Navegación

De un bote de remos a una goleta que tiene 120 años de historia

El ibicenco Pau Tatania adquiere, restaura y patronea la goleta sueca ‘Äran’, que fue construida en Viken en 1903: «Desde que tengo uso de razón quiero ser capitán de barco. Siempre he querido navegar»

Desde pequeño, Pau Tatania tenía claro que quería ser capitán de barco, por lo que el primer dinero que ganó fue para comprar un bote de remos. Ojo, Tatania era muy muy pequeño: sólo tenía ocho años y consiguió aquel capital tocando los bongos en los mercadillos donde sus padres vendían artesanía. Desde hace dos años ha cumplido su sueño: adquirir, restaurar y pilotar la goleta ‘Äran’, construida en 1903.

Su sueño se llama ‘Äran’, que en sueco significa honor. Esta embarcación de cabotaje tiene una manga de 6,5 metros y una eslora de 22,5 metros que alcanza los 32 metros con el bauprés (botalón de proa horizontal) y los dos pescantes de popa. El sueño del ibicenco Pau Tatania Negre, de 37 años, es una goleta áurica con 414 metros cuadrados de superficie de vela que fue construida en 1903 en Viken (Suecia), que pesa 88 toneladas y con la que ahora navega por las aguas de Palamós (Girona).

Los bongos en los mercadillos

«Desde que tengo uso de razón quiero ser capitán de barco. Siempre he querido navegar, siempre me ha gustado, desde pequeño», cuenta cuando se le pregunta cómo ha logrado materializar su más profundo deseo: «Mis padres son artesanos. De pequeño tocaba los bongos en los mercadillos de es Canar y de Punta Arabí, donde ponía la camiseta en el suelo y ganaba unas monedas». Con ese dinero, a los ocho años se compró su primer bote de remos: «Con cuatro metros de mesa en el puesto, mis padres a veces ni se estrenaban, pero yo llegaba con la camiseta llena de monedas e invitaba a helados a mis amigos».

Al principio eran los hippies quienes le buscaban para que tocara con ellos: «Yo era el atractivo, el niño que tocaba bien. Cuando yo tocaba, se llenaba de gente y sacaban mucho dinero. Pero a mí sólo me daban para comprar un helado. Hasta que un día decidí ponerme por mi cuenta. Una vez, en media hora en el puerto hice 17.000 pesetas (unos 100 euros). Hasta me echaron un billete de 10.000 pesetas» (60 euros).

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El ‘Äran’ durante una navegación por aguas de Palamós. / Pau Tatania

Tras la barca de remos ahorró un poco más y compró «un motorcito, con el que ya podía ir desde Platja d’en Bossa hasta las islas que hay enfrente», es Malvins.

Con sólo 16 años empezó a trabajar en un barco construido en 1913 que estaba atracado en el puerto de Ibiza: «El ‘Marco Polo’, se llama ahora, pero antes era el ‘Willhem III’. Su dueño vio que se me daba bien y que me encantaba navegar, de manera que con esa edad me empezó a enseñar el oficio. Con 17 años ya lo patroneaba yo, sin titulación ni nada. La gente flipaba con que un chico tan joven hiciera aquellas maniobras». Eso sí, algunos no se querían subir al barco «por ser demasiado joven», aunque tras ver cómo se las apañaba le pedían «disculpas, al comprobar que había navegado como un profesional y con responsabilidad».

Pisó diversas cubiertas, como el mítico pailebote ‘Thopaga’ (1924, hundido frente a Brest en 2008) y el ‘Cala Millor’ (1942): «Siempre he estado enamorado de este tipo de barcos antiguos. Los dibujo desde pequeño».

«Me di cuenta de que tenía muy buena línea. Cuando fuimos a verlo, estaba precintado y nos dimos cuenta de que le faltaba muchísimo cariño"

«Cumplí mi sueño —explica— tras patronear durante cuatro años el ‘Sant Isidre’, un llaüt de mitjana construido en 1925 en Porto Colom (Mallorca) que tiene su base en Cadaqués y con el que se hacían vistas turísticas, tipo golondrina. El dueño me dijo que a mi edad, 30 años, tenía que hacer algo con mi vida, que él me ayudaba». Ese sueño era tener un barco histórico: «Le dije que yo tenía algún dinero ahorrado, todas las propinas que había ido guardando desde hacía años, por si pasaba algo el día de mañana». Lo que pasó es que encontró lo que buscaba, su sueño, en Palamós: «Nos pusimos a buscar barcos. Vinos una golondrina, pero yo no soy golondrinero. Llevar a la gente de aquí para allá no me va. Con la goleta es diferente, llevas a gente, pero es otro mundo. Y después de mucho buscar, a través del amigo de otro amigo supe que había un barco abandonado en Port Ginesta, en Castelldefells». Era el ‘Äran’. Pudo observarlo atracado en aquel puerto de Barcelona gracias a la vista cenital de Google Maps : «Me di cuenta de que tenía muy buena línea. Cuando fuimos a verlo, estaba precintado y nos dimos cuenta de que le faltaba muchísimo cariño. Pero nos gustó y consideramos que el proyecto era factible. Los puntos claves de la embarcación estaban bien. No era un pozo sin fondo… que ya casi lo es incluso estando bien». Habla en plural porque compró el barco a medias con su socio, Lluís Romero.

