Sant Antoni

Fiestas en Ibiza: 1.500 kilos de tomates y la protección del dios Baco

Las fiestas de Sant Bartomeu llegan a su recta final con su tomatina entre púnicos y romanos

Josep Àngel Costa

Josep Àngel Costa

Si las guerras se decidieran en el cuartel general, todo indica que los púnicos estarían abocados a quedar arrasados de nuevo por sus enemigos históricos. En este caso, los romanos son de Sant Agustí y su campamento es la Cafetería Sa Famili. Aún les quedan dos horas para comenzar la lid contra sus vecinos de Sant Antoni y sus ánimos están bien encendidos.

Ya lucen todos su indumentaria y van alegrando los preparativos con unas mesas bien surtidas de tapeo, sangría para varias legiones y una entregada banda de tambores y dulzaina. Su general, Vicent Serra, Tico, invita a participar en el festín y presenta a «los refuerzos», un grupo de checos que, en los años previos a la pandemia, ya venían expresamente para tomar parte en la batalla de tomates entre cartagineses y romanos. «Hace siete años que vivo aquí y les animé a participar», explica Marek, un moravo amigo y compañero de trabajo de Tico.

No son los únicos miembros de las tropas auxiliares. También cuentan con Libero, un albanés de Elbasán, aunque durante la guerra le llaman Bacus. «Soy el que carga el vino», bromea.

Los dos bandos cuentan con 1.500 de tomates sin salida comercial donados por la cooperativa Agroeivissa

El bando rival

Al norte de la bahía de Portmany el ritmo va mucho más calmado. A las seis y media de la tarde, la gente aún va llegando a cuentagotas al punto de encuentro, frente el Ayuntamiento de Sant Antoni. El ambiente aquí es mucho más familiar, en el sentido literal, con numerosos niños y también un grupo de edad más avanzada que los gustiners.

Poco antes de las siete, cuando ya se han concentrado una cuarentena de personas, suenan los gritos de «¡Pócima, pócima!» y empiezan a tomar fuerzas con las primeras sangrías. Destaca la intendencia, que surte a las tropas con un barril con grifo, enrollado en una tela atigrada, y transportado en un carrito.

A las siete de la tarde emprenden la marcha hacia el Passeig de ses Fonts, donde les sorprenden dos romanos que, con unos cascos de ciclista y unos cepillos de escoba, se han apañado para completar su uniforme. Los gritos de «romano el que no bote» reciben a estos intrusos, pero acaban uniéndose a la marcha que recorre parte del centro del pueblo entre los atónitos turistas. Finalmente, regresan al Passeig de ses Fonts, donde enfilan hacia la playa de s’Arenal.

Orígenes

En el año 2004, con motivo de las fiestas de Sant Bartomeu, Sant Antoni celebró una fiesta de romanos en el puerto. «Después descubrimos la fiesta de cartagineses y romanos en Cartagena y nos sirvió de inspiración», recuerda Pep Prats, el general púnico.

"En 2005, tuvo lugar la primera batalla de tomates en el límite entre ambos municipios, la playa de es Pouet"

Sin embargo, mientras en la ciudad murciana organizan una recreación seria con desfiles, «vestimenta y armas 100% de época», Sant Antoni combinó la histórica rivalidad entre ambas civilizaciones con la tomatina de Buñol para dotarla de un espíritu plenamente festivo. Los rivales los tenían a mano gracias a sus vecinos del sur de la bahía. Esta zona pertenece al municipio de Sant Josep y a la parroquia de Sant Agustí, que celebra sus fiestas patronales por las mismas fechas.

Así que, en 2005, tuvo lugar la primera batalla de tomates en el límite entre ambos municipios, la playa de es Pouet. Debido al éxito de convocatoria, se tuvo que buscar otro lugar más espacioso, sobre todo porque el público se aglomeraba en una acera estrecha pegada a la calle Cala de Bou y resultaba demasiado peligroso.

Desde 2007, la disputa tiene lugar en la playa de s’Arenal, donde el gentío dispone de todo el paseo marítimo para seguir el espectáculo. En esta ocasión, se apelotonan centenares de personas, tal vez más de un millar, un éxito de convocatoria similar a los años previos al covid.

Sin embargo, en el campo de batalla preparado en la playa, las tropas han menguado respecto a los años anteriores. El presentador y animador de la fiesta, Albert Colomer, explica que, debido a los dos años de parón, mucha gente necesita aprovechar al máximo la temporada y no puede permitirse el lujo, como en años anteriores, de tomarse un día libre para participar con los romanos o los cartagineses.

Así y todo, el público está más que impaciente y se entrega por completo para acompañar la cuenta atrás que inicia Colomer. Cada bando cuenta con una cincuentena de soldados y cuatro montañas de municiones, hacia las que se dirigen apresurados al oír el «cero». Al cabo de veinte minutos de pura adrenalina, dan finalizada la contienda y 1.500 kilos de tomates, donados por Agroeivissa por estar dañados o demasiado maduros para su venta.

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