La crisis del coronavirus ha dejado a cientos de trabajadores fijos discontinuos y a los autónomos temporales en una situación laboral muy delicada. En el caso de los fijos discontinuos, en un auténtico limbo, si bien podrían salir de él si se cumple lo que prometió el martes en el Parlament Francina Armengol. La presidenta del Govern aseguró que podrán cobrar la prestación por desempleo en condiciones similares a las del resto de trabajadores ya afectados por la avalancha de Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE). «Se facilitará el acceso al paro de los fijos discontinuos que todavía no se habían incorporado a la actividad», dijo Armengol.

Eso sí, esa medida deberá ser validada antes por el Consejo de Ministros, como avisa Fernando Fernández, secretario general de la UGT pitiusa.

Hasta entonces, el limbo continúa y muchos de esos empleados temen por su futuro inmediato. La mayoría llegaron hace escasos días o semanas a la isla para iniciar, como cada año, la temporada, lo que les supuso un gasto importante. Una vez aquí no han podido incorporarse a sus puestos. Han pagado el viaje desde sus lugares de origen y tienen que hacer frente a un costoso alquiler (y fianza). Sus finanzas llegarán a un estado crítico si no perciben pronto algo de capital.

Sin prestaciones

Es el caso de Sebastián Glenz, argentino que desde el año 2009 hace la temporada en Ibiza. Es cocinero en el restaurante Sa Punta de Talamanca, que generalmente abre en abril o en Semana Santa. Desde hace dos años pasa el invierno en Ibiza. Este comenzó a cobrar el paro en noviembre: «En marzo recibí la última prestación. Inicialmente, eso no me preocupaba porque si bien en abril no iba a cobrar aún el sueldo, podía vivir de adelantos y de propinas. El problema es que no vamos a poder trabajar hasta no se sabe cuándo».

Ni adelantos, ni salario ni propinas le esperan en las próximas semanas. Su futuro es bastante negro: «Pedí la ayuda del Covid-19, pero desde el SOIB, por teléfono, me dijeron que no podía recibirla porque no se había llegado a activar mi contrato. Lo único a lo que puedo acogerme es al subsidio de 420 euros. Pero para eso ha de transcurrir un mes desde que cobré el paro. Como me lo dieron el 10 de marzo, el 10 de abril podría solicitarlo... y no lo percibiré hasta el 10 de mayo». Si es que el confinamiento acaba en abril: «Vivo en un limbo».

Y a la falta de recursos se suman los gastos. Reside con otros dos amigos (en su misma situación) en una casa de Vila. Pagan 1.600 euros de alquiler, más la agencia y la fianza: «Nos hemos quedado casi sin un euro». Uno de ellos es Martín Gómez, cocinero fijo discontinuo que trabajó desde diciembre hasta la pasada semana, cuando su empresa cerró. Posiblemente, él sí se podrá acoger a un ERTE.

Sin ahorros, paro ni contrato

El otro inquilino es Andrés Naumann, también trabajador fijo discontinuo de Sa Punta. Hace la temporada en Ibiza desde el año 2008. «En marzo vengo a Ibiza para alquilar piso. Este año llegué desde Buenos Aires vía Barcelona. Cogí el ferry con mi coche el martes pasado, el 17 de marzo. Llegué justo, y porque soy residente pude pasar».

El lunes habló con la gestoría de su trabajo y con su jefe: «No saben cuándo se abrirá. Teníamos que empezar el 30 de marzo, pero les supone mucho dinero en contratos, y más en abril, cuando nos preparamos para el momento fuerte de la temporada». Naumann terminó la temporada el 17 de octubre: «No cobré el paro porque me fui directamente a Argentina a visitar a mi madre. Tenía unos ahorrillos y pensé que de esa manera podía acumular el paro para momentos en que lo necesitara. Ahora, al no activarse el contrato, no lo puedo cobrar». Tras cinco meses desempleado, sus recursos han menguado. La propietaria del piso les ha dicho que no se preocupen, pero quién sabe hasta cuándo aguantará.

