Al brexit, la pasada semana se sumó otra mala noticia procedente del Reino Unido: la quiebra de Thomas Cook. Desde que conoció la noticia, el vicepresidente de la CAEB, José Antonio Roselló, tiene la mosca tras la oreja por lo que denomina «implosión interna» de ese gigante de la turoperación, el segundo más grande del mundo. Hay aspectos de su desmoronamiento que no le cuadran: «Choca que una de las primeras empresas de turoperación caiga cuando durante los últimos años el turismo mundial ha experimentado un auge importante», señala.

En ese sentido, recuerda que, actualmente, el turismo crece más que la economía mundial: «Y ese turoperador no operaba sólo en España. Lo hacía en todo el mundo, en Asia, Mediterráneo, Latinoamérica, Europa? Eso choca bastante». De hecho, el Financial Reporting Council (organismo regulador británico de contabilidad) ha abierto una investigación sobre la auditoría del ejercicio 2018. Quiere saber cómo es posible que el auditor (EY) avalara en septiembre de 2018 esas cuentas y calificara el negocio de solvente, de manera que Cook podía seguir operando un año más.

«Explicación insuficiente»

«Explicación insuficiente»

«Se dice -añade- que no se adaptó a la revolución digital ni a las compañías de bajo coste aéreo. Pero esa explicación es insuficiente. Seguro que hay algo más. Sería conveniente que el administrador de la quiebra dé alguna luz más sobre cómo ha podido pasar esto. Me cuesta creer que sea la única explicación». Porque no era una empresa pequeña. Tenía asesores de sobra para no caer de forma tan estrepitosa: «No olvidemos que tenía toda la información disponible. Estaban en primera línea de juego. Que se les pase por alto la revolución digital u otros temas, es muy discutible», subraya. TUI, por ejemplo, espabiló y diversificó su negocio.

Para Roselló, economista, «la pregunta que hay que hacerse es por qué tenía tanta deuda. Habría que analizar la dinámica de esa deuda en un momento en el que el turismo era muy boyante. No había una recesión turística». Un concurso de acreedores, una suspensión de pagos, «es más normal en un contexto de recesión», indica.

Y a diferencia de otras empresas del sector industrial, «donde cuesta más cobrar y la tesorería es más complicada, en la turoperación, más o menos, se cobra del público con bastante rapidez. ¿A qué viene entonces tanta deuda y ese quebranto en el balance?».

Rescate extraño

Rescate extraño

Son muchas las preguntas que se hace el vicepresidente de la CAEB, por ejemplo, «qué ha pasado exactamente para que corporaciones como Iberostar pretendieran salvar a Thomas Cook mientras el Gobierno británico se descolgaba diciendo que eso hubiera significado tirar dinero. Sería necesario saber qué veían en Cook los que querían salvar esa empresa, y las razones por las que el Ejecutivo del Reino Unido pensaba que no valía la pena hacer nada». Roselló recuerda que Gabriel Escarrer, máximo responsable de Meliá, «no quiso entrar en el rescate porque tampoco consideraba factible la salvación».

Respecto a si el hundimiento de Cook supondrá un cambio del modelo turístico, como aseguran algunos analistas, Roselló cree que «si bien puede suponer una desconfianza hacia el modelo de la turoperación, las cosas no cambiarán de un día para otro». «Yo creo -comenta- que se recompondrá el mercado con otros turoperadores, que cogerán lo que ahora queda libre, que absorberán lo que ha dejado Cook». El cambio de modelo, «si se produce, vendrá por los efectos subsiguientes de la revolución digital, no por la caída de ese turoperador», afirma.

A su juicio, «seguirá existiendo la turoperación, entre otras cosas porque es un modelo cultural en algunos países, como Alemania». Es posible, señala, que «algunos hoteles muy tocados por la quiebra de Thomas Cook decidan no confiar en más turoperadores y busquen ahora los clientes por su cuenta, de manera directa». Pero segmentos como el turismo familiar seguirán dependiendo, en buena parte, de la turoperación, pues «les resulta muy ventajosa». Es difícil que, de un día para otro, desaparezca un modelo por el que, en el caso de Ibiza, apuesta el 40% de los turistas procedentes del Reino Unido.