«En plena noche, la luz que producían las llamas era tal que se podía leer el periódico en el patio», afirmaba ayer Joan Ripoll, dueño del hostal Ripoll, ubicado en el casco urbano de Sant Joan. Los habitantes de esta localidad no olivdarán fácilmente la noche del jueves, cuando se vieron literalmente cercados por las llamas y podían contemplar con una mezcla de miedo y estupor cómo una sobrecogedora muralla de fuego se levantaba sobre las cimas de los montes que rodean Sant Joan.

«Desde mi casa podía oír el ruido que hacía el fuego mientras devoraba el bosque», contaba Brigitte Lacoste mientras a mediodía regresaba a su vivienda después de haber pasado la noche fuera tras ser desalojada precipitadamente por la Guardia Civil, igual que otros convecinos.

Desalojos durante la noche

En total, casi un centenar de residentes tuvieron que abandonar sus viviendas y algunos establecimientos turísticos ubicados en el casco urbano o en sus proximidades más inmediatas. Sobre las diez de la noche, agentes de la autoridad empezaron a recorrer las casas y pisos que mayor riesgo presentaban para advertir a sus habitantes de que, si el fuego cambiaba de dirección, habría que proceder al desalojo. Así sucedió poco después y los agentes instaron a la evacuación de un bloque de 12 apartamentos situados sobre la sucursal de Sa Nostra en Sant Joan, donde viven aproximadamente unas treinta personas. También fue desalojado el hostal Ripoll, ubicado prácticamente al lado, donde estaban hospedadas una decena de personas en seis habitaciones diferentes, además de la familia que lo explota. Se da la circunstancia de que la mitad de esas habitaciones acogía a personas que ya habían tenido que abandonar sus domicilios poco antes y habían acudido al hostal para refugiarse. Varias viviendas unifamiliares cercanas, alrededor de media docena, emplazadas en la vertiente que da a la carretera de Sant Vicent, fueron también desocupadas, al igual que el agroturismo Can Martí, cercano al casco urbano y en el que llegaron a quemarse algunas instalaciones anexas. Ante el cariz que tomaba la situación, con el pueblo en claro peligro de ser inundado por una nube de humo o por las propias llamas, se retiraron también los automóviles que estaban aparcados en la explanada situada al final de la calle de Ibiza, la que cruza el núcleo urbano.

El ambiente de desasosiego e inquietud generalizada que se respiraba en Sant Joan anteayer de madrugada convirtió al Ayuntamiento en el centro de reunión de una docena de residentes, que desde la azotea del edificio contemplaban la evolución de las llamas, en compañía del alcalde, Antoni Marí, y algunos concejales, que no se retirarían del lugar hasta casi las cuatro de la madrugada.

Todos los vecinos consultados por este periódico, así como responsables del Ayuntamiento, explican que no se registraron escenas de pánico, pero el propio alcalde admitió: «En algún momento hemos llegado a pasar miedo, pero tampoco se podía exteriorizar». «Ha sido una noche caótica, nunca había visto Sant Joan de esta manera», manifestó a media mañana, cuando el alcalde regresaba al Ayuntamiento procedente del puesto de mando y afirmaba que «la cosa parece que en general va mejor». El presidente electo del Consell, Vicent Serra, estaba presente también en el Consistorio para recabar información sobre la evolución de los hechos.

«Estábamos acojonados»

«Nosotros nos quedamos en el pueblo, no nos fuimos, pero estábamos acojonados», admitía Manuel Molina a la puerta de la cafetería en que trabaja. Otro vecino, que no quiere dar su identidad, afirma que «se ha quemado un transformador y habrá cortes de luz durante días». Los testimonios recogidos declaran unánimes: «Había fuego por todas partes».

Sin embargo, no en todos los casos fue necesario que los agentes de la autoridad ordenaran la salida de las casas, puesto que un número indeterminado de vecinos, sobre todo personas mayores, optaron ellos mismos por abandonar el pueblo y pernoctar en casas de parientes o amigos.

Uno de los lugares que acogió a algunos de los desalojados fue el hostal Ses Arcades, aunque la mayoría de personas que dejaron sus hogares pasaron la noche en viviendas de amigos y parientes. Casi todas ellas pudieron regresar a sus casas por la mañana, aunque en el algunos casos hubo cortes en el suministro de energía eléctrica.

Ayer a mediodía permanecía cerrada la oficina de Sa Nostra en Sant Joan, como también lo estaba el colegio público, que no volverá a abrir sus puertas hasta el lunes si las circunstancias lo permiten.

A las doce y media una larga caravana de camiones militares de la UME y otros vehículos contraincendios atravesaban Sant Joan en dirección a Ibiza para acudir a otros puntos del siniestro. Sin embargo, a media tarde parte este convoy regresó para sofocar un foco que se habría reavivado, según explicaron vecinos de la zona.

Mientras tanto, en Portinatx la normalidad era la tónica más absoluta en esta zona turística, donde los pocos turistas que se veían por la mañana –a causa, sobre todo, del tiempo desapacible– iban a la playa o paseaban por las terrazas de este enclave.

Comedor en la sala de plenos

El alcalde, Antoni Marí, justificó la decisión de cortar el día anterior un centenar de pinos en una cuneta que lleva a Portinatx porque el fuego «se tiraba encima de la carretera» y ponía en peligro la circulación. «Se han cortado cien pinos para salvar mil», explicaba ante los periodistas.

El salón de plenos del Ayuntamiento fue habilitado a mediodía como salón comedor. Algunos funcionarios colocaron mesas escolares y cubiertos para unas 25 personas, al objeto de procurar un almuerzo rápido a integrantes del operativo de extinción.

Al cierre de esta edición, el pueblo se disponía a pasar otra noche de inquietud, confiando en que el viento no se reavivara y, con ello, regresara la amenaza del fuego.