Una quincena de personas recorrieron ayer por la mañana algunas calles de Ibiza a ciegas en una jornada de la ONCE para sensibilizar a la ciudadanía sobre los obstáculos con los que se encuentran a diario los invidentes. «Me siento un poco extraña con el antifaz, pero como tengo una buena guía me voy apañando», explicó María Neus Riera, una de las participantes en el Día de la ONCE, que comprobó durante 30 minutos cómo es caminar por la calle a ciegas con la ayuda de un bastón y acompañada de una persona que la guiaba por la ciudad. El director de la ONCE en Ibiza y Formentera, Mariano Torres, señaló que en las Pitiüses residen unas 150 personas con discapacidad visual.

A las 10 horas de ayer usuarios del taller ocupacional de Cas Serres y del Servicio de Orientación e Inserción Laboral para Personas con Discapacidad (Sail-PD) esperaban frente al Consell, el punto de encuentro para comenzar el recorrido. El objetivo era ponerse en la piel de aquellos que tienen una visión reducida. Para ello, el grupo se dividió en parejas: una persona hacía de guía y otra se cubría los ojos con un antifaz. «El guía tiene que ir un paso por delante del que lleva antifaz y bastón blanco, ya que es el que anticipa el obstáculo. Por cierto, no es una carrera, es un paseo. ¡No hay medallas para los primeros en llegar», bromeó el director de la ONCE.

En este grupo también se encontraban la consellera insular de Movilidad, Pepa Marí; la delegada insular de Igualdad, Judith Romero; la concejala de Urbanismo del Ayuntamiento de Vila, Elena López, y el concejal de Movilidad del Ayuntamiento de Sant Antoni, Joan Torres. «¡Mariano, no vayas tan rápido que no te podemos seguir!», le advirtió López al director de la ONCE, que iba con su fiel compañero Oporto, su perro guía. Ambos se conocen las calles de la ciudad como la palma de su mano, por lo que encabezaron la comitiva en este itinerario. Desde el Consell, en la avenida de España, se dirigieron hacia la calle Arxiduc Lluís Salvador. Antes de cruzar por el paso de cebra, Torres sacó un mando y apretó un botón rojo: acababa de activar la señal acústica de un semáforo accesible. Varios pitidos seguidos informan de que está en verde y cuando el hombrecillo del semáforo comienza a parpadear, el sonido de los pitidos cambia para advertir de que en unos segundos se pondrá en rojo.

Propuestas de mejora

En la Vía Romana, justo delante de las escaleras que hay en la Barda de José María Mañá de Angulo, donde está la Policlínica Nuestra Señora del Rosario, Torres le comentó a los políticos que estaría bien que allí hubiera un paso de cebra para conectar este punto con la calle de Pérez Cabrero y Tur, justo enfrente, y así poder dirigirse a la avenida de España de forma segura. «¡Qué buena idea, me lo apunto!», le respondió la concejala de Urbanismo de Ibiza , quien recalcó que estas recomendaciones servirán para mejorar la accesibilidad de Vila.

Tras descender los escalones que unen la Vía Romana con la Via Púnica, Neus Rosselló se quitó rápidamente el antifaz: «¡Ya no puedo más, estoy mareada!», expresó la joven, que cambió de rol para seguir con el itinerario. En la intersección de la avenida de España con la calle Extremadura hay otro paso de peatones. Un metro antes, el tipo de baldosa es diferente para avisar a los invidentes del final de la acera. «Este desnivel está bien porque es progresivo, en otras aceras es muy pronunciado», apuntó Torres.

Este recorrido con los ojos tapados le pareció una experiencia «impactante» a la consellera insular de Movilidad. «El único contacto con la realidad para los que no ven es el suelo, por lo que un pequeño escalón es un gran obstáculo, así que lo importante es el diseño de las calles. También debemos mejorar los accesos a los autobuses para facilitar la vida a este colectivo», subrayó, con el antifaz aún puesto, Marí.