Navegación

Fin de la travesía del ‘Scipio 1924’ en Formentera

A la venta el ‘Scipio 1924’, un Plymouth hooker construido hace 99 años en Inglaterra y que desde hace cuatro décadas navega por aguas de Formentera, primero al mando de una familia británica, después dirigida por un belga «caótico» de aspecto robinsoniano

El periodista Jacinto Antón lo calificó en 2012 como ‘El hombre del verano en Formentera’, «el belga que popularizó el patín a vela» en esa isla. Y un año más tarde, el escritor Arturo Pérez Reverte relató en ‘Está pasando un marino’ —para su Patente de Corso— cómo le impactó la primera vez que le vio surcar las aguas pitiusas: «(…) aparece navegando muy despacio, traído por el levante suave, un pequeño, viejo y ruinoso velero de madera con la pintura desconchada y las velas descoloridas por el sol, que navega con todo el trapo arriba, foque, mayor y escandalosa henchidos con la brisa por el través». Lo dirigía «un fulano medio desnudo muy flaco y quemado por el sol, de pelo revuelto y barba gris» que navegaba pausadamente entre «los megayates y los domingueros», muy «tranquilo, impasible, una mano nudosa y descarnada sobre la caña del timón». Miraba hacia el horizonte: «Y quienes saben mirar a los hombres y sus barcos sonríen con admiración y respeto, porque comprenden que está pasando un marino». Antón admiraba cómo se deslizaba con el patín de vela. Pérez Reverte, cómo lo hacía con un barco con cangreja. Aunque el académico no mencionaba su nombre, se trataba del ‘Scipio 1924’, un Plymouth hooker construido hace 99 años en el Reino Unido al que su dueño, cuyo nombre tampoco mentaba (el periodista de El País, sí), era Vincent de Froidmont, nacido en Visé, en la frontera con Países Bajos (cerca de Maastricht), a 17 kilómetros de Lieja y a 173 kilómetros del mar.

El hombre del verano de 2012 vende ahora esa joya náutica casi centenaria, un cúter de vela cangreja (trapezoidal, asimétrica) al que De Froidmont describe como «un barco de madera clásico y vintage para una navegación de ensueño». De 10 metros de eslora y motor diésel, puede ser de usted, lector, por sólo 19.000 euros.

La nave tiene casi tanta historia como su propietario. De Froidmont, de 57 años y 1,98 metros de altura, nació al lado del caudaloso río Mosa, donde aprendió a navegar: «Crecí en un club de vela», relata. Vive en Formentera desde hace 23 años: «Vine de vacaciones y me quedé atrapado aquí», cuenta al comenzar la conversación. «Me jubilé en el año 2000, tras la muerte de mi padre en un accidente de coche que me traumatizó mucho. Vine aquí y me enamoré del color del agua», explica poco después. «Los médicos —detalla más tarde— me detectaron un cáncer de piel. Me daban cinco años de vida. Por entonces murió mi padre en un accidente de coche. Creía que sólo viviría cinco años. Decidí empezar a vivir de mi ilusión. Ya nunca más fui al médico».

Flechazo en s’Espalmador

Hace una década quedó prendado del ‘Scipio 1924’: «Navegaba con mi patín a vela ligera, un catamarán chiquito, cuando lo vi surcando las aguas de s’Espalmador. Me enamoré de él. Le di mi teléfono al dueño para que me llamara si quería venderlo. Lo compré el verano siguiente». Fue, asegura, amor a primera vista. Una década después, la relación con el Plymouth hooker es «de amor odio». Ahora, él también quiere deshacerse de él.

Lo vende por necesidad: «Se me acaba el dinero». Ahora, comenta, tiene que empezar a «trabajar de verdad», después de más de 20 años de vacaciones non stop. Se ha convencido (al ver su cuenta corriente) de que ese ritmo de vida ha acabado. Justifica haber llegado a esta situación por su «hiperactividad y déficit de atención». «Soy —indica de sí mismo— caótico. Llevo ya 23 años de vacaciones aquí, en Formentera, y se me acabó el dinero… porque también soy un inconsciente. Vivo en mis sueños y los realizo. La gente me admira mucho, pero no se da cuenta de que vivo alejado del mundo real. Vivo en una ilusión. Hasta ahora me funcionó bien. Ya es otra cosa». Por Whatsapp manda a este redactor la conocida señal de auxilio de navegación: «Mayday mayday mayday», pues necesita vender urgentemente el barco: «O dárselo a una asociación y yo quedarme como marinero».

