick Cave. «Me puse a jugar con su hijo y le encantó», recuerda. A Robert Smith, de The Cure, lo entrevistó en un camerino lleno de velas y terciopelo rojo. «Seguro que la cueva de es Culleram tenía un aspecto similar cuando se hacían sacrificios púnicos», dice entre risas.

—Gerard Quintana, líder de Sopa de Cabra, es residente en Ibiza ¿Tiene algo que ver su amistad con su estrecha relación con la isla?

—Tiene parte que ver. Hay dos personas importantes en mi relación con Ibiza. Una de ellas es Ana, una amiga de Santa Eulària, muy activa culturalmente, que tiene el bar Namibia. El otro amigo es Gerard. Estuve en el concierto de Ressonadors en el que participó. Me pareció muy interesante ver a los músicos ibicencos recuperando el legado folclórico como, en su momento, ya trabajó ´UC´. Gracias a Gerard contacté con un sector cultural de Ibiza más ligado a la realidad y al folclore histórico, mientras que con Ana conocí a artistas extranjeros que viven en Ibiza. Son un poco las dos islas, la ´de toda la vida´, que me ha enseñado Gerard, y la Ibiza de las últimas décadas, de la mano de Ana.

—¿Ese contraste es el punto de partida de su libro?

—Hace dos años pasé tres meses en Ibiza. Entonces me di cuenta de que en la isla hay dos noches: una de espíritu hippy y otra más salvaje. Viajé solo y fue fantástico porque te da opción de conocer a muchísima gente y dejarte llevar. Ir a Ibiza solo es fantástico porque nunca estás sin compañía. Hay dos extremos en Ibiza y creo que ni en Menorca ni en Mallorca hay estos dos contrastes tan exagerados. Por un lado puedes encontrar a la gente más ´iluminada´ del mundo, que ama la paz, la naturaleza y, por otro, el low cost de Manchester. Vienen a encebollarse hasta que se van sin ver la luz del día. Estas dos razas se convierten en mi libro en vampiros y ángeles. Se traducen en un submundo.

—¿Y dónde se sitúan los ibicencos?

—La gente de Ibiza va viendo, como en un partido de tenis, cómo la pelota va de un lado al otro. Creo que piensan: ´vosotros podéis venir a la isla, dejar el dinero y hacer vuestras cosas pero no os metáis con nosotros, que seguimos llevando nuestra vida ibicenca´. Los ibicencos siguen su ritmo de vida, un poco al margen de esos dos extremos de los que hablaba. Lo que me da miedo es que los turistas, los viajeros y los nuevos vecinos se coman a los auténticos ibicencos. Que al final terminen siendo algo ´exótico´. Es una sensación que a veces tienes en pleno verano. Desde luego en invierno no, pero en pleno verano a veces te da la sensación de que los exóticos son los ibicencos.

—¿Por qué lo piensa?

—A las once de la noche la gente se va a la Marina a ver los desfiles de las discotecas. No cabe ni un alma. Pero unas horas antes puedes ir a la fiesta de un pou y eres prácticamente el único que no es del pueblo. Fui a alguna de estas fiestas a ver tir amb basetja y ball pagès, me comí unos flaós y coca de pimientos, que estaban de muerte. Estaba allí y pensaba: si yo me voy de viaje a México o a cualquier otro país del mundo lo que busco son estas cosas, las cosas de la tierra. ¿Por qué los turistas no buscan eso en Ibiza? Me da la sensación de que los propios ibicencos se intentan proteger de los turistas para tener, al menos, su espacio. Si toda la isla se ha convertido en un show para turistas, al menos estas fiestas se quedan para nosotros.

—¿Qué puede avanzar del libro?

—La novela ha cambiado mucho desde que la inicié. Está en su fase final. Los personajes y el argumento ya están resueltos. Un joven universitario junto a sus dos mejores amigos, una chica y un chico, se van a Ibiza por su cuenta, escaqueándose del viaje de final de curso oficial, que es a Mallorca. Lo que van viviendo les hace descubrir la isla y a sí mismos. Hay dos debates que se mantienen continuamente en la novela. El principal protagonista se llama Milton, en homenaje al autor romántico John Milton, autor de ´El Paraíso Perdido´, y se debate entre dos tipos de vida. Debe elegir y saber si los suyos son los valores materiales o espirituales. ¿Me apunto al mundo de los vampiros y mis valores son el dinero y el sexo fácil o me apunto a lo espiritual, mirando más hacia dentro, disfrutando de la naturaleza, del misticismo? Milton está en constante duda.

