La noche del 9 al 10 de septiembre de 1919, hace un siglo, un huracán de fuerza 4 en la escala Saffir-Simpson (la 5 es la más alta) barría las costas de Cuba con vientos de 240 kilómetros por hora y echaba a pique al trasatlántico español 'Valbanera'. No sobrevivió ninguno de los 488 pasajeros y tripulantes que iban a bordo del que se bautizó como el 'Titanic de los pobres'. El buque, de la naviera Pinillos, cubría la ruta entre Barcelona y el Caribe. Había partido un mes antes, el 10 de agosto, del puerto catalán con 68 pitiusos a bordo, de los que se salvaron 50.

Nada se supo del destino del 'Valbanera' hasta el 19 de septiembre, cuando sus restos fueron hallados por un torpedero norteamericano, el 'USS C203', en los Bajos de la Media Luna, un banco de arena en el que quedó atrapado el casco durante aquella tormenta perfecta. Sólo asomaban la toldilla y el mástil de popa. Los buzos no hallaron ni uno del casi medio millar de cuerpos que se suponía que habían naufragado. El diario ABC publicó que, probablemente, habían sido «comidos por los tiburones».

Es Diari se hizo eco de la noticia el 24 de septiembre con el titular 'Ibiza está de luto'. Se temía entonces que hubieran perecido todos los emigrantes de la isla, aunque cabía margen para la esperanza: «Nos fundamos en que muchos que habían hecho diversos viajes a Cuba se quedaban en Santiago, aunque estuviesen despachados para la Habana, por ser más barato».

«Fortísimo viento» en Santiago

Y así fue. El 'Valbanera' llegó a Cuba el 5 de septiembre. De los 1.200 pasajeros que llevaba a bordo, desembarcaron allí 742, entre ellos aquel medio centenar de ibicencos. ¿Por qué? El desaparecido escritor Michel Ferrer Clapés apunta en 'Naufragio en el Caribe. La odisea de unos ibicencos en el Valbanera', varias posibilidades, entre ellas que «había comenzado a soplar un fortísimo viento que hacía presagiar la proximidad de algún ciclón», según le explicó en una entrevista Francisco Palerm Torres (que viajó con sólo 17 años de edad; un josepí embarcó con sólo 14 años), uno de los supervivientes.

Las noticias llegaban por entonces con cuentagotas, de manera que casi pasó un mes desde el naufragio hasta que se empezaron a conocer los nombres de 20 pitiusos que habían desembarcado en Santiago. Hasta entonces, se temía que hubiera perecido «la casi totalidad de los pasajeros ibicencos», publicó Diario de Ibiza el 25 de septiembre: «La casa de los representantes de la naviera Pinillos se ha visto invadida de gente campesina que iba en busca de noticias concretas de la catástrofe [...] Se han registrado escenas verdaderamente desgarradoras». En Eivissa, los pasajes habían sido despachados desde la calle de la Cruz, 21 por Manuel Pineda Puget.

De luto seis meses

Tan poco a poco se supo quiénes seguían vivos, que «hubo familias que mandaron celebrar misas en sufragio de las almas de sus parientes», incluso vistiendo luto «durante seis meses», según Michel Ferrer. En cuanto tuvieron conocimiento de lo sucedido con el barco que los había llevado hasta allí, muchos escribieron a sus familias desde Cuba para que supieran que no habían muerto. Pero hay que tener en cuenta que muchos eran analfabetos (el porcentaje era elevadísimo en esa época) y que el correo podía tardar semanas, quizás meses, en llegar a su destino desde Cuba: «Se sabe que son la mayoría de los ibicencos que iban en el vapor 'Valbanera' los que se quedaron en Santiago de Cuba, en vista de que estaba anunciado el ciclón que hizo naufragar dicho vapor. Así lo atestiguan muchas cartas de pasajeros que, despachados para la Habana, se quedaron antes en aquel puerto», detalló Diario de Ibiza el 14 de octubre.

