Si una ventana está rota y no se repara, las demás acabarán rotas porque la primera es señal de que a nadie le importa y, por tanto, romper más no acarreará consecuencias. Y desde tan sencilla perspectiva, convertida en teoría criminológica y explicada con metáfora, el alcalde Giuliani consiguió en los 90 reducir, de modo muy eficiente, la criminalidad de la ciudad de Nueva York. La teoría de las ventanas rotas explica, en otras palabras, que si se permite el desorden, si se toleran las infracciones de las ordenanzas y si las reglas de convivencia son habitualmente vulneradas, los delincuentes sabrán que han encontrado un buen lugar en el que prosperar. En Ibiza no lo hemos aprendido, y las ventanas se rompen y no se reparan. Y es algo más que una metáfora, porque lo que explica la teoría en la que se basó el espectacular descenso de los delitos en Nueva York es que, si se consienten las pequeñas infracciones que producen desorden y dejadez en una ciudad, los desordenes pasan a faltas y las faltas a delitos. Hay una continuidad, una escalada, entre los delitos menores y los graves.

Los dos criminólogos que desarrollaron la teoría de prevención del delito sintetizada en la metáfora de las ventanas rotas, Kelling y Wilson, lo expresaban así: «No es que quien arroja un papel a la calle sea un potencial homicida, es que cuando las conductas de las personas en el espacio público no están debidamente reguladas se favorece la irrupción del delito. Los primeros en comportarse de forma desordenada no son criminales, pero el desorden y las infracciones atraen a los predadores». ¿No me digáis que a estas alturas del artículo hay algún lector que aún no esté pensando en la situación de Sant Antoni, o de Platja d´en Bossa, por ejemplo? Cualquier política encaminada a prevenir el delito debería incluir la lucha contra las pequeñas infracciones a las que se da poca importancia pero que crean caos y sensación de impunidad: control del ruido y aplicación de ordenanzas de limpieza y convivencia podrían ser un buen comienzo. Pero en Ibiza no solo no lo aplicamos, lo que creo que es a todas luces evidente, sino que además nos venden el cuento de que, a pesar del desorden, el número de delitos desciende. Y nos lo tenemos que creer.

No es verdad que descienda la delincuencia en Ibiza; hay otros factores que explican que así lo apunten los datos que la Delegación del Gobierno muestra a los ciudadanos. Y sin entrar en cómo se manipulan esas estadísticas, que ya, si eso, podemos entrar otro día, hay algo que nunca tienen en cuenta a la hora de ofrecernos los datos, y es lo que en Criminología se llama la cifra negra de la criminalidad, esos delitos y faltas que se producen pero que no pueden quedar registrados porque no se denuncian y no se conocen. De cajón.

La cuestión es que la teoría de las ventanas rotas también puede servir, como en una segunda fase, para presuponer altos y crecientes niveles de cifra negra en un lugar como Ibiza. Es decir, en aquellos sitios donde hay mayor impunidad, y mayor sensación de impunidad, también se denuncian menos delitos porque nadie confía en que las instancias de control social se preocupen por resolverlos. Si una ventana está rota y no se repara, tarde o temprano, las demás también acabarán rotas. A nadie le importa. Si dejas pasar un delito, los ciudadanos verán las ventanas rotas, los delincuentes cometerán más delitos y las víctimas serán menos proclives a confiar en la justicia. ¿Cuántos habéis sido víctimas de un delito y no lo habéis denunciado?