Opinión | Tribuna

A cuestas con la casa

Hace décadas que Ibiza ya no es dueña de sí misma. Al contrario que a la lámpara maravillosa que una vez concedidos los tres deseos la pusieron en una estantería para decorar, o a la gallina de los huevos de oro que cuando dejó de poner la usaron para hacer un caldo, a la preciosa isla blanca le siguen sacando las entretelas como hacían los siete hijos, ya grandes, con mamá cabra cuando chupaban de sus enjutas ubres. Cambiemos la palabra cabritillos por otras de animales menos tiernos y adorables, y tendremos una cruel escena de documentales de la sabana con carnívoros devorando vivo a algún desdichado herbívoro.

En el caso de Ibiza, es preciso enfatizar que de los colmillos que desgarran su carne pocos son de la propia tierra. Los más largos y afilados pertenecen a grandes corporaciones y empresas nacionales e internacionales, y a sus gobiernos respectivos que ya se encargan de velar por sus intereses. Entre ellos siempre ha destacado el nuestro, sea del color que sea, que no deja de ampliar el aeropuerto y los puertos, cuando lo que menos necesitamos son portones más anchos para la entrada de hordas de gente, vehículos o mercancías.

Ante tales mandíbulas poca cosa pueden hacer las administraciones locales, insulares o autonómicas, aunque son de agradecer las palabras de la presidenta del Govern, Marga Prohens, admitiendo que se ha llegado al límite de la capacidad de las islas. Porque lo primero para solucionar un problema, o intentar solucionarlo, es admitir que existe. Hasta ahora no lo habían hecho. Llegan veinte años tarde. Como tarde se va con la problemática de la vivienda y sus consecuencias inmediatas, algunas de las cuales, se siguen estigmatizando.

En el mes de marzo, el Ayuntamiento de Sant Josep rechazó en su plenario crear un área para que estacionen las caravanas alegando que sería un modo de fomentar este tipo de turismo y al considerar que se crearía una infraestructura que normalizaría el uso de las autocaravanas como infraviviendas y fomentaría la economía sumergida. A mí la negativa me choca mucho, y más, sus argumentos. La isla ya está infectada de camiones acondicionados, furgonetas “camperizadas”, caravanas y autocaravanas, cuando se supone que está prohibida su entrada. Los argumentos expuestos están desbordados con creces, con un mercado negro de alquiler donde más de uno ha visto la oportunidad de negocio. Ya han aparecido los listos de turno alquilando trozos en sus terrenos para meter allí las casas rodantes, sin servicios, sin ningún control más allá del religioso cobro mensual, ni regulación ni pago de impuestos. Eso era precisamente lo que había que haber evitado. Pues no se ha hecho.

Creo más que necesario tomar cartas en el asunto a nivel insular y no de ayuntamientos. Igual que en su momento parecía razonable no aprobar los campings de caravanas pues la isla no tiene ese turismo como tal, ahora el asunto se ha convertido en un problema mayor que trasciende más allá. Atañe a seguridad, salubridad y salud pública, ocupación de vías, falta de aparcamientos… Pues el Consell de Ibiza también anda tarde. A propuesta de la oposición, ha convocado sin fecha fija al consejo de alcaldes para tratar el asunto y pedir a los ayuntamientos que cedan terrenos para dar servicios a las caravanas en áreas técnicas, pero en ningún caso se podrá aparcar ni pernoctar, con la excusa de evitar “poblados”. Soluciones a medias. ¡¡Si ya está todo lleno de poblados!! Paracetamol para curar el cáncer.

La gente no vive en tales circunstancias por capricho: lo hace por necesidad y porque no les queda más remedio. ¿Cuál es la alternativa a los desalojos de los aparcamientos públicos? ¿Buscar otro? ¿Aparcar en la calle delante de mi urbanización? Hay que posibilitar una salida honrosa y proporcionar espacios controlados donde ofrecer servicios, orden y seguridad. Y acto seguido, evitar la entrada de más vehículos en las islas. Ya no cabemos. Formentera fue valiente aprobando una normativa que regula su entrada. Otra cosa es una estricta y eficaz aplicación. Eso es vino de otro tonel. Pero intentarlo, hay que intentarlo. Nuestro Consell aprobó la semana pasada la iniciativa legislativa destinada a llevar al Parlament una proposición de ley que regule la afluencia de vehículos. Urge aprobarla y poder aplicarla ya en 2025, porque, según sus propios datos, dicha entrada en 2022, tras el parón del covic, se cuadruplicó, pasando de cincuenta y un mil a doscientos seis mil. Una vez más, suenan las sirenas de alarma cuando las olas del tsunami ya cruzan la playa. Y no hace falta explicar aquí que todos esos vehículos vienen en barcos y pagan por sus pasajes. Otra de las fauces que hunde sus colmillos en la carne de las islas.

Suscríbete para seguir leyendo