Mientras la mayoría de ciudadanos de Ibiza ultimaba los preparativos de la cena de Nochevieja con la nevera atiborrada de comida, con gastos nada desdeñables en restaurantes, peluquería e incluso viajes, decenas de ibicencos en la más absoluta indigencia tuvieron que acudir a los servicios sociales para degustar un menú ofrecido por el Consell de Ibiza y por Cáritas Diocesana. Entre ambos, casi 150 personas pudieron llenar su estómago con viandas que a buen seguro no podrían probar de otro modo.

La experiencia puesta en marcha por primera vez por la Llar Eivissa sirvió para entregar menús a 110 personas, que se llevaban su comida en envases dentro de una bolsa, donde había caldo de marisco, huevos rellenos navideños, merluza en hojaldre y salsa de piquillo, pudding navideño, postres y uvas de la suerte. También se ofrecía cubiertos «para quienes se lo van a comer en la calle» e incluso bolsas de cotillón.

Muchos de los que aparecían por la Llar Eivissa eran ibicencos de toda la vida que, por todo tipo de circunstancias, han terminado en la más absoluta marginación o al borde de ellas. Es el caso de Juan Antonio ´Morales´: «He estado dentro de la droga treinta años, pero gracias a Dios ahora ya estoy fuera de ella, estoy rehabilitado, pero así y todo necesito siempre venir a los servicios sociales», afirmaba tras recoger su menú. «Tengo una paga de 450 euros y he de abonar 400 de ellos para el alquiler, luz y agua aparte», añadía. «Bienvenida sea esta ayuda, aunque creo que en Ibiza se podría hacer más, porque hay mucho dinero que se gasta mal y debería invertirse en cosas así», añadía.

También ibicenco era el hombre que prefería identificarse únicamente como J. T., quien agradeció a los tres cargos del Consell presentes en la Llar Eivissa esta actuación: «Les he dicho que les felicito, porque no todo lo hacen mal. Estos alimentos que entregan a las personas van a sentarles bien, porque están hechos con cariño. En cambio, esta noche mucha gente se a comer un chuletón de medio kilo y se les va a atragantar», explicaba mientras proclamaba su convencimiento de que «tarde o temprano, este tipo de fiestas han de terminar», por dos motivos: «porque el organismo humano no puede con estos atracones y porque muchas familias han de hacer un gasto que no pueden asumir». Por ello aconsejó que «si la gente quiere disfrutar de la familia, que cojan unos bocadillos y unas coca colas y se vayan a playa de ses Salines cualquier día del año». J. T. afirma tener un patrimonio «bastante grande», pero que desde hace años «está intervenido judicialmente».

«Es la primera vez en mi vida»

Un hombre, natural de Bilbao pero que reside en Ibiza desde hace 15 años, afirmó haber leído la noticia del reparto de estos menús en el diario: «No lo pensé dos veces». «Es la primera vez en mi vida que lo hago, pero por circunstancias de la vida me veo obligado a hacerlo, y chapeau», afirmaba satisfecho. Tras trabajar en la construcción y la hostelería y verse abocado al paro, ahora cobra «una pequeña ayuda, pero que con el alquiler que hay que pagar, no da para nada». De todos modos, explica que tiene amigos que «incluso trabajando en obras y cobrando 1.600 euros al mes viven en furgonetas y en coches o se meten en un colchón en un balcón por 400 euros al mes». «Ibiza es una isla pensada solo para la gente que tiene mucho dinero», lamenta.

También parados y cobrando un subsidio insuficiente son José Antonio Martínez y Antonio Gutiérrez, exalbañiles y cocineros que viven con una mujer que les alquila una habitación por 250 euros, que supone casi todo su subsidio. Se llevan tres menús, dos para ellos y otro para la mujer.

Una familia entera, con el matrimonio y varios niños, sale del local acarreando una gran caja de cartón con numerosos menús: diez en total.

En el comedor de Cáritas, en cambio, la comida se degusta allí mismo, en torno a un par de mesas donde se apiñan casi 40 personas, mientras la artista María Glamour canta conocidos temas musicales con notas de humor. El menú es también exquisito: gambas al horno, embutidos, huevos rellenos de atún, sopa de marisco, merluza, turrones y uvas de la suerte. Las campanadas se escuchan por adelantado en el comedor, pues una de las voluntarias de Cáritas hace sonar las doce señales un par de horas antes de la medianoche, debido a que hacia las nueve y media los comensales suelen terminar ya la cena. Este año ha habido algunos menos porque se ha derivado parte de ellos a la Llar Eivissa, explicaba Belén Torres, que organizaba este acto.

Hace ya seis años que Cáritas realiza esta cena, a la que puede asistir cualquier persona que no pueda participar en la espiral de consumismo desenfrenado que caracteriza a las fiestas navideñas.