Adlib 2023 - Desfile

Adlib languidece bajo techo

Alrededor de 1.500 personas asisten en el Recinto Ferial al desfile de la última edición de la pasarela Adlib, en la que un total de catorce diseñadores, seis de ellos de complementos, presentaron sus propuestas creativas para el próximo verano

Marta Torres Molina

Moda. Catorce diseñadores mostraron ayer sus últimas creaciones en la pasarela Adlib, que llega este año a su edición número 52, una noche en la que el Recinto Ferial, preparado para recibir a alrededor de 1.500 espectadores, se vistió de blanco y se llenó de puntillas, encajes, guipur, croché, plumas y destellos. Una noche que no estuvo exenta de sorpresas y en la que se comprobó que la moda ibicenca necesita el aire libre para brillar. Adlib se ahoga bajo techo y enclaustrada entre cuatro paredes. 

Cuando el último carrusel de la pasarela Adlib cierra la noche de desfiles, el Recinto Ferial luce mucho más triste que dos horas antes. Las novias de Tony Bonet, con las manos llenas de girasoles y las almas atenazadas por la tormenta, desfilan para un espacio medio vacío. El techo y las paredes no le sientan bien a Adlib. La moda ibicenca se crece cuando le sopla la brisa y la iluminan la puesta de sol y las estrellas más madrugadoras. Se ahoga en interiores. Languidece. Se apaga. Deja de ser ella. Durante las dos horas (largas dos horas) que dura la edición 52 de la moda ibicenca los asistentes (unas 1.500 personas) desfilan, en un goteo constante, rumbo a la salida. Perdiéndose ese último carrusel, ese vestido enorme, pintado con la silueta de Dalt Vila y el mar (la Mar), los escapularios de la diosa Tanit protegiendo las noches de boda, los corpiños medio abrochados...

Piluca Bayarri, acompañada de una modelo, se dispone a coger la mano de su hija Mar. | VICENT MARÍ

Dos modelos se cruzan en el desfile de Ivanna Mestres. / Vicent Marí

«¿Y a estas horas? ¿Dónde vamos a cenar?», comentan algunos de los que han aguantado casi hasta el final al salir del Recinto Ferial, pasadas ya las once de la noche. La más de media hora de retraso (a las nueve aún seguían entrando invitados y hasta políticos) con la que comienza el desfile se nota así como avanza la noche. Una noche blanca. Muy clara. Especialmente alba. Apenas unas pinceladas de color tiñen los pases de los catorce diseñadores, seis de ellos de complementos. Una marea blanca en un espacio completamente forrado de negro. Con una pasarela brillante, especular. Si no andaran pendientes de las cámaras y de no venirse abajo de los altísimos tacones, las modelos podrían mirarse en él y preguntar aquello de «espejito, espejito...». Las primeras, al menos. Porque tras los primeros pases la superficie está cubierta de polvo, de hilos...

Adlib languidece bajo techo

Una de las propuestas de Vintage Ibiza (derecha). / Vicent Marí

Bonet no es el único que saca las pinturas para este Adlib 2023. Elisa Pomar las sube, incluso, a escena. El artista David Callao saca los aerosoles y dibuja una cara en la espalda de un kimono antes de que frente al público desfilen bolsos con asas de collar, emprendades como armaduras, como cinturones, como tiaras... Como decoración de uno de sus sombreros coloca la tradicional joyería ibicenca S72 Hat, que acompaña sus enormes pamelas con flores, colores y hasta con las tradicionales cintas con las que las mujeres de la isla, antiguamente, adornaban sus trenzas. Piluca Bayarri se acompaña de otra artista, Mar Lladó, su hija, que canta en directo, mezclándose entre los vestidos, faldas y bikinis de su madre, que se dividen entre el blanco tradicional y el trópico, en una amplia gama de verdes y animal print. Sólo una propuesta la superó en colorido: la de la siempre original K de Kose Kose. Sacó a pasear planchas (de las de planchar) mortales, hombreras alfileteadas de tachuelas, collares en cascada, colgantes de flores de crochet. Colores vivos con los que tiñen, también, las cuñas de Espardenyes Torres. Amarillo, rosa, azul... Con cintas y con el cierre tradicional: una sencilla tira de esparto.

La puesta en escena de Estrivancus para presentar una colección de espardenyes (cada modelo con su silla, una novia preparándose, un look a lo Bernarda Alba pitiusa) sorprende a los asistentes. Lo mismo que los senallons de Dolors Miró, dedicados todos y cada uno de ellos a un comercio o vecino histórico del barrio de la Marina. Desde Can Vadell a Can Funoy pasando por Victorino del estanco o Juanito des Bahía, cuyas imágenes en blanco y negro decoran los capazos, haciendo sonreír melancólicamente a quienes las estampas y los nombres les transportan décadas atrás. Todo lo contrario que Ibiza Stones, que viaja, casi, al futuro con sus creaciones. Monos cuajados de lentejuelas, vestidos de cuero y transparencias, faldas verdes que para sí las quisiera un alien, galaxias acentuando cinturas y caderas... No se queda corta, tampoco, en cuanto a brillos se refiere, Virginia Vald, la encargada de inaugurar la pasarela tras la (larga) presentación de la modelo Laura Sánchez, que recuerda los años que ha participado en la pasarela ibicenca como modelo. Sus vestidos, shorts y tops lanzan destellos a diestro y siniestro, lo mismo que buena parte de algunas de las propuestas de Ivanna Mestres, generosa en flecos y plumas. Y en transparencias. Otra de las tendencias de la pasarela, llevada casi al extremo en las últimas, y doradas, propuestas de Vintage Ibiza.

Adlib languidece bajo techo

Adlib languidece bajo techo / Vicent Marí

En las dos horas de pasarela hay espacio para los sustos. Y para las emociones. El público al completo contiene un «¡Ay!» cuando la modelo que abre el pase de Mónika Maxim a punto está de irse de bruces, cortesía de los tacones y el mareante suelo. Quién sabe si la salva el poder protector del atrapasueños gigante que sostiene en una de sus manos. Y no pocos se emocionan con la despedida de Lali Riera, que se jubila tras 26 años compartiendo con su hermana Toñi el sueño de Ibimoda. Se lleva un cálido aplauso del público cuando Laura Sánchez lo explica. Y un abrazo y un achuchón y un beso y todo el cariño de su hermana pequeña ya sobre la pasarela, mientras el mar de algodón y encajes blancos que ha creado ya en solitario se pierde en el backstage.

Adlib languidece bajo techo

Adlib languidece bajo techo / Vicent Marí

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