Begoña Ibarrola participó el pasado día 7 en el ciclo La Aventura de Educar en Familia que organiza el Ayuntamiento de Santa Eulària con la conferencia 'Gestionando las emociones en familia'.

¿La gestión emocional corresponde a las familias?

No, a la familia y a la escuela, evidentemente, y a toda la sociedad. Lo que pasa es que en la familia se empieza. La primera escuela de la educación emocional es la familia; luego ya, la escuela, por supuesto que tiene también su papel.

¿Pero delegan las familias demasiado en la escuela?

Quizás cuando no saben cómo manejar algunos temas, sí. La gestión emocional no es algo en lo que nos hayan educado a los adultos y entonces delegan porque dicen: 'Yo no sé qué hacer'. Pero realmente la familia es la que debe asumir el protagonismo en la educación emocional.

Entonces, ¿cómo ayudar a los hijos a gestionar sus emociones cuando los padres y las madres no han aprendido a hacerlo?

Primero con la observación, ya que de hecho todos los seres humanos, antes de nacer, empezamos a sentir emociones. Cuando nacemos nuestra primera comunicación es emocional, gestual, y los padres interactúan con el bebé sólo a nivel emocional, eso está en el ADN. Otra cosa es que cuando empiezan a tener respuestas, a los dos o tres años, con las crisis, las pataletas, los padres no saben qué hacer y por eso se forman, leen, van a cursos. Yo llevo 22 años dando cursos a familias y cada vez hay más demanda; ellos saben que tienen que actuar de alguna manera ante la rabieta, que tienen que poner límites, pero a veces no saben hacerlo y se les enseña.

¿Cómo?

Lógicamente lo primero es que tienen que ser adultos emocionalmente estables y ahí es donde se tienen que trabajar ellos para también servir de modelo a los hijos.

Dice que lleva 22 años dando cursos y que cada vez tienen más demanda. ¿Por qué? ¿Hay más inseguridad?

Creo que hay dos factores: lo que tú dices y que cada vez hay más interés en educar mejor. La sociedad tiene una incertidumbre mayor, está muy estresada, con muchos estímulos y muchas cosas que llegan a nuestros hijos, que a veces nos gustan y a veces no. Y la familia dice: 'Tengo que hacer algo frente a esto'. Se preocupa, se forma y se informa. Pero lo primero es incorporar la gestión emocional en sus vidas, en su día a día y una vez que se empieza a practicar, es sencillo.

¿Por qué es importante enseñar a gestionar las emociones?

Primero porque nosotros somos seres emocionales, antes que seres pensantes. Y si bien todas las emociones son legítimas no se pueden expresar de cualquier manera. Al estar en sociedad, es necesario que aprendamos en qué momento hay que expresar, con quién, de qué manera, pues expresar esas emociones sin hacer daño es la base de la gestión emocional.

Pero...

Pero también lo es saber controlar y encauzar adecuadamente estas emociones, es decir que si entro en un bucle de preocupación que me genera ansiedad, yo tenga herramientas para salir de esta emoción. Eso también forma parte de la gestión emocional y es muy importante. Porque yo pienso que las emociones son muy potentes en nuestra vida; la felicidad, el bienestar y la salud dependen mucho más de cómo nos sintamos que de cuántos másteres o cuántas formaciones tengamos.

Habla de emociones de forma genérica. ¿Cuáles son las que se deben aprender a gestionar?

Una emoción es una reacción y la podemos vivenciar como que algo ha pasado en mi interior, hay una conmoción interna en mi estado de ánimo. Las básicas son alegría, tristeza, miedo, enfado, sorpresa y asco. Cada una tiene una función diferente y todas son muy útiles, pero no las puedo expresar de cualquier manera. Por eso, en la gestión emocional lo primero es reconocer que lo estamos sintiendo, ponerle nombre, y luego entender por qué se ha producido. Ahí el autoconocimiento es básico. También aprender a tolerar la frustración, a regular las emociones, a llevar la calma.

La calma para, como decía, no hacer daño a los demás.

Ni a los demás ni a uno mismo. Porque si exploto, hago daño a los demás, y si implosiono, me lo hago a mí. Por ejemplo, muchas depresiones tienen su origen en enfados no expresados, en los que te tragas la rabia. Y tiene que haber un punto medio: aprender a soltarla, a canalizarla, de una forma adecuada. Y todo eso es a través de estrategias que se enseñan y se aprenden.

¿Cuáles son esas estrategias esenciales que daría a las familias para aprender a gestionar sus emociones y enseñar a sus hijos?

Como decía, la primera es poner nombre a las emociones. La segunda, quererse y valorarse para no ser personas dependientes emocionalmente. Otra, aprender a manejar bien la frustración, en lo que desgraciadamente vamos a peor. La cuarta estrategia sería la regulación emocional: no hay que ahogar ni reprimir las emociones sino expresarlas de forma adecuada. La quinta es enseñar a entrar en calma. La sexta, a pensar en positivo, con una actitud que permita buscar soluciones a los problemas. La séptima es enseñar a ser empático y a ponerse en el lugar del otro y, la última, a ser asertivo, a defender los valores sin hacer daño a los demás ni ser sumisos.

¿Qué diferencias hay en el crecimiento de un niño que aprende a gestionar sus emociones y uno que no? ¿Cómo son de adultos?

Llevamos ya casi 25 años investigando esto y ya hay muchas comprobaciones científicas, evidencias y experimentos que se han hecho con niños a los que sí se les ha aplicado esta educación emocional y a los que no, y hay cosas que les diferencian claramente.

¿Por ejemplo?

En la frustración. Los niños que aprenden a gestionar sus frustraciones asumen y aceptan que todo en la vida no lo pueden controlar y cambiar. Y se frustran como cualquiera, pero salen de la frustración.

¿En qué más se nota?

También mejora el autoconocimiento personal, con lo que todo lo relativo a asunción de metas, objetivos en tu vida y sueños, lo haces en función de que te conoces bien, no de ideas falsas sobre ti. Además, por otro lado se nota también que los niños que no han recibido educación emocional tienen unas vinculaciones emocionales muy del momento, muy pobres, y cuando empiezan algunas relaciones afectivas y la cosa va mal, enseguida rompen porque no son capaces de generar espacios de diálogo donde puedan compartir emociones hablando desde el corazón.

¿También influye en la salud?

Otra de las cosas que se han observado mucho es que las personas [que han aprendido a gestionar sus emociones] tienen mejor salud. Es curioso porque las emociones inciden mucho en la salud y una buena gestión emocional no evita que enfermes, pero permite que te recuperes más rápido. Y por supuesto con algunas emociones suben las defensas del organismo y estás más fuerte frente a cualquier problema que haya a tu alrededor.

¿Alguna cosa más?

También en el rendimiento académico. En muchos colegios se han hecho estudios viendo qué sucede si un grupo tiene educación emocional y otro no. Y lo que pasa es que aumenta el rendimiento entre los que saben regular sus emociones porque, por ejemplo, frente a un examen saben controlar su ansiedad; se les ha entrenado para que su cerebro funcione a pleno rendimiento y que sus emociones no interfieran. Porque las emociones, si no se saben gestionar, pueden ser nuestras grandes enemigas y generarnos muchos problemas. Y además disminuyen los problemas de conducta, pues saben evitar conflictos y si se producen, saben llegar a acuerdos.