«El cambio climático no entiende de territorios ni de fronteras. Mallorca, Barcelona, Valencia, Madrid, Sevilla, Londres, Chile, Francia o Japón. Iríamos donde fuera para apoyar a nuestros hermanos rebeldes», asegura una de las activistas del movimiento social Extinction Rebellion(XR) Ibiza.

Son las 13.30 horas del mediodía y un grupo de cinco 'rebeldes' (como se hacen llamar los integrantes del colectivo) cruza una de las pasarelas del dique nuevo de es Botafoc, en Eivissa, para subirse a un ferri rumbo a Palma. Allí, al día siguiente (por el 10 de agosto), tendrá lugar la primera acción de desobediencia civil no violenta organizada por el colectivo mallorquín de XR. El fin de estas protestas: «Presionar a los gobiernos para que establezcan políticas medioambientales encaminadas a frenar la emergencia climática que afecta a todo el planeta», informan.

El plan es, «de manera totalmente pacífica», bloquear una de las calles de la ciudad de Palma, colocar una pancarta de casi veinte metros en la muralla de la Catedral de Santa Maria de Mallorca y escenificar una performance sobre la «destrucción a la que el ser humano está sometiendo al planeta», en concreto, como baleares y mediterráneos, la representación giraría en torno al mar. El grupo ibicenco no conoce exactamente qué calle ha sido la elegida para el «bloqueo», pues los mallorquines prefirieron no dar toda la información, por si se filtraba.

El trayecto

El trayecto

En el barco las conversaciones giran constantemente en torno al mismo tema: la crisis energética, la crisis social y el descontento generalizado de estos cinco ciudadanos, que han decidido movilizarse para hacer algo que consideran «absolutamente necesario»: «Denunciar la inactividad de los gobiernos. Estamos contemplando ya las consecuencias del cambio climático. El deshielo, el aumento del nivel del mar, las condiciones meteorológicas extremas, el aumento de precipitaciones o la desertificación del terreno, cosa que está sucediendo en Europa, son tan solo el principio de lo que nos espera si no se actúa pronto», afirman convencidos. Hambre, sequía, migraciones masivas, inundaciones, extinción acelerada de especies y un largo etcétera, será lo siguiente por llegar si no se hace algo, aseguran los activistas.

Durante el trayecto, una de las charlas gira en torno al futuro de los niños. «¿Qué futuro?», pregunta una activista. «No lo decimos nosotros, lo dicen los científicos del IPCC. Tenemos diez años para realizar cambios drásticos o será demasiado tarde y la crisis climática y ecológica que vivimos será irreversible», comenta preocupada. Entre los integrantes del grupo hay nervios, ganas y un poco de miedo. Para algunos es la primera vez que participan en una acción de este estilo y destacan una y otra vez que desean que se pueda «llevar a cabo, no haya ningún percance y alcance la máxima difusión posible». «Soy reivindicativa y he pertenecido a muchos grupos, pero nunca he llevado a cabo una acción de este estilo», confiesa una de las activistas. «Sin embargo, siento que no puedo actuar de otra manera. No podemos quedarnos de brazos cruzados viendo lo que ocurre en el planeta. Es necesario un cambio de mentalidad, energético y de sistema», continúa. Al preguntarles qué espera conseguir un grupo de personas tan reducido con este viaje, uno de los integrantes responde: «Una vez despiertas no hay vuelta atrás. Me movilizaría para conseguir que mis nietos y los tuyos tuvieran un futuro, aunque fuera yo solo».

Una vez en Palma, son varios los miembros de XR Mallorca los que acuden al puerto. El encuentro es emocionante. A pesar de no conocerse, la conexión entre estos dos grupos baleares es palpable. Ambos sienten la necesidad de llevar a cabo acciones radicales para conseguir un cambio. Ambos tienen esperanza, aunque también la frustración de todo aquel al que se le niega reiteradamente la voz. De quien, como dicen, «habita un planeta que se dirige irremediablemente a lo que algunos científicos denominan ya como la sexta extinción».

Apoyos e insultos

Apoyos e insultos

«Nos hemos cargado prácticamente el 80 por ciento de la biomasa en insectos polinizadores, que son la base de la cadena de transmisión de información de la naturaleza», destaca a los medios Mabel Moreno, portavoz del colectivo mallorquín.

Ensayos, últimas indicaciones, coordinación entre los activistas, remaches en la vestimenta y a por ello. Eivissa y Mallorca cortan, unidos por la conciencia y la rebeldía, un tramo de la carretera del Paseo Marítimo, a la altura de la catedral. Los casi veinte metros de pancarta se despliegan. La performance comienza. Quince minutos de bloqueo, los pitidos de los coches resuenan en el aire. Quejas, gritos y comprensión entre los atrapados en la carretera. Simpatizantes de todas las edades, ciudadanos en contra con prisa por llegar al trabajo. Sonrisas, nervios, insultos y palabras de agradecimiento entre un público que, atónito, asiste a una auténtica rebelión pacífica en pro de «la vida».