«El mercado hay que promocionarlo, si no, morirá», se lamenta Mathieu Nicolás, propietario del puesto La despensa de Nicolás. Hace dos años decidió montar una quesería en el Mercat Nou de Vila tras haber ejercido como profesor en Francia durante más de quince años. «Nosotros ofrecemos algo que los hipermercados no tienen: el trato cercano, dar a probar el producto o tomarte una caña, pero la gente no sabe que existimos.Todo el mundo conoce el Hippie Market o el mercado de Sant Joan, pero si preguntas a la gente joven por el mercado de Ibiza piensan que es el Mercat Vell. De hecho, si buscas en Google es el que te indica», continúa mientras corta queso para dárselo a probar a una clienta.

La mayoría de la gente que acude a comprar al Mercat Nou son clientes que llevan haciéndolo desde que éste abrió sus puertas, hace ya más de cuarenta años. Vecinos del barrio y amas de casa completan el perfil de comprador habitual, aunque el estío altera ligeramente el tipo de clientela. «En verano hay más gente. Vienen extranjeros que deciden sentarse atraídos por las tapas, que es una seña de identidad de nuestro país, aunque esta temporada hay menos», cuenta Ainhoa, camarera del Bar Mediterráneo, mientras prepara un café. «En verano los locales gastan más dinero,será porque en invierno están en paro, ya que la mayoría trabajan en hoteles, solo durante la temporada», concluye la camarera.

Caviar y trufas

Caviar y trufasLos extranjeros no son el único cambio en el perfil de comprador del mercado durante el verano. El turismo de lujo también influye, aunque no de manera muy notable, en la economía de los comerciantes. «En verano, los cocineros de los barcos y las mansiones nos salvan el día. El resto del año nuestras principales clientas son mujeres que dejan a los niños en el colegio y después se pasan por aquí, pero ahora la mayoría están trabajando en los hoteles y compran en las grandes superficies. Aun así, en verano compran más vecinos que gente de fuera, los clientes de toda la vida», expone Guille Natera, de salazones y frutos secos La Andaluza mientras se pasa de una mano a otra su teléfono móvil. «En verano vendemos más algunos productos como el caviar o las trufas porque trabajamos con chalets y yates, pero nuestros principales clientes son los locales», afirma Ramis, de Sa Botiga des Formatges, mientras envuelve una cuña de queso para un cliente.

Lo que no cambia la época estival es la competencia que suponen las grandes superficies para estos pequeños establecimientos. «Antes venían frecuentemente los cocineros de los yates y las casas pero cada vez más acuden a los hipermercados. No solo ellos, también la gente joven. Es una pena porque todo el dinero se va fuera», lamenta Carmen Ventura, de Forn Can Coves. «A lo mejor viene menos gente por el horario», opina Margarita, de Frutas y verduras Margarita Bonet, que busca una explicación al descenso en la afluencia de clientes. «Pero nosotros no podemos hacer frente a dos turnos. Somos negocios pequeños» , concluye la frutera, que lleva más de cuarenta años en el quiosco. Ni siquiera el verano supone una inyección de ingresos para estos comerciantes.

Los clientes que acuden al mercado afirman que lo hacen por la calidad de los productos y por el trato que reciben. «Esto es más caro que un hipermercado, pero vengo aquí desde hace 45 años porque todo es mucho más familiar y cercano», cuenta Araceli Serra mientras paga una bolsa de habas congeladas. «Sabemos que los productos son de Eivissa, en las grandes superficies te venden los productos de China o de donde les salga más barato.», apostilla José Muñoz, marido de Araceli, que guarda las habas en una bolsa. «La patata que compras en el mercado es ibicenca,igual que todos los productos», asegura Ana Pérez, una de las clientas mientras mete unas cerezas que acaba de comprar en el carro de la compra.