Tras una exhaustiva investigación, Michel Ferrer explicó en su libro que era muy difícil concretar el número de pitiusos fallecidos, aunque calculaba que fueron entre «15 y 20». Cinco eran vecinos de Sant Mateu, entre ellos Antonio Escandell Roig, que casualmente era el jefe de cocina del 'Valbanera'. Identificó, además, a sendos fallecidos de Santa Gertrudis, Jesús, Sant Carles, Vila, Sant Antoni y Sant Joan, uno por localidad. Entre los muertos figuraba otro tripulante del vapor, Antonio Torres, que era «palero» (aprendiz de fogonero que palea el carbón para alimentar el hogar de la caldera). Pero del nombre de los demás muertos, nada.

Tres ibicencos se libraron, según Ferrer, del naufragio, entre ellos Miquel Costa Costa, de Santa Agnès, que no pudo embarcar en Barcelona al carecer de la documentación en regla. Juan Sala Torres, de Sant Mateu, desistió «ante los ruegos de un familiar, que le advirtió de que había tenido una premonición».

Para pobres

Juan Juan Ferrer, vecino de Sant Carles, tampoco pudo subir al barco por encontrarse enfermo. Pero sí viajó otro vecino de esa parroquia que «tras cuatro intentos frustrados» y después de superar los problemas de documentación, embarcó en el 'Valbanera'; todo apunta a que pereció en aquel naufragio», detalló Michel Ferrer.

El 'Valbanera' sólo tenía dos camarotes de lujo, a 1.250 pesetas por persona, además de cuatro de dos plazas para la llamada clase preferente. La primera clase estaba en la cubierta principal y constaba de camarotes de cuatro plazas, a 775 pesetas cada una. En segunda clase (de cuatro a seis personas por camarote) se pagaba de 400 a 600 pesetas. En tercera, (seis a ocho pasajeros por estancia), a 200 pesetas. En la sección denominada «Emigrantes» no había camarotes: «Se alojaban en literas metálicas de varios pisos sin intimidad alguna. Las condiciones higiénicas y de ventilación seguían un reglamento bastante estricto», explicó Ferrer en su libro. Cada pasaje allí costaba 75 pesetas (desde Canarias).

Hacinamiento

Aquel lumpen pasaba dos semanas metido en los infectos solallos ( cubiertas inferiores del buque). «Viajaban hacinados en los entrepuentes de las bodegas, en hileras interminables de literas metálicas de varios pisos y sin ninguna ventilación», según se explica en 'La naviera Pinillos y el desastre del 'Valbanera', de Diego Téllez, quien, además, subrayó la diferencia de precios de los billetes: «Semejante variación en el importe tenía su correlato en las condiciones de una y otra clase: de la ostentación de los primeros a la falta de privacidad e higiene de los segundos».

El naufragio del 10 de septiembre no fue el único suceso vivido en aquel vapor durante aquel año. En julio embarcaron a bordo a casi 2.000 pasajeros, cuando la capacidad de ese barco, de casi 122 metros de eslora y 14,6 metros de manga, era de unos 1.200 (además de la treintena que formaban la tripulación). Los 14 días que duró la travesía fueron terribles, según publicó en julio de 1919 el diario ABC. Gran parte de los pasajeros la pasaron en cubierta: «A causa de las lluvias, todos los que viajaron allí sufrieron enfermedades. Cuando llegó al puerto canario procedente de La Habana, 40 enfermos de gripe tuvieron que ser ingresados. Una treintena murieron a bordo, según detalló Michel Ferrer. Entre otras razones, por «una alimentación deficiente».

El primer y último viaje

Una de las consecuencias fue que el capitán fue relevado del mando. Su lugar fue ocupado por Ramón Martín Cordero, de 34 años de edad: «Pese a su juventud era un excelente marino, como ya había demostrado con anterioridad», contó de él el escritor ibicenco. Aquella fatal travesía a la Habana fue la primera y la última que hizo.