—Pero entonces ¿no hay ángeles con alas y vampiros con colmillos? ¿Es algo más metafórico?

—Descubren que detrás de ese gran mundo de discotecas y especulación inmobiliaria hay un grupo de vampiros. Por su parte, es Vedrà se revela con un lugar en el que se alojaron los ángeles. Sant Rafael y Sant Miquel, dos arcángeles, dan nombre a dos pueblos de la isla. Hay toda una trama fantástica detrás, que está inspirada, además, en los grandes dioses como Bes, Baal o Deméter.

—¿Se ha documentado sobre la historia de la isla?

—Sí, he leído mucho sobre la historia de Ibiza. Conozco el libro de Emilio Mercader de memoria. Lo mismo pasa con ´Ibiza mágica´, de Carlos Garrido. Son dos libros que me han ayudado muchísimo. No he querido hacer un libro con vampiros y ángeles inventados con tópicos de fuera sino que todo lo he relacionado con mitología fenicia y púnica de Ibiza. Una de las cosas que fascina al protagonista son las necrópolis como la del Puig des Molins. Descubre que corre una leyenda que dice que fenicios y púnicos enterraban en la isla a las personas más famosas o más hedonistas, porque era la tierra de Bes. Después se ha discutido, probablemente no sea así, pero a mí me da igual porque como planteamiento de novela es fantástico. La cova de es Culleram también aparece...

—Mezcla muchas historias.

—Es un libro de viajero y de persona que no vive en Ibiza, que a nadie se le ocurra ver este libro como un retrato de Ibiza. En todo caso lo es, pero de alguien que la ve desde fuera. Dios me libre de hacer un retrato de Ibiza.

—No deja de ser ficción.

—Lo bonito del libro es que toda la ambientación es real. Si sacamos a los personajes de su trama de ficción, lo que queda del libro es real con una parte de mitología. Todo está hilado con la realidad ibicenca. En el libro aparece Toni, un hombre que alquila barcas desde Cala d´Hort para dar la vuelta a es Vedrà. Es un personaje que me explicó un montón de historias interesantes sobre es Vedrà. También aparece el Pare Palau...

—¿Ya tiene título?

—Sí, pero no lo quiero avanzar, soy un poco maniático con estas cosas.

—¿Va dirigida a algún público en concreto?

—La novela es crossover, porque es un libro que puede interesar a gente mayor o joven y es un cruce entre una novela romántica, de misterio y fantástica. Todo está inspirado en Ibiza, pero cualquiera puede entrar en la novela. La mitología y el folclore ibicencos actualizados dan para una película de Tim Burton perfectamente. Si coges todos estos personajes como los barruguets y les das la vuelta, puedes tener una película que entusiasmará a todo el mundo. Lo ancestral es universal. Diré que me da un poco de pena que el legado fenicio no esté suficientemente protegido y reivindicado. Me he encontrado la necrópolis cerrada casi siempre... Hay una falta de autoestima cultural en Ibiza, al menos es la sensación que tengo. Parece que todo lo bueno de Ibiza es lo que traen desde fuera.

—Los vampiros y los ángeles están de plena moda en libros, películas, series de televisión... pero usted lleva muchos años interesado en su mundo.

—Mi primera novela es de 2004 y se llamaba ´Vampiria Sound´. Me hubiese gustado terminar en la que estoy ahora antes, pero la vida te obliga a hacer otras cosas para ganar dinero. Es una novela muy elaborada. Solo los tres meses en Ibiza ya fueron costosos y lo estoy reescribiendo y repasando porque quiero que salga muy bien y no es un libro fácil. Es muy importante que literariamente salga bien.

—¿Es este su libro más ambicioso?

—Sí, es mi obra más ambiciosa. Mezclo tres géneros. La parte romántica, que casi olvido de mencionar, se centra en que Milton busca en Ibiza una chica a la que conoció y con la que tuvo un lío una noche. No tiene ni su teléfono pero sabe que está en Ibiza. Se debate entre esta chica y su amiga. Entre el amor como pasión y la seguridad del amor de su amiga.