La camarera de un bar de la calle Aragón, María, teme que su puesto de trabajo peligre a partir del 1 de enero. Es un local pequeño, de menos de cien metros, por lo que el dueño decidió con la entrada en vigor de la vigente Ley del Tabaco que en el bar se podría fumar. Esto les permitió mantener los clientes, la mayoría de ellos trabajadores que se toman el desayuno y un cigarro, explica la camarera. «Muchos aprovechan el descanso en el trabajo para tomarse un café y fumar, algo que no pueden hacer en las oficinas y tiendas. En cuanto les digamos que no se puede fumar seguramente no vendrán. Lo primero para los fumadores es el cigarrito de media mañana, el café es complementario», reflexiona.

En una cafetería de Vara de Rey, la entrada en vigor de la nueva ley no supondrá ningún cambio. Desde que abrieron, varios años antes de 2006, prohibieron fumar, así que para ellos todo seguirá igual. «Al principio de abrir a la gente le sorprendía y muchos no entraban, pero poco a poco comenzaron a entrar no fumadores que agradecían tener un lugar en el que poder tomarse un bocadillo y un zumo o un café sin tener que aguantar el humo del tabaco», comenta uno de los camareros.

El presidente de la Asociación de Bares, Restaurantes y Cafeterías de la Pimeef, Pedro Ortiz, criticó ayer la «inestabilidad» de la normativa que regula el consumo de tabaco en los espacios públicos. «Lo que no puede ser es que hace casi cuatro años nos dijeran que había que aislar un espacio y ahora nos digan que no se podrá fumar», señala. Ortiz asegura que algunos establecimientos realizaron inversiones de entre 20.000 y 50.000 euros para adaptar sus locales a la ley que todavía está vigente, un dinero que ahora sienten que han «tirado». «Esta manera de actuar no es correcta. ¿Alguien devolverá esas inversiones a los propietarios de los locales?», se pregunta el presidente de la asociación, que está convencido de que la nueva normativa perjudicará a los bares y restaurantes de la isla.

Fiestas y cenas en casa

«En el caso de los restaurantes, hay una buena parte de la gente que con el café se toma un pitillo y pide también una copa de coñac. Si con la nueva ley tienes que enviar al cliente a fumar a la calle es posible que no se tome ni el café ni el licor. Pierdes unas consumiciones», comenta el presidente de la asociación. Pedro Ortiz cree que esto no será permanente y que pasado un tiempo es posible que la gente fumadora se acostumbre a la nueva situación y vuelva a consumir cafés y licores. «Creo que hasta que nos mentalicemos esto será así», afirma el portavoz de este sector, que insiste una y otra vez en que no está ni en contra ni a favor del tabaco. «Sólo digo que la ley debe ser clara y definitiva para que no pase como ha ocurrido ahora», señala. Ortiz recuerda que sólo se podrá fumar en la calle. «¿Pondrán ceniceros en las calles?», se pregunta irónico. Además, considera que esto incrementará la suciedad de la vía pública y modificará su aspecto, ya que asegura que en la puerta de bares, restaurantes y cafeterías «habrá gente fumando». Ortiz cree que mucha gente, entre la disyuntiva de no poder fumar o quedarse en casa, optará por organizar más cenas, comidas y fiestas en su hogar.

El presidente de la asociación recalca que éste es «muy mal momento» para comenzar a aplicar la ley. «Decididos a ponerla en marcha deberían haber escogido mejor el momento. Hay que recordar que estamos en crisis y las consecuencias de prohibir que se fume en los locales no son nada buenas para nosostros», indica.

Manuel, el propietario de un bar de la avenida de Isidor Macabich, está contento de no haber hecho reformas en 2006. «Dejamos una zona para no fumadores cerca de la puerta, pero nada más», explica. «En todo este tiempo nadie nos ha dicho nada y ahora nos alegramos de la decisión que tomamos. Pedimos presupuestos de lo que costaba instalar la cortina de aire, aislar el espacio de no fumadores y colocar un extractor en la zona, en la que está permitido fumar. Nos pedían cerca de 30.000 euros, una barbaridad. No podíamos asumir el coste y nos arriesgamos a que nos pusieran una multa. Ahora no se podrá fumar en ningún sitio. ¡Menos mal que no hicimos la inversión!», reflexiona.

En un bar del barrio de la Marina, Adel, camarero no fumador, es el único de la plantilla que está deseando que entre en vigor la nueva ley del tabaco. «Yo no fumo, pero sí los clientes y algunos de mis compañeros. Llego a casa con la ropa oliendo a tabaco. Si así está la camiseta, ¿cómo estarán mis pulmones?», se pregunta el camarero.