Opinión | Tribuna

Todo irá bien

Un amigo cuya hija va a enfrentarse próximamente a la EBAU (la selectividad de quienes ya peinamos canas), me pide (¿me reta?) un texto en el que argumente por qué el periodo universitario es la mejor etapa de la vida, explicación a partir de la devoción a tres santos: san Esforzarse, san Divertirse y san Enamorarse.

Supongo que algo así sólo puede hacerse desde una experiencia positiva, porque hablar bien de algo que te ha ido mal sería un ejercicio de fantasía, o de cinismo propio de políticos españoles del siglo XXI. Así que a ver si consigo contarlo como antigua estudiante, docente y madre de alguien que está pasando por ello.

«Verás: el bachillerato se ha convertido en un medio para aprobar la EBAU; algo así como las prácticas del carné de conducir, que no te enseñan a circular, sino a pasar el examen. Una carrera de fondo, plagada de obstáculos, inseguridades y la presión de necesitar hasta la última décima para elegir una carrera en concreto. A ello súmale que cada comunidad autónoma tiene su propio sistema, exigencias y temarios, y que se compite en desigualdad de condiciones para lograr una plaza a la que, paradójicamente, puedes optar en cualquier universidad española (cosas de este país asimétrico).

Pongamos que, por fin, pasas ese trance, el del bachillerato, la EBAU y hasta la espera para acceder a la carrera que quieres y, por fin, eres universitaria. Evidentemente no será lo mismo si estudias en tu ciudad de origen, en casa con la familia, que si te trasladas a otra localidad, sea por necesidad o por gusto. Pero, en todo caso, se supone que empiezas a ser adulta respecto a tu formación: ahora eres tú quien, en reuniones contigo misma, has de valorar qué es importante o accesorio, si asistir a esa clase merece la pena, cómo tomas tus apuntes, con quién los intercambias, qué fuentes consultas... No creas que el esfuerzo ha quedado atrás en el instituto o en el colegio, qué va. Lo que ocurre es que ahora dependes únicamente de ti y de tus ganas de ser un número más... o alguien que sobresalga.

Si de verdad estás cursando lo que te gusta, déjate apasionar, déjate sorprender, disfruta de la experiencia de aprender. Si por el contrario estás estudiando algo que no elegiste, esfuérzate aún más para sacarlo adelante.

Te aseguro que nunca se sabe hacia dónde te va a llevar la vida y pocas personas trabajan en lo que estudiaron originariamente. Excepto en determinadas carreras, la universidad es solo la puerta de entrada a seguir estudiando, formándote y preparándote. Rodéate de gente con inquietudes, con ganas de crecer, y diviértete. Mucho, todo lo que puedas (dentro de un orden, eso sí, que no puedo evitar ser madre): ya tendrás tiempo de hacerte mayor y con más responsabilidades.

Y sí, enamórate, todas las veces que puedas: de ser joven, de tener la oportunidad de estudiar, de saberte respaldado, de personas que te aporten felicidad... Para que un día, cuando alguien te pida que cuentes cómo te fue la experiencia universitaria, puedas mirar atrás con nostalgia, pero, sobre todo, sabiendo que aquellos años resultaron increíbles, aunque solo fuera porque estaba todo por hacer y porque ya no puedes volver a ellos. Mucho ánimo».

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