«Soy caótico. Llevo ya 23 años de vacaciones aquí, en Formentera, y se me acabó el dinero… porque también soy un inconsciente. Vivo en mis sueños y los realizo"

Se desprende del ‘Scipio 1924’ porque, sin dinero, no puede hacerse cargo de su costoso mantenimiento: «En Formentera no se apoya a barquitos como este. [En sus marinas] sólo quieren grandes esloras para ganar mucho dinero. Todo sube. El precio de los amarres se ha duplicado respecto a 2022: de 2.000 a 4.500 euros para el invierno en sólo un año. No puedo pagar eso y no sé dónde meter el barco».

Dos décadas robinsonianas

El ‘Scipio 1924’ es «mágico, divertido y simpático; todo el mundo quiere subir a bordo, pero no es rentable», admite. Él lo usaba para navegar y sufragaba algunos gastos gracias a la publicidad de un conocido chiringuito formenterense, que imprimió su logotipo en la cangreja. ¿Cómo pudo pasar dos décadas sin trabajar, a lo grande, navegando, bronceándose y paseando por las playas apenas tapado con un taparrabos, como si fuera un Robinson Crusoe? Gracias al dinero que le reportó la venta, antes de venir a las Pitiusas, de tres tiendas de móviles de su propiedad.

Aunque ya está a la venta, confía en que aún haya alguien que se anime a ayudarle a mantenerlo. Asegura que la marca Giorgio Armani está dispuesta a costearle unas velas nuevas: «Pero el barco necesita más que eso. Entra mucha agua, por ejemplo. Tengo que extraerlo del mar, pero no hay grúa para sacarlo a tierra y el varadero está completo. Vivo en un caos increíble». Una «pesadilla». En sus travesías, además del sonido de las olas chocando contra el casco de roble, De Froidmont escucha el incesante ruido del motor de la bomba de achique, que, tal como lo explica, por momentos le desespera.

De Inglaterra a Formentera

Tiene que trabajar, insiste. Ganarse la vida. Y para ello quiere sacarse en el Reino Unido «la titulación profesional de capitán de barco». Con otra embarcación, claro, porque «es complicado legalizar» el ‘Scipio 1924’: «Ninguna empresa quiere asegurar un barco de más de 50 años para hacer chárter», reconoce.

El documento más antiguo que tiene del barco es de los años 70: «Es el anuncio por el que se puso a la venta. Lo compró una familia inglesa, que hace 40 años navegó con él desde Inglaterra hasta Formentera. Una gran aventura». Luego reformaron la nave «para que fuera más alta en el interior y para crear una cubierta plana en la que cupiera más gente, dado que el clima es aquí más benigno que en Plymouth, donde fue construido».

De Froidmont cambió todo el interior: «Era muy pequeño y yo soy altísimo, 1,98 metros. Tenía una cocina, un baño con agua caliente, todo muy pequeño. Lo vacié y puse tablas para crear un loft minimalista con dos colchones en el suelo. Nada, vivo con nada. Soy muy particular». En su anuncio de venta describe la nave de la siguiente manera: «Interior diáfano minimal wabisabi style con dos colchones de látex aloe vera, USB doble y dos tomas de corriente de 12 voltios y dos baterías de luz top de mástil con tres interruptores».

Un barco, una cuna

Tal como cuenta cómo ha sido su vida y vistas las fotos de su Instagram, además de navegar ha ejercido de fauno: «Me lo pasé fenomenal con el barco hasta que llegó el covid. La pandemia ha cambiado todo el rollo de la isla. Antes llegaban chicas cool con mochila para pasar aquí una semana. Ya no, se acabó porque los precios se han disparado». Vive allí dentro desde que lo compró, salvo cuando se echa (o echaba) novia: «De vez en cuando vivía en las casas de mis parejas. Pero amo dormir dentro del barco, que es como una cuna». Ahora a la venta.

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