Numerosos excompañeros de Abel Ureña declararon ayer ante el jurado cómo Paulo César Martín Baptista golpeó dos veces seguidas al joven en la misma noche en el hotel Ushuaïa de Platja d´en Bossa. El primer golpe le dejó aturdido y el segundo puñetazo le causó la muerte días después. Todos negaron que la víctima traficara con droga, tal y cómo afirmó el día anterior el procesado. Muchos testigos, visiblemente atemorizados, prestaron declaración por videoconferencia y solicitaron que su nombre y su imagen no apareciera y que no les pudiera ver Baptista. La magistrada Mónica de la Serna, al tratarse de un tribunal del jurado, no pudo acceder a sus pretensiones.

«¡Yo no he sido, yo no he sido!», dijo Abel Ureña desesperado mientras el fornido vigilante de seguridad, un consumado experto en artes marciales, entraba furibundo a por él en el ´office´ del establecimiento, apuntó una de las testigos. «Me conmocionó el sonido del puñetazo y el golpe que dio cuando cayó al suelo. Fue impresionante», declaró ayer esta compañera de Ureña, que presenció cómo Baptista le propinó ante sus ojos un fortísimo puñetazo que unos días después acabaría con su vida. «Se mordía la lengua y le puse un plato para que lo mordiera», añadió la mujer.

Los hechos ocurrieron el 19 de agosto de 2011. El acusado, que según algunas fuentes ocupaba el cargo de jefe de seguridad (Fiesta Hotels asegura que era un vigilante más), consiguió el trabajo gracias a la utilización de un nombre falso, José Pereira Sousa. Había sido condenado a seis años de cárcel en Portugal por extorsión y se encontraba huido de la justicia lusa. Minutos antes de que el encausado propinara a Ureña el fatal puñetazo, grabado por las cámaras del hotel, le propinó otro golpe en el rostro. El fuerte impacto ya le dejó aturdido y le hizo sangrar por el labio.

«Estábamos en el lugar del hotel donde se hace la fiesta. Abel recogía unos vasos sucios. De repente, [el acusado] se encaró con mi compañero y le dio un puñetazo», apuntó un testigo. «El camarero cayó al suelo y quedó aturdido. Lo levantamos y le llevé al ´office´, relató.

La fiscal preguntó si le tenían miedo a Joe -nombre falso que utilizó el procesado durante su estancia en Ibiza- y el testigo matizó que le tenían «respeto». Mientras hacía estas declaraciones, el acusado no paró un momento de tomar nota. Otra testigo presencial de la segunda agresión a Abel vio cómo el camarero se desvanecía tras recibir el fuerte puñetazo en el ´office´. «Los ojos se le cerraban mientras iba cayendo», puntualizó.

La testigo también definió al procesado como una persona que mantenía una «actitud soberbia»: «Se intentaba evitar la relación con él». La excompañera de Ureña afirmó categóricamente que «le tenían miedo».

También prestó declaración ante el tribunal del jurado el comandante de la Guardia Civil Bartolomé del Amor, que encabezó la investigación que condujo a la detención de Paulo César Martín Baptista en Holanda, donde había huido después de pasar por Barcelona. «Interpol nos confirmó su identidad falsa», señaló Del Amor.