El viaje empezó mal. El 'Valbanera' perdió el ancla de estribor nada más salir del puerto de Santa Cruz de la Palma. Mario Luis López Isla indica en 'Valbanera': réquiem por un naufragio' que aquel marino realizó una «maniobra extraña, incomprensible» cuando se percató de que aquel ciclón que le impedía entrar en el puerto de La Habana no era una broma. «Algunos autores sostienen que el 'Valbanera' se presentó en el puerto de La Habana la noche del 9 de septiembre solicitando el auxilio de un práctico para entrar en la bahía. Testigos presenciales aseguraron ver un vapor emitiendo señales con una lámpara en código morse, probablemente provocado por la pérdida del equipo de telegrafía. Para entonces, la barra del puerto había sido clausurada debido a las pésimas condiciones meteorológicas. Ninguna embarcación estaba autorizada ni a ingresar ni a salir del fondeadero cubano», señala Téllez en su crónica. «De ser esto cierto -prosigue el autor- , el capitán Martín no pudo elegir peor trayectoria que la que siguió en dirección a Florida. Buque y huracán se encontraron la mañana del 10 de septiembre en el preciso instante en el que la borrasca se convertía en un ciclón de categoría 4, capaz de desarrollar vientos de hasta 250 kilómetros por hora».

Fue uno de los peores conocidos: «El huracán 'Cayos de Florida' es tenido por uno de los más mortíferos de la historia de los Estados Unidos, solo superado por monstruos como el 'Galveston' (1900; 10.000 víctimas), el 'Okeechobee' (1928; 2.500 víctimas) o el 'Katrina' (2005, 1.836 víctimas)». Causó 778 víctimas mortales.

Pero a pesar de que hubo casi una veintena de fallecidos ibicencos, sólo dos familias reclamaron el donativo que recaudó para los náufragos la colonia española de Cienfuegos, según investigó Michel Ferrer. Una de ellas fue suscrita por Catalina Boned Ribas, madre del joven Juan Costa Boned, de Sant Mateu. La segunda fue solicitada por Antonio Torres Planells, padre de Antonio Torres Mayans, de Santa Gertrudis. En Cienfuegos se recaudaron 9.462 pesetas, según publicó Es Diari el 27 de enero de 1920, que serían distribuidas por el alcalde de Cádiz Era necesario incluir un «certificado de buenas costumbres» que debían rubricar el alcalde y el párroco de la localidad de origen. También debía constar «el grado de pobreza» del peticionario y si su situación se debía a la muerte de su pariente. Todo facilidades.

Cientos de emigrantes pitiusos

El hundimiento del 'Valbanera' coindice con una época en la que cientos de pitiusos decidieron emigrar a América, especialmente a Cuba. El periódico anunciaba regularmente los viajes previstos. El 25 de junio zarpó el 'Roger de Llúria' (de la Naviera Vapores Tayá) desde Barcelona con destino La Habana. En Vila, Bernard Tur Puget despachó esos billetes. El 'P. Claris' (de la misma naviera) inició la misma travesía el 30 de julio. Era una marea humana motivada por la pobreza y por la certeza de que difícilmente podían cambiar las cosas en estas islas, donde lo normal era tener un trabajo penoso y mal pagado, como los de las salinas: «Gran número de jóvenes del campo marcharon para La Habana», informó Es Diari. El 4 de agosto de 1919, el periódico ya calculó que debían ser «más de 500 los jóvenes» que habín emigrado en las últimas semanas. «A este paso pronto no se encontrarán brazos y la agricultura, la industria y el comercio patrios serán los perjudicados», advertía el rotativo.

Era tal aquel fenómeno migratorio que Diario de Ibiza avisó de que algunos países, como Argentina, habían impuesto varios requisitos, como la necesidad de presentar antecedentes o certificar que no se había padecido enajenación mental ni se había ejercido la mendicidad en los últimos cinco años. Aun así, muchos no lograron viajar, como le pasó a uno de los fallecidos en el 'Valbanera', que no partió hasta el cuarto (y fatal) intento. En septiembre de 1919 regresaron de Barcelona a Eivissa dos jóvenes que no habían reunido «las condiciones que fijan las leyes de emigración» para viajar a Cuba.