Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Educación

Regreso al paraíso de la infancia en Sant Vicent de sa Cala

La mallorquina Eva Rincón ejerce la docencia en el Camp d'Aprenentatge, la antigua escuela unitaria donde vivó con su familia de pequeña

Eva, en primer término, su hermana María Jesús, en medio y con la rodilla vendada, y su amiga Pepita. | D.I.

Hay una imagen que Eva Rincón evoca vivamente del 1 de septiembre de 1977, a pesar de que solo tenía nueve años. El Citroën dos caballos dentro de una red de carga elevándose hasta el barco, los rollos de papel higiénico lanzados desde la borda y su gente más querida de sa Cala de Sant Vicent despidiéndose desde el puerto de Vila. Recuerda especialmente cuando se separaron de Eulària de Can Joan Rieró, la casa más cercana a la escuela unitaria que fue su hogar durante cinco años. «Fue un drama», apunta Rincón.

Los padres de Eva, Valentín y María Jesús Bustos, volvían a Mallorca con sus dos hijas, después de una temporada destinados a Ibiza como maestros. El regreso a Palma fue muy duro. «No quería irme, creo que sufrí como una depresión infantil. Me dicen que me encerré en una habitación y no quería salir. Estaba muy enfadada y todo me parecía una injusticia». El tono de voz de Rincón, vivo y alegre, se apaga levemente al relatar el final de esa etapa. «Fueron cinco de los mejores años de mi vida», subraya.

Ahora está punto a recibir a un grupo de alumnos en el Camp d’Aprenentatge de sa Cala, donde escolares de toda Balears se van rotando para participar en los itinerarios educativos de este centro. Allí pueden conocer el pasado fenicio-púnico en la cueva de es Culleram o los trabajos del bosque con las sitges (carboneras) o los hornos de cal y de pez que se encuentran por la zona, entre otras actividades didácticas.

Eva Rincón, durante el itinerario sobre los trabajos del bosque. J.A RIERA

Además, es el único campo de aprendizaje que cuenta con un taller de apicultura, un programa que lo convierte en uno de los más demandados de Balears. Salta a la vista que tanto Eva como su compañero, Pere Planells, disfrutan de un trabajo en el que los escolares suelen descubrir un mundo que les resulta fascinante.

Los maestros que acompañan a estos niños también suelen sorprenderse tras conocer a Eva Rincón y enterarse de que ahora está trabajando en el mismo rincón apartado entre las colinas de es Amunts donde vivió y se crió de pequeña. Entonces, el actual Camp d’Aprenentatge aún era la vieja escuela unitaria de Sant Vicent, donde sus padres fueron los últimos maestros que impartieron clases.

"En 1972, sa Cala era otro mundo que no tenía nada que ver con Palma, pero tampoco con Vila ni con Santa Eulària"

decoration

La mano del cura

La estrecha relación de esta familia surgió de un imprevisto. Valentín Rincón había sido maestro en varios colegios de Palma y se encontraba en un curso de francés en Grenoble cuando se adjudicaban los destinos para el siguiente año. Creía que su mujer, María Jesús Bustos, podría elegir por él mediante un poder, pero hubo algún problema con ese trámite.

«Cuando llegó, se encontró con que el resto había pasado por delante y quedó el último de la lista», explica Eva. Solo quedaba la escuela unitaria de sa Cala, el pueblo históricamente más apartado y aislado de Ibiza. «En 1972, sa Cala era un mundo que no tenía nada que ver con Palma, pero tampoco con Vila ni Santa Eulària», resume.

El maestro mallorquín se trasladó solo a Ibiza, como avanzadilla, pensando que tal vez al curso siguiente podría regresar a Palma. Su madre era ibicenca y había visitado la isla, pero nunca había ido a Sant Vicent. Además de la escuela unitaria con vivienda para el maestro, construida en 1919, solo había la iglesia y el Café casa Pepe, que a su vez era estafeta de correos y tienda. También vendían carne si se pedía con antelación, ya que el tendero tenía ir a buscarla Vila.

Fue al bar a presentarse y, además del dueño, allí se encontraba el párroco, Josep Ribas. «Les contó que era el maestro que venía de Mallorca. Monseñor le estrechó la mano le dijo ‘¿qué necesitas?’ Mi padre siempre incide en que las palabras fueron ‘¿qué necesitas?’ y no ‘si me necesitas para algo, aquí estoy’». De allí se forjó una larga y estrecha amistad, que aún perdura a día de hoy, hasta el punto de que Josep Ribas viene a ser un miembro más de la familia. «Cuando mi padre viene a pasar unos días aquí, están juntos en todo momento».

La familia Rincón Bustos, con el párroco Josep Ribas en la antigua escuela y casa.