Francisco Medina y Luciana Sánchez

se han quedado compuestos y sin alojamiento. Llegaron a Ibiza desde su Olvera (Cádiz) natal el 21 de febrero, dado que Sánchez se incorporaba como camarera de piso al hotel Mar Amantis, de la bahía de Portmany, el día 24 de ese mes. Debido a la suspensión de los viajes del Imserso, el 10 de marzo fue cesada de su actividad. A Medina ni siquiera le dio tiempo a reintegrarse a su puesto de jefe de bares, en el que debía empezar el 13 de marzo.

Luciana Sánchez podrá cobrar, al menos, dos meses que le quedaban de paro, pero él nada, a no ser que el Consejo de Ministros lo remedie. Además, en cuanto cerró el hotel, ambos fueron desalojados de la habitación que se les había facilitado para vivir durante esta temporada. Dos amigos los han acogido en su casa hasta que finalice el confinamiento. Se sienten atrapados por la cuarentena y lamentan el gasto que hicieron en el viaje. Podrían haber esperado en Cádiz a que amainara esta tormenta laboral.

Autónomos temporales

Pequeños comerciantes al borde del colapso

Otro sector laboral al que el coronavirus ha dejado descolocado y, en algunos casos, al borde de la ruina, es el de los autónomos temporales, que suelen tramitar su alta en la Seguridad Social en marzo o abril y se dan de baja en septiembre, octubre o noviembre. La Unión de Asociaciones de Trabajadores Autónomos y Emprendedores (Uatae) ha instado al Gobierno a que puedan acogerse a la prestación extraordinaria impulsada por la crisis del coronavirus. La situación por la que atraviesan es tan complicada que en Ibiza se ha creado la Plataforma Autónomos Temporales Afectados por la Crisis del Covid-19. Ya cuenta con 700 seguidores en Facebook, entre artesanos, pequeños comerciantes o de negocios de hostelería y vendedores ambulantes. La mayoría son de Ibiza, aunque los hay también baleares y de la Península.

Una de las afectadas es Ana Ordóñez, artesana del cuero que vende sus productos (collares o arneses para perros) en mercadillos. Unos años se da de alta en febrero, otros, como iba a hacer este, en abril. «Como autónoma temporal, nunca tengo un año consecutivo de cotización, por lo que no puedo acceder al paro», indica. Dejó de ingresar dinero en octubre.

A principios de marzo viajó a Alicante e invirtió allí el capital que le quedaba en cuero: «Vine cargada de material. Tengo un montón sobre la mesa. Una gran empresa no tiene por qué arriesgarlo todo, pero los pequeños autónomos invertimos todo lo que tenemos, nos la tenemos que jugar. En mi caso, hasta el último euro». Tiene amigos en su misma situación, o peor: algunos acaban de ser padres, otros mantienen a dos o tres críos.

«Me siento desamparada»

También pasa por un momento complicado Carmen Martínez, que tiene una pequeña tienda en es Canar, en la que vende ropa y complementos, sobre todo cuando el hotel Punta Arabí está abierto y funciona el mercadillo hippy. Este año, esta autónoma ni siquiera ha tenido tiempo para darse de alta. «Me siento desamparada», comenta. Sobre todo para afrontar sus gastos habituales, como el alquiler de la tienda y de su vivienda. El dueño de la casa ya le rebajó el alquiler en la anterior crisis económica.

Lleva dos temporadas flojas («sobrevivo con esta tienda», confiesa), a lo que se suma que esta a lo mejor empieza tarde o se queda en blanco. Es consciente de que si la actividad no comienza hasta julio, «será un año perdido». Lo cual no le librará de tener que pagar la línea de crédito que cada año abre con el banco.

El próximo invierno pinta mal para muchos autónomos y trabajadores que viven de lo ganado en verano.