Los empresarios de Ibiza y Formentera se toman con resignación la obligación de usar mascarillas en los espacios públicos para prevenir los contagios y propagación del Covid-19, una medida acordada ayer por el Govern balear que será de cumplida obligación a partir del próximo lunes. Las patronales creen que, si bien esta medida sanitaria contendrá los rebrotes, posiblemente tendrá un efecto negativo indeseable: afectará a las reservas. Si ya eran pocos los turistas dispuestos a venir a las Pitiusas para lo que queda de temporada, lo más seguro es que su número se reduzca aún más en cuanto se divulgue esa obligación en España y en el extranjero.

«Hay que ir con mucho cuidado con ese tipo de decisiones porque no se pueden imponer medidas restrictivas superiores a las que ya se obligan a nuestros visitantes. Eso es contraproducente para el turismo», advierte José Antonio Roselló, vicepresidente de la Confederación de Asociaciones Empresariales de Balears (CAEB). Roselló recuerda que «en Europa, como hasta ahora aquí, no era obligatorio ponerse la mascarilla si se mantenía la distancia de seguridad. No tiene sentido aplicar aquí medidas más restrictivas que en sus países de origen porque se desestimula que vengan y se favorece a los mercados competidores».

Problemas colaterales

Problemas colaterales

El vicepresidente pitiuso de la CAEB considera «comprensible que haya algún tipo de vuelta de tuerca, pues hay muchos comportamientos irresponsables, pero a veces, cuando se barre de una manera generalizada, se puede generar algún que otro problema colateral». Pone el ejemplo de las zonas de esparcimiento al aire libre de los hoteles (no las piscinas que, en principio, han quedado exentas, como las playas): «Se ha de tener una especial consideración para no imponer incomodidades y penalidades suplementarias a los turistas». Apoya que se persigan «los comportamientos irresponsables que se están dando en fiestas y algunos establecimientos, pero hay que ser muy cuidadosos en la implementación de esa medida en lo que afecta a nuestro principal sector, el turismo. Hay que afinar bien».

Advierte Roselló de que la obligación «afecta a halls de hoteles, a zonas de esparcimiento, incluso a los minigolfs», y subraya que «sería un poco excesivo que en las cafeterías cercanas a las piscinas se obligara a usar la mascarilla mientras se espera a que te pongan un café o la comida».

Alfonso Rojo, presidente de la Pimeef, si bien quiere leer «la letra pequeña» una vez se publique en el BOIB, entiende que «es una medida sanitaria, por lo que no tocará más que cumplirla y hacerla cumplir, con la esperanza de que realmente sirva para que no haya rebrotes». Porque el coronavirus es, a su juicio, «una espada de Damocles para la isla. Un brote sería brutal para nosotros. La repercusión que tendría mediáticamente para las Pitiusas nos mataría».

También es consciente de que el uso obligatorio de la mascarilla en la vía pública «durante las vacaciones coartará a muchos turistas a la hora de decidir si vienen a este destino, pero sería mucho peor la noticia de que se nos tuviera que confinar por rebrotes. Haría bastante más daño».