Opinión | Una ibicenca fuera de ibiza

El voto del grillo

7.352.244 votos convirtieron a Javier Milei en candidato al cargo de Excelentísimo presidente de la Nación Argentina. Solo por eso merecería por mi parte un respeto que me busco en los rinconces, pero nada, no lo encuentro. Sí una mezcla de compasión —porque no hay que tener los radares muy afilados para percibir un sinfín de sufrimiento tras ese macarrismo—, y por encima de todo... miedo. Porque no hay nada más peligroso que alguien que alardea de ausencia total de empatía con acceso al poder. Un poder, por cierto, otorgado por 7.352.244 votos.

Con la esperanza de que se les pegue un poco del éxito electoral del bonaerense, los de Vox han dado pistoletazo de salida a la carrera de las elecciones europeas trayendo a lo más selecto de los partidos más que conservadores del panorama actual. Y como telonero y guinda del pastel ultra, Milei, desatado. Regalando cada uno de los hits hiperventilados que lo mantienen en el ojo del huracán. Para muchos, como ese incendio del que no puedes apartar los ojos. Para una buena parte de aquellos más de siete millones de votantes, la mirada es desde el arrepentimiento.

Con el público desaforado tras las soflamas contra “zurdos, rojos y socialistas” —un espectro que abarca exactamente a cualquiera que no sea de los suyos—, Santiago Abascal también se creció preguntando a los gritos “Cómo es posible que no les hayamos echado a patadas, que no les hayamos corrido a gorrazos”. Bien saben las unidades de desactivación de explosivos que hay sustancias que, combinadas, estallan. Algo similar le ocurre al ácido desoxirribonucleico de Abascal en contacto con Argentina, donde ya dio lugar a un momento épico cuando acudió a acompañar a Milei en su investidura y dejó perlas como que a Pedro Sánchez “habrá un momento dado en que el pueblo querrá colgarlo de los pies”. Ya expuesto de vuelta al oxígeno de la atmósfera patria reculó, diciendo que no reculaba ni esto: “las palabras que dije las mantengo punto por punto”, pero explicando que lo de ‘colgar por los pies’ al presidente electo era “una expresión coloquial como cualquier otra”. Pero no lo es, qué va.

El vuelo del avión presidencial de regreso de su visita relámpago —y detonante— y sufragada por todos los argentinos, le dio tiempo al mandatario para 1201 interacciones en la red social que muchos seguimos llamando Twiter. Se ha dedicado a contarlas el periódico argentino La Nación: en las 13 horas posteriores a su intervención en el acto de Vox Milei firmó 11 publicaciones, 501 retuits y 689 ‘me gusta’ a usuarios que amplificaban mensajes de desprecio y odio al presidente español, Pedro Sánchez, su esposa, Begoña Gómez – sobre la que no recae acusación formal alguna, la Fiscalía ha solicitado el archivo de la causa por falta de pruebas y la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil no encuentra indicios de delito—, el gobierno progresista y sus votantes. Y como bien saben las unidades de desactivación de explosivos, lo difícil no es prender un fuego, lo verdaderamente difícil es apagarlo, sus posteos acumularon en el mismo lapso de tiempo 7.259 respuestas; 94.283 ‘me gusta’ y fueron republicados 20.247 veces.

Pero sírvannos estas cifras como telonero de estas otras: el precandidato presidencial de La Libertad Avanza (LLA), Javier Milei, se impuso con un 29,57% de los votos en unas elecciones en las que partició un 70,43% del electorado. A pesar de la obligatoriedad del voto —bajo multa por incumplimiento de 50 a 500 dólares—, se abstuvieron 10.469.430 de argentinos. Un 36,32% si sumamos los votos en blanco y los votos nulos. Esto es, que de los 35.405.013 de electores registrados, 7.352.244 votaron por Milei frente a 12.135.717 que, simplemente, no votaron. Esto es, que solo uno de cada cinco argentinos decidieron el futuro de todos, dando vida al dicho “La hormiga, por odio a la cucaracha, votó por el insecticida. Murieron todos, hasta el grillo que se abstuvo”.

Bajo la premisa de esa alarmante certeza, el Parlamento Europeo llama a la importancia de participar de las elecciones europeas, donde nos jugamos leyes que nos afectan a todos: sobre economía, medio ambiente, seguridad, migración, políticas sociales o el Estado de Derecho. Y lo hace acompañado de un pequeño anuncio en formato documental, de apenas cuatro minutos, donde se recogen los testimonios de personas mayores supervivientes de momentos terribles de nuestra historia reciente.

“Sabes que nací en un año en el que el mundo estaba en llamas. Afortunadamente, naciste en una época de paz y prosperidad. Recuerda siempre que la libertad y la democracia no siempre existieron aquí y que podemos perderlas muy rápido. Hay que luchar por ello. Siempre hay que estar alerta y luchar por ello.

Si pudiera dejar un mensaje antes de irme: vivid la democracia. Escuchaos unos a otros. Cuidad la democracia cuando yo ya no esté aquí”.

Resumido en un mensaje tan real como el voto del grillo: usa tu voto. Si no, otros decidirán por ti.

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