Varios centenares de personas, además de los habitantes de la localidad, se acercaron ayer al centro neurálgico de Sant Llorenç para participar en las celebraciones organizadas en honor del patrón de esta localidad ibicenca. Estaban todos, excepto uno de los protagonistas principales y tradicionales de esta festividad: el propio Lorenzo. La climatología alteró ayer la tradición y sirvió un día nublado, con serias amenazas de lluvia y una temperatura mucho más soportable que en años anteriores. Fue la única novedad de esta celebración, que transcurrió según el programa ancestral y establecido desde muchos años atrás: la misa solemne oficiada por el obispo de Ibiza, Vicente Juan Segura, la procesión, el ball pagès, las orelletes, el vino y los refrescos se sucedieron con el mismo orden con que se celebra un pleno municipal.

El desfile de ocho carros engalanados, un catrí y un caballo menorquín dio también color a una fiesta que atrae a numerosos turistas, que no dejaron ayer de sacar fotografías con cámaras digitales de todos los tamaños y teléfonos móviles. Muy engalanada, la población de Sant Llorenç agradecía casi unánimemente la bonanza climática, que permitió que las personas que asistieron al oficio religioso saliesen del templo con el buen aspecto con que se sale de la misa del Gallo. Los hombres, con traje y corbata, y las señoras, con sus modelos más lucidos, pudieron disfrutar de los actos posteriores a la misa sin tener que echar mano de los abanicos, pero también sin necesidad de sacar los paraguas.

Antoni Marí Marí, Carraca, alcalde de Sant Joan, fumaba tranquilamente un puro tras los actos religiosos en compañía de los alcaldes de Sant Antoni, Pepe Sala, y de Santa Eulària, Vicent Marí. Los consellers de Transportes y Patrimonio, Albert Prats y Marga Torres, departían también con otros compañeros de la clase política, muy bien representada por el diputado Enrique Fajarnés, la consellera Cati Palau, la adjunta primera al Defensor del Pueblo, María Luisa Cava de Llano, y el presidente insular del PP, Miguel Jerez.

Sa Colla de Labritja puso también un tono muy popular a la celebración con sus músicas y sus bailes, que fueron seguidos con un gran respeto y atención no sólo por parte de la población local, sino también por todos los visitantes, que destacaban la vistosidad de los trajes de los balladors y su energía para mostrar unas danzas tan ancestrales. El final de las actividades matinales fue todavía más alegre. Los obreros de la parroquia comencaron a repartir orelletes, vino y refrescos entre todos los agradecidos asistentes.