La familia Rincón Bustos, con el párroco Josep Ribas en la antigua escuela y casa. Eva Rincón sa Cala

El joven maestro mallorquín superó rápido la incertidumbre y se enamoró de un lugar que imaginó ideal para los suyos. El puente del Pilar de 1972, se reunieron todos en la cala. Eva contaba con cuatro años, dos menos que su hermana María Jesús. «Veníamos de Palma y éramos muy torpes, siempre íbamos con las rodillas raspadas de tanto caernos», apunta.

La madre, también maestra, se incorporó al curso siguiente y las dos aulas de la escuela pasaron a estar dirigidas por un mismo matrimonio. «Aquí no era ningún estigma ser hija de los profes. Éramos unas más para el resto de niños , pero en Palma sí que a veces te veían como una enchufada», recuerda.

Vivían sin tele, aunque a veces se escapaban hasta Can Joan Rieró para verla. «El único riesgo podría ser cruzar la carretera, pero no pasaba ningún coche», bromea. Los domingos eran incluso más alegres. «Todo la gente del pueblo venía a misa y después nos juntábamos todos en el café. Era como una gran fiesta porque nos juntábamos fuera de la escuela todos los niños, porque, el resto de días, casi todos venían andando desde muy lejos».

Las hermanas Eva y María Jesús con otros niños de sa Cala en un Carnaval en el Café Casa Pepe. Eva Rincón sa Cala

La mano de la bailarina

El microcosmos de sa Cala le abría también una pequeña ventana cosmopolita que jamás hubiera encontrado en Palma. La familia estaba tan a gusto que se quedaban en verano, a pesar de tener casa en la capital mallorquina. Eso les permitió labrar una amistad con Leif Borthen y Elsa Askeland, una matrimonio de reputados periodistas noruegos que tenían casa cerca de ses Caletes.

Dolores Laga, una figura internacional de la danza, traías cada verano a un grupo de alumnos de su academia en Bruselas

decoration

Pero la figura que realmente marcó a la pequeña Eva fue Dolores Laga. Era una bailarina belga, de origen valenciano, que se convirtió en figura internacional de la danza y llegó a ser solista de Maurice Béjart, uno de los coreógrafos más importantes del siglo pasado.

Laga tenía una casa en sa Punta Grossa y cada verano traía a un grupo de los alumnos de su academia de Bruselas. Cada día ensayaban en el teatro del salón parroquial -«es magnífico»- y, al final de su estancia, ofrecían algún espectáculo. Eva iba todas las mañanas a ver sus ensayos.

«Los veía tirados en el suelo estirándose y me parecían una gente muy rara», recuerda entre risas. Un día, la reputada profesora invitó a la pequeña curiosa a sumarse a una clase. «Tenía seis o siete años. Era bajita, fortachona y pagesa, así que lo mío era subirme a los árboles. Toda la vida recordaré que Dolores me cogió la mano, que era como una pelota. La suya era fina y sus dedos muy largos, ¡me parecía que éramos de razas diferentes! Era muy sofisticada, con unas botas hasta los muslos». Acababa de nacer su pasión por la danza .

El curso 75-76 fue el último en que estuvo en funcionamiento la escuela unitaria de sa Cala, aunque la familia siguió viviendo allí un año más. Los niños de todo el municipio se unificaron en el colegio del pueblo de Sant Joan, donde Valentín Rincón impartió su último año de clases en Ibiza. «Fue como descubrir un mundo nuevo, yendo en autobús todas las mañanas y conociendo a niños de Sant Llorenç, Sant Miquel y Sant Joan», recuerda. Solo pudo disfrutarlo un año.

Eva Rincón, frente al Camp d'Aprenentatge, la antigua escuela unitaria y su hogar durante su infancia. Eva Rincón sa Cala

En Palma, Eva tenía claro que quería dedicarse al baile. Ingresó en el Conservatorio de Danza de Mallorca nada más fundarse y a los 16 se mudó a Madrid para cursar el grado superior de la especialidad. Se dedicó 13 años profesionalmente a su vocación, «pero no había muchos ingresos». «En esa época, era un mundo muy difícil.

Regresó a Palma, con 22 años y toda la incertidumbre. Sus padres le animaron a seguir la tradición familiar. Acabó Bachillerato («lo había dejado en primero») y, con 27 años, obtuvo el título de maestra en Educación Física. Estuvo destinada en Menorca y después en Sant Joan. Años después, se enteró de que quedaba una vacante, por jubilación, en el Camp d’Aprenentatge de sa Cala.

Jamás se había roto su vínculo con el lugar, puesto que su familia seguía veraneando allí tras su regreso a Mallorca. Pero era una oportunidad única para ello, sobre todo en un momento en que quería cambiar de aires.

«Está prácticamente igual que hace cincuenta años. Solo está la iglesia aquí al lado y el Café Casa Pepe, que lo regenta el bisnieto del fundador. Y esa casa al otro lado de la carretera es Can Joan Rieró», señala.

Compartir el artículo

stats