Cuando muere un anciano, arde una biblioteca. Perdida la oralidad que se va con nuestros mayores, la transmisión de viva voz que se hacía en el entorno familiar de vivencias, conocimientos y tradiciones, lo que ahora podemos saber de las dos últimas centurias se reduce a lo que recuperan los historiadores y nos descubren las escasas fuentes documentales que tenemos en textos y fotografías. Entre estas últimas incluiría un apartado erróneamente ignorado, las tarjetas postales que, al fin y al cabo, son también fotografías.

Creadas en 1869 como medio de comunicación rápido, accesible y económico con el plus de la imagen, las postales tuvieron un uso masivo en las primeras décadas del siglo pasado, pero perdieron protagonismo en los años 50 cuando las nuevas tecnologías proporcionaron medios de comunicación más eficaces. Aún así, las postales han sobrevivido. Si han perdido el uso que tuvieron, hoy las buscan los turistas y coleccionistas.

Pero más importante que su pervivencia, a las postales antiguas se les reconoce un valor documental en el campo de la investigación histórica, sociológica y cultural, no en vano aportan una variopinta información de contenido paisajístico, histórico, antropológico, sociológico, cultural, arquitectónico, urbanístico, costumbrista, folklórico, etc. En nuestro país tenemos más de 100 centros institucionales con archivos que incluyen importantes colecciones de tarjetas postales.

Museo de la Tarjeta Postal

Existe, incluso, un Museo de la Tarjeta Postal en Cataluña que atesora más de 30.000 imágenes. Y en nuestras islas, tenemos fondos similares en el Arxiu del Regne de Mallorca, en el Arxiu Històric de Maó y, por supuesto, también en el Arxiu d'Imatge i So del Consell y del Conssitori de Vila. Su objetivo es extraer de las tarjetas postales todo su potencial informativo en un trabajo sistematizado de preservación, inventario, escaneado, digitalización, catalogación, interpretación, difusión, etc., con un estudio analítico minucioso, formal (soporte) y de contenidos. Porque todo importa: lugar y fecha de edición, número de control, título, serie, depósito legal, autoría, editor, procedencia, destino, temática, descripción de la imagen, textos de anverso y reverso, remitente, interpretación, etc.

Si repasamos nuestras postales enseguida vemos que su temática, recurrente pero variada, nos descubre marinas, dioramas rurales y urbanos, arquitecturas castrenses y civiles, monumentos, tipos humanos, cotidianidad urbana y rural, costumbres, indumentaria, folklore, felicitaciones, etc. Tenemos, incluso, entre nuestras tarjetas más antiguas, las llamadas 'postales de novios' con dos amantes acaramelados y un pie de foto kitch y melifluo que puede decir algo así: «¡Ámame, dicen tus ojos / mientras tus labios sonríen, / besar en ellos yo anhelo / para que mi sed mitiguen!».

Pero no nos equivoquemos. También estas postales que pueden parecernos ridículas aportan una valiosa información, sea la intencionalidad del fotógrafo, encuadre, composición, tendencias estéticas del momento, indumentaria, peinados, posturas, gestos, etc. Incluso el rosa desvaído que las colorea resulta significativo y facilita su interpretación. Y no es menos relevante el mensaje de quien remite la postal porque permite contextualizarla.

Hace algunos años se discutía la validez documental de la postal, siendo que sus imágenes están en muchos casos impostadas, manipuladas, arregladas en función del objetivo que se quiere mostrar -o en su caso esconder- y para hacerlas atractivas, pero esto es algo que, en mayor o menor medida, se da en cualquier daguerrotipo. Toda fotografía es subjetiva y responde a la mirada de quien la hace en un acto individual condicionado por la simbolización de la realidad social, histórica y cultural.

No podemos, por tanto, excluir las imágenes de las postales como fuente de información con el pretexto de que no son objetivas al 100%, entre otras cosas, porque nosotros mismos nos vemos reflejados en su imperfección que, por otra parte, sabemos que se construye con desplazamientos, ocultamientos, condensaciones, estereotipos, etc,. aspectos todos ellos que se pueden tener en cuenta al estudiarlas y, en todo caso, desviaciones que en sí mismas aportan datos significativos.

Es innegable, por tanto, que las postales retienen almacenada mucha memoria colectiva, sociológica y cultural. Ventanas al pasado, la postal nos permite asomarnos a un lugar en un determinado momento cuando ese tiempo ya voló y el lugar que congela la imagen ni tan siquiera existe.

Mi pequeña colección

Mientras escribo estas rayas repaso mi pequeña colección de postales y compruebo que es una maravilla recuperar la vida como era en el medio rural, la cotidianidad en las calles de Vila, particularmente en barrios hoy desfigurados (la Penya) o deshabitados (Dalt Vila), edificios desaparecidos como el Matadero, la Casa Colorada, el Hospital Provincial y la Escuela Graduada, la transformación de la bahía y los humedales de las feixes, el trajín de los motoveleros en los muelles, el pulso que la ciudad en el antiguo mercado de verduras y frutas, las procesiones populares, la indumentaria payesa de toda la vida, los 'camiones' de pasaje y carga que hacían el correo entre la ciudad y los pueblos, los litorales como eran y que apenas reconocemos, eventos cruciales como la construcción del Muro en la bocana del puerto, la llegada a la isla del tren salinero, el trabajo en los estanques, la inauguración del monumento a Vara de Rey, la transformación de edificios emblemáticos como Can Botino o Can Ventosa€ Y así podríamos seguir. La conclusión a la que llego es que las postales son un importante auxiliar para el estudio de nuestro pasado, un activo patrimonial de incuestionable valor que nos conviene preservar.