Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Etnografía de Ibiza: El último zahorí de Sant Agustí

Xico 'Pujolatí', uno de los pocos 'aiguaders' que quedan en la isla, protagoniza el nuevo documental 'Oficis de la pagesia'

Xico 'Pujolatí'. TONI ESCOBAR

Han pasado 50 años, pero Xico Cardona Ribas, Pujolatí, recuerda todos los detalles del día que estuvo a punto de morir. No sintió nada cuando le explotó el tubo que acababa de cargar de dinamita. Simplemente se encontró tumbado en el suelo, aturdido por el estallido, pero sin ningún dolor al principio. Al ir a apoyarse con el brazo izquierdo para levantarse, perdió el equilibrio. «Vi la mano colgada del techo y que se me salía el vientre», explica. Sobrevivió gracias a un torniquete y a la destreza de los cirujanos que le atendieron en el viejo ambulatorio.

Aún da las gracias a Dios porque su sobrino de pocos años salió del almacén unos segundos antes. Ese día se celebraba Sant Bartomeu y el pequeño estaba ilusionado con un castillo de fuegos artificiales que le habían contado que se lanzaba por la noche, así que Pujolatí quiso sorprenderle con una pirotecnia casera. Había manipulado dinamita con su empresa de perforaciones, pero desconocía que esa pólvora se encendía como el fósforo al raspar con una superficie rugosa, como el interior de ese tubo oxidado.

El péndulo de cuarzo de ‘Pujolatí’. | T.E.

«El médico me dijo que, si hubiera explotado cuatro centímetros más arriba, no lo hubiera contado». Sin su mano izquierda, creyó que no podría aprovechar su gran especialidad nunca más, ya que no podría volver a sostener la vara de acebuche, en forma de Y, que se inclinaba y retorcía por sí sola cuando pasaba por una corriente de agua subterránea.

Como un brujo

«En un sitio como Ibiza, donde no llueve durante buena parte del año, tener agua es imprescindible. Ahora no cuesta ningún esfuerzo perforar la tierra, aunque sí dinero, pero años atrás era un trabajo inmenso. Los aiguaders [zahoríes] eran personas muy valoradas porque solían garantizar que el esfuerzo de hacer un pozo iba a dar resultado», apunta el folclorista Vicent Marí Serra, Palermet.

Entonces, dado que eran escasísimas las personas con esta capacidad en cada comunidad, ¿llegaban a tener la consideración social de un médico o un cura? «Más bien eran como un brujo. Un sacerdote o un médico tienen sus conocimientos porque han estudiado para ello, mientras que ser zahorí es un don», precisa Palermet.

Él ya conocía a Pujolatí porque, trabajando en una finca de Cala d’Hort, recurrieron a sus servicios para marcar el punto donde perforar un pozo. Ahora se han reencontrado rodando un documental para el programa ‘Units pel nostre parlar’ del Ayuntamiento de Sant Josep, con el que distintas entidades del municipio desarrollan proyectos para recuperar el patrimonio lingüístico y cultural.

En el caso de Sant Agustí, el presidente de la Asociación de mayores, Pep Marí, Reganes, propuso recopilar el testimonio de los oficios del campo ya desaparecidos y que, décadas atrás, eran indispensables en una isla autosuficiente. El año pasado iniciaron la saga de ‘Oficis de la pagesia’ con la joven realizadora josepina Mar Tur, que repite en esta nueva producción, que se proyectará el 6 de septiembre en Can Jeroni.

Mientras que en la primera edición se limitaron a entrevistar a los personajes, ahora han querido mostrar también el trabajo de campo con los protagonistas. Por ello, han invitado a Palermet como asesor etnográfico y, además, se da la circunstancia de que él también es capaz de encontrar corrientes subterráneas con una vara, aunque nunca haya perforado el suelo.

Vicent 'Palermet', Xico 'Pujolatí' y Pep 'Reganes' TONI ESCOBAR

«Me reía de los zahoríes»

En cambio, Pujolatí ha excavado «más de mil pozos» y marcado otros tantos («pagaría por saber exactamente cuántos»), porque su actividad profesional, que empezó con unos socios que adquirieron compresores, no siempre ha ido de la mano de su don.

