De la recepción que tuvo lugar ayer en la Cámara de Comercio pitiusa a cinco importadores y un periodista japoneses, hay una noticia buena y otra mala. La buena es que las palabras «sobrasada ibicenca» se dicen tal cual en ese idioma, lo cual supone una clara ventaja para nuestros charcuteros el día que la exporten a mansalva. La mala es que los nipones no tienen ni idea de lo que es ese embutido.

Están mucho más interesados en las bebidas espirituosas, especialmente en el universal vino. De hecho, todos ellos (incluidos el plumilla Yasuki Ukita, que publica en la revista de la Japan Air Lines y en el GQ) están especializados en la importación de esa bebida alcohólica y desde mañana y hasta el sábado visitarán cuatro bodegas y destilerías ibicencas, entre ellas la del propio presidente de la Cámara, Carlos Marí Mayans.

Amén de la traductora Miyuki Takamoto (con la que se vivieron momentos 'Lost in traslation' durante la recepción), entre los presentes había dos japonesas que hablaban castellano, como Sara Utsumi, de Seikosha Co. Ltd, una importadora de vinos de España y Portugal. Utsumi no conocía que en la isla se produjeran vinos: de ella sólo había oído hablar de sus famosas discotecas.

Esta ejecutiva (con un acento madrileño fruto del año que pasó estudiando en la capital y de los cuatro que aprendió el idioma durante su etapa universitaria en Tokio) cree que la sobrasada, de la que es la primera vez que oye hablar, podría tener éxito en su país. La dificultad es «introducir» allí ese producto, pues es «totalmente desconocido». El embutido requeriría una larguísima campaña, de años, para hacerse un pequeño lugar en las estanterías de sus tiendas para gourmets.

Coincide con ella Jessie Lin, de la importadora Casa Pino Japan. En su caso, esta mujer de apariencia oriental tiene un marcado acento plateño, pues nació en Argentina: «Es la primera vez que me hablan de que en Ibiza se produce vino». Su empresa importa productos vinícolas y de alimentación tanto a Japón como a Taiwan. Considera «muy difícil» la comercialización de la sobrasada ibicenca en ese mercado, más que nada «porque no se conoce. Primero habría que educar a los japoneses».

Interesa la sal

Interesa la sal

Sobrasada no, pero sal sí, muy cotizada, según afirma, en las tiendas de delicatessen niponas: «Allí interesa la que es de calidad, especialmente para restaurantes» de varios tenedores. Tiene clientes «que buscan cosas muy específicas», y la sal, la que le enseñarán estos días en las visitas a la Salinera y a la envasadora de Agua de Mar, podría tener salida.

En la ruta elaborada por la Cámara de Comercio no hay visitas a almazaras porque estas no han querido. No se apuntaron a esta iniciativa para darse a conocer a esos cinco importadores japoneses porque, según Dolores Tur, secretaria general de esa entidad, no confiaban en producir lo suficiente.

Porque no es fácil vender en el Extremo Oriente: «Es una aventura», reconoce Tur. De las 22 empresas pitiusas con las que hace un año contactaron para este proyecto, sólo una decena se apuntó a la elaboración de un folleto destinado a ese mercado. Y de esa decena, sólo la mitad participa en las visitas guiadas programadas hasta el sábado.

Precisamente, la única pregunta que partió de la comitiva japonesa fue cuál era el estado de la relaciones comerciales ibicenco-niponas: «En el ámbito económico, cero», admitió Marí Mayans, que explicó que se han reducido a «hechos puntuales, sin continuidad», de algunas bodegas y destilerías. No es fácil vender una sobrasada en Tokio.