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Adiós a Erwin Bechtold, referente del arte de Ibiza del último siglo

El artista fallece en su casa de Sant Carles a los 97 años de edad y tras más de una década de lucha contra el cáncer

Erwin Bechtold, en una exposición en Can Botino, en el Ayuntamiento de Eivissa, en 2015. | J. A. RIERA

Sería necesario hacer uno de esos croquis superdetallados con los que Erwin Bechtold organizaba sus exposiciones, con cada cuadro pintado a escala, para resumir en un artículo una trayectoria tan intensa, extensa y fructífera como la suya. Bechtold falleció a primera hora de la tarde del jueves en su casa de Sant Carles, Can Cardona, a los 97 años, en compañía de su amada Christina, tras años de lucha contra el cáncer.

Nacido en Colonia en 1925, Bechtold era el más ibicenco de los creadores alemanes, porque en la isla desarrolló la mayor parte de su carrera artística. Nació en una familia dedicada a la imprenta y muy joven obtuvo el título de maestro impresor y cajista, pero sus miras iban mucho más allá. Inició su trabajo artístico en 1947 y en el año 50 viajó a París en busca de ese sueño. Allí trabajó como alumno invitado de Fernand Léger hasta que ese mismo año decidió trasladarse a Barcelona, donde entró en contacto con el mundillo artístico casi clandestino de la ciudad. En Barcelona se relacionó con los componentes del grupo Dau al Set e hizo su primera exposición individual en 1956 en la sala Gaspar, mientras se ganaba la vida con otros trabajos como diseñador. Suyo es el interior de la librería Áncora y Delfín de Barcelona o de las oficinas de Destino, donde creó además decenas de portadas para los libros.

Ese mismo año viajó también a Madrid, donde expuso en la Galería Buchholz y se relacionó con los artistas del grupo El Paso.

Pero ya antes había descubierto Ibiza. Viajó a la isla por primera vez en 1954 y a pesar de que llegó tras un viaje horroroso en barco, en medio de una tormenta, el flechazo fue instantáneo: «Entré en una pequeña fonda de Ibiza y por la tarde paró la lluvia y di una pequeña vuelta por sa Penya. En seguida me di cuenta de que era el sitio en el que quería vivir y me quedé varias semanas», contaba hace años en una entrevista en Diario de Ibiza.

En Ibiza empezó a frecuentar el ambiente bohemio del puerto, en el que ya entonces comenzaban a pulular artistas y personajes especiales y extravagantes. Viajó desde Barcelona en varias ocasiones hasta que en 1958 fue la definitiva y se quedó. No sabía por cuánto tiempo, pero al final fue para el resto de su vida. «Estaba enamorado de la isla pero me quedé también por algo más pragmático: Ibiza era muy barata, casi se podía vivir sin dinero».

Compró una pequeña casa payesa en Sant Carles, Can Cardona, y poco a poco la convirtió en su hogar, su estudio y su fortaleza junto a Christina. Una casa que es un reflejo de su personalidad y de su obra. Como le dijo una vez el prestigioso arquitecto Josep Lluís Sert, «tú has edificado tus cuadros».

Ya en la isla y en compañía de sus amigos artistas, en 1959 participó en la fundación del Grupo Ibiza 59, el más influyente en la historia del arte moderno en Ibiza, junto a Erwin Broner , Hans Laabs, Katja Meirowsky, Bob Munford , Egon Neubauer, Antonio Ruiz, Bertil Sjöberg y Heinz Trökes. Solo duró cinco años, pero su legado ha sido eterno.

Era un grupo completamente heterogéneo, cada uno tenía su mundo y su estilo, pero dieron un paso fundamental para introducir el arte abstracto en la isla, hasta que, como el propio Bechtold reconocía, «empezaron las envidias...».

De todos ellos ya solo queda vivo el ceramista Antonio Ruiz, que a sus 99 años vive en su Soria natal y es el último representante de una generación irrepetible.

La isla como refugio

La isla supuso un antes y un después en su vida y en su carrera. Bechtold siguió viajando y exponiendo fuera, y sus muestras en las galerías más prestigiosas de Madrid y Barcelona, como la Juana Mordó y la René Metras, en toda Europa y particularmente en su Alemania natal, han sido constantes. Pero supuso una dificultad por los problemas con el transporte y el hecho de estar alejado de los centros de producción artística del continente.

A veces se las tenía que ingeniar para romper la burocracia, como cuando viajaba en su Land Rover de Ibiza hasta Alemania con los cuadros en la caja del vehículo: «Yo acompañaba a los cuadros y en la frontera decía que estaban sin terminar. Si tú, como autor, dices que un cuadro no está acabado ni dios puede decir que sí».

Lo que más valoraba era la tranquilidad de su refugio de Santa Eulària, en una isla en la que por entonces, la vida cultural brillaba por su ausencia: «Muchos me dicen, pero aquí no hay teatro, no hay exposiciones, no hay esto, lo otro... Para mí, ideal», señalaba.

Como artista abrazó desde muy pronto la corriente informalista, aunque fue tendiendo hacia el constructivismo. Siempre buscaba la tensión entre los contrarios, el juego entre la razón y el caos, entre la intelectualidad y la intuición. Era un trabajador incansable que buscaba cada día la sorpresa, el reto de la obra en blanco, la tensión del momento. Algo que era a la vez inspirador y natural, porque afrontaba el trabajo artístico como si fuera cualquier otro: «Trabajar no es algo extraño. Tomas el desayuno, vas al estudio y haces tus cosas. Hay cosas que te salen a la primera y otras que no te salen nunca y eso es lo que me gusta».

Premios y exposiciones

En los últimos años se han repetido los homenajes, las grandes exposiciones y los premios. Ha colgado muestras antológicas en diferentes museos de España y Alemania, entre ellos el MACE de Ibiza o Es Baluard de Palma, o el Museo de Arte Moderno de Duisburgo, que tiene una sala permanente dedicada a su obra.

La lista de premios es extensísima y curiosamente comenzó con un FAD por su labor de interiorista en Áncora y Delfín en 1961. Desde entonces ha recogido, entre muchos otros, el Illes Pitiusas de Diario de Ibiza, el Ramon Llull del Govern balear, la Medalla de Oro del Consell de Ibiza, el Premi Xarc del Ayuntamiento de Santa Eulària o la Medalla de Honor de las Bellas Artes de Balears, junto a su querido y admirado Rafel Tur Costa. Todos los recibió con alegría, con humildad y con orgullo.

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