« Stronzi di merda!». « Vaffanculo». « Stupido». Son algunos de los insultos que un grupo de turistas gritan, sobre la una de la madrugada a un grupo de vecinos de un edificio de la calle Mediterrània, en la zona de Vila de Platja d'en Bossa. Algunos van descalzos. Sin camiseta. O en camisón. Incluso con el perro, tan desvelado como ellos. Han saltado de la cama, literalmente, hace ya un rato. Y aguardan así, con la ropa de noche y un cabreo monumental, a que llegue la Policía Local de Vila, a la que han llamado pasada la medianoche. Los insultos y amenazas de los turistas arrecian mientras aguardan.

La jarana ha comenzado sobre las diez de la noche, cuando el grupo (son alrededor de siete en un piso de 60 metros y dos habitaciones), recién aterrizado en la isla, ha llegado al piso. Bueno, ha hecho el check-in, como si de un hotel se tratara. Un joven, que se encarga de gestionar el alquiler a turistas de la vivienda (según sus perfiles en varias plataformas gestiona decenas y decenas de ellos en la isla), les ha entregado las llaves y les ha deseado « happy party days». Ni una palabra de que es un edificio residencial ni de que el alquiler es ilegal.

Así como sale por la puerta empieza la fiesta. Grandes éxitos de los años 80 y 90 coreados a gritos que aumentan de volumen así como baja el ídem de las botellas que siembran la terraza. Ni un segundo de descanso auditivo para la zona, que, salvo por los italianos, está en absoluto silencio, hasta pasada la medianoche, cuando varios de los vecinos les piden «por favor» que acaben con la fiesta, que se vayan por ahí o se retiren a dormir (la mona). A cada petición responden de la misma manera, riéndose y subiendo aún más la música. Y los gritos.

Una pareja de vecinos les alertan de que van a llamar a la policía. La respuesta: «¡Llama! Esto es Ibiza, no se puede llamar a la policía por que estemos haciendo fiesta!». Pasados unos minutos otra vecina también llama a la policía. Durante el poco más de un cuarto de hora que pasa entre las llamadas y la llegada de los agentes los turistas siguen con la música, los gritos, los insultos, las peinetas, los gestos de mal gusto y las amenazas. Sólo callan cuando ven asomar por la avenida de Pere Matutes Noguera dos coches patrulla con las luces azules encendidas, que estacionan frente al portal y de los que bajan varios agentes. Uno se queda abajo, en la calle, controlando la actividad en la terraza de la discordia. Los demás suben al primer piso para pedirles a los itálicos bárbaros que no hagan ruido y, además, interponer una denuncia.Amigos del dueño

Amigos del dueñoComo los vecinos les han dicho que cada cuatro días entran turistas nuevos en la vivienda, les piden el contrato de alquiler pero, según explican al bajar, los italianos les han dicho que son amigos del dueño. «Les hemos dicho que le digan a su amigo que la multa por el alquiler ilegal son 40.000 euros», comentó uno de los policías antes de abandonar la urbanización, cuyos vecinos ya denunciaron el año pasado en el Consell de Ibiza que la propietaria de esta vivienda (entre otros muchos) alquilaba su piso de forma ilegal desde hace años. A la vista está la efectividad de la denuncia. Por el piso llevan pasando turistas, este año, desde la última semana de mayo. La mayoría de ellos montando fiestas y sin dejar dormir a los vecinos.

Hace un par de años, además, uno de estos grupos de turistas tomó represalias contra los vecinos que habían llamado a la policía y les habían pedido que no hicieran ruido. Se dedicaron, la mañana siguiente, a arrojar botellas a las terrazas que tenían a ambos lados. Cuando sus propietarios llegaron a mediodía se las encontraron sembradas de cristales

En el momento en que los agentes salieron por la puerta, los turistas volvieron a poner la música. Media hora después otro vecino les pedía que bajaran el volumen. Y un cuarto de hora más tarde amenazaba con volver a llamar a la policía. Rondaban las dos y media de la madrugada.