13 catalanes chalados

El ‘Äran’ fue construido en Viken (Suecia) en 1903. En 1979, sus entonces propietarios lo restauraron completamente: «Después lo adquirieron 13 catalanes chalados, que fueron a buscarlo a Estocolmo. Quisieron cambiar de bandera, pero la burocracia va súper rápido [modo ironía on] en España. Esperaron dos años los permisos para convertirlo en barco de pasaje. Y un buque de pasaje pasa las mismas inspecciones que un ferry de Baleària o un trasatlántico. La diferencia es que ellos no eran una multinacional. Conforme pasaba el tiempo se fue disolviendo su sociedad. Eran demasiados, demasiadas cabezas pensantes. Quedó en tierra de nadie. Salió un par de veces a subasta, pero quedó desierta». Y quedó precintado en el puerto.

«Lo compramos —detalla Tatania— como peligro medioambiental. Así estaba catalogado. Lo iban a desguazar porque representaba un problema para ese puerto privado, donde ocupaba una plaza. Molestaba. Y aunque había mucha gente interesada, los responsables del puerto se dieron cuenta de que éramos los únicos que teníamos las ideas claras sobre qué hacer con la goleta para devolverle la vida. Ahí empezó nuestra lucha. El proyecto es enorme».

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Plano de la embarcación. / Pau Tatania

‘Uy esos mástiles’

Como enorme y pesada es la burocracia: «A base de golpes adquieres experiencia. En las primeras inspecciones, oías a los chavalitos recién salidos de la universidad como inspectores de Marina Mercante decir: ‘Uy, no entiendo nada de madera, pero estos mástiles hay que cambiarlos’. Les daba un punzón para que comprobaran que sólo tenían cinco años, que sólo había que pulirlos. Si lo llego a saber, me monto un alquiler de botes a remo».

Su propósito era navegar con la goleta en Ibiza: «Porque yo soy de allí, conozco esas aguas. Llevo siete temporadas sin trabajar en la isla, pero la gente me sigue llamando para trabajar en su costa como patrón». Pero tuvo que desistir tras hacer cuentas: «Miré qué hacía falta para operar en Ibiza: de entrada, 27.000 euros por mes, más luz, más agua y más IVA por atracar en el puerto de es Botafoc. Y encima en punta, no de costado, abarloado al muelle, de manera que no podría embarcar y desembarcar gente. Eso, hace cinco años. Nos dimos cuenta de que tendríamos que vender el barco para poder tener un amarre. Qué locura. Qué rabia ser ibicenco y no poder trabajar en mi isla». En la Península «los   precios son razonables», por lo que decidieron quedarse en Palamós: «Aquí el negocio dará sus frutos. Si voy a Ibiza, me estamparé».

«Miré qué hacía falta para operar en Ibiza: de entrada, 27.000 euros por mes, más luz, más agua y más IVA por atracar en el puerto de es Botafoc"

Con el ‘Äran’ (al que no ha cambiado de nombre: «Trae mal fario») ya restaurado, hacen salidas diarias con degustaciones de gambas con copa de vino (o catas de esta bebida), viajes temáticos, puestas de sol con cava, lo alquilan como chárter privado (hasta 50 pasajeros) y cocinan arroz, fideuá… Un negocio que es «consciente» que no habría podido iniciar en Ibiza «por cómo está todo, desgraciadamente, en la isla». Se refiere a la carestía: la de los atraques, los alquileres…

Otro de los sueños que ha hecho realidad es participar en un encuentro de barcos clásicos en Castellón, en el que ‘Äran’ destacó por ser el barco «más longevo y mejor conservado». Tienen plaza confirmada, además, para otro festival náutico bienal que se celebra en Sète, al sur de Francia.

Las firmas de la antigua tripulación estampadas en el lastre de la goleta ‘Äran’

El ‘Äran’ tiene un lastre de hormigón armado de popa a proa: «Y en medio y sobre la quilla, dos rieles de tren». Pau Tatania descubrió que en el hormigón están estampadas las firmas de quienes restauraron el barco en 1979: «Lo sé porque cuando empezamos a recuperarlo, un hombre que vio en un programa de televisión que unos locos, nosotros, estaban acondicionando un barco sueco, se presentó un buen día en el puerto para contarnos que había navegado en ese barco en los años 70. Son naves que hablan sin hablar, que tienen alma. Le llevé adonde estaban las firmas y al verlas empezó a identificar a todos: ese está vivo, ese está muerto, ese era un borracho, aquel era el primer armador, que murió de esclerosis múltiple…». La más reciente restauración se alargó tres años, aunque en realidad dedicaron (él, y dos amigos, uno cubano, David Álvarez, y otro ibicenco, Marko Lecumberri) ocho meses a esa tarea: «En la prepandemia empecé a lijar y a cambiar tablas podridas. En el confinamiento lo tuve que dejar todo como estaba. Y en cuanto nos soltaron volví al barco: teníamos que empezar de cero. Pese a la burocracia, pudimos empezar a navegar tras la pandemia, a mediados de agosto de 2021».

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