«Me di cuenta con 17 o 18 años», detalla Pujolatí, que en enero cumplirá 85. «Yo me reía cuando veía un zahorí buscando agua, no me lo creía», reconoce. Un día, se enteró de que un aiguader marcó un pozo en una finca vecina. «Era el más reconocido de esta zona, se llamaba Mallola y era de Sant Antoni».

La curiosidad le empujó a coger una vara e ir a buscar la señal en el suelo que indicaba dónde había que empezar a excavar. Al llegar, el acebuche se empezó a retorcer sin que él pudiera evitarlo.

"Toniet d'en Jaume no necesitaba vara. Iba andando sin nada y, al encontrar una corriente de agua, se le erizaba el vello"

decoration

Cada extremo lateral de la vara se sostiene con el puño mirando al cielo y los brazos extendidos, mientras que la rama central queda fija en el horizonte. No hay que agarrar con fuerza, simplemente andar con normalidad. No se produce la misma reacción con todos los zahoríes. En el caso de Pujolatí, cuando caminaba a lo largo de una corriente subterránea, se torcía hacia arriba, mientras que si la cruzaba transversalmente, caía hacia el suelo.

«Hay muchos materiales que sirven, pero yo siempre aconsejo que un aiguader emplee solamente uno y yo siempre buscaba con acebuche», apunta. También conoció un caso excepcional, «Toniet d’en Jaume, de Sant Miquel», con el que solo coincidió una vez que jamás olvidará. «No necesitaba vara. Iba andando sin nada y, al encontrar una corriente de agua, se le erizaba el vello», detalla con asombro.

Un momento del rodaje del documental de la realizadora Mar Tur en Sant Agustí. Vicent 'Palermet'

Los suizos escépticos

No toda la gente que ha recurrido a sus servicios creía en su fiabilidad. Es el caso de una pareja de suizos que compraron un terreno en Sant Agustí y les habían aconsejado que, si querían saber si podían tener un pozo para autoabastecerse, Pujolatí era la persona indicada.

"Me daba cuenta de que el señor se escondía para reírse porque no se creía lo que yo estaba haciendo"

decoration

«No encontré nada en todo el terreno y me daba cuenta de que el señor se escondía para reírse porque no se creía lo que yo estaba haciendo», bromea. Un vecino de los suizos les dijo que podían buscar en la parte de su finca más cercana a la casa de los suizos, así que el aiguader se puso manos a la obra. Dio con una corriente y señaló el punto donde perforar el futuro pozo. «El señor se seguía riendo. Al día siguiente, su mujer hizo una vara y se fue a la marca que yo había dejado y empezó a llamar a su marido: ‘Mira, mira, aunque la aguante con fuerza, se inclina’».

Pero tras el accidente del día de Sant Bartomeu de hace 50 años, Pujolatí creía que ya nunca más podría dar con las corrientes subterráneas.

A los pocos meses de ese aciago día, y tras recuperar la movilidad, un hombre de Sant Rafel fue a buscarlo. «Le conté que había perdido una mano y que no podía encontrar agua, pero me hizo ir con él igualmente». Me dio una cadena con una medalla de la virgen que llevaba puesta, la colgué de mi mano. Di con una corriente y marqué con dos puntos su anchura. Excavamos en el centro y hasta dar con el agua», recuerda.

A partir de entonces, volvió a aprovechar su don con péndulos, como el que sostiene para mostrar una «vena de agua» que pasa por Can Pujolatí. Cuando está encima de la corriente subterránea, la bola de cuarzo oscila de lado a lado.

No enfaden al zahorí

La tradición manda que al zahorí hay que tenerlo contento, porque, si no, puede «encantar el agua», apunta Palermet. Sus abuelos le contaron la leyenda de la finca de Cas Marins, entre es Cubells y Sant Josep, donde el aiguader marcó un pozo del que manó un abundantísimo caudal tras pocas paladas. Fue tan fácil que el dueño de la finca no quiso pagar el carnero acordado. «Se sintió engañado y encantó el agua. No se secó, pero menguó muchísimo el caudal, que se cuenta que acabó saliendo en es Broll de Buscastell», relata Palermet.

Compartir el artículo

stats