Opinión | Una ibicenca fuera de ibiza

¿Y si esos fueran tus hijos?

El 29 de enero una preciosa niña de seis años viajaba en coche con sus tíos y cuatro primos acatando las órdenes de abandonar el norte de Gaza que iba a ser bombardeado. Primero llamó su prima de quince años pidiendo auxilio a la Media Luna Roja Palestina. Desesperada decía que les acababan de disparar y sus padres habían muerto. Que tenían un tanque en frente. Interrumpió la llamada una ráfaga de disparos. Al retomarla, ya solo quedaba la pequeña con vida. Les repetía que tenía miedo, que se había orinado encima, que había mucha sangre, que se hacía de noche, que, por favor… vinieran a buscarla. Lo hicieron. Yusuf Zeino y Ahmed al-Madhoun fueron en una ambulancia mientras una psicóloga seguía al teléfono… Hasta que se cortó la llamada, de nuevo. Dos semanas después encontraron los tres cuerpos junto a la ambulancia destruida por un proyectil de tanque HEAT M830A1 de fabricación estadounidense. Se llamaba Hind Rajab.

Y porque si hay algo peor que la muerte, es el olvido, los estudiantes de la Universidad de Columbia, en Nueva York, ocuparon uno de los edificios del campus: el Hamilton Hall. Un edificio que ya había sido testigo de ocupaciones que cambiaron el curso de la historia: renombrado como ‘Malcolm X Liberation College’ en 1968 protestaron contra el anuncio de Columbia de construir un gimnasio segregado. Bajo el nombre de ‘Mandela Hall’ en 1985, exigieron el fin de las inversiones en Sudáfrica mientras durara el apartheid, y las protestas contra la participación de Estados Unidos en la guerra de Vietnam, acabó con la renuncia del presidente Johnson a presentarse a la reelección. De aquellos polvos, estos lodos, pocos miedos tan grandes para un mandatario como “tener un Vietnam”. Y salvando las distancias, aquí lo tenemos, extendiéndose por las universidades del mundo entero. El elefante en la habitación se ha hecho demasiado grande para ignorarlo. Una habitación, por cierto, renombrada en Columbia en honor a una pequeña niña asesinada en Gaza, ‘Hind’s Hall’.

Como si esto no fuera pista suficiente, basta escuchar las demandas que, con alguna variación según la universidad, comparten el reconocimiento del Estado Palestino y la desinversión en empresas vinculadas a Israel hasta que el fin de la guerra sea un hecho. Una ‘guerra’ que ya se ha cobrado más de 34.600 muertos. Según la ONU, el 70% son mujeres y niños. Y por si esto no fuera bastante pista, a las protestas se suman numerosos judíos, algunos descendientes de supervivientes del Holocausto. Pues aún así, el principal argumento para justificar los intentos de acallar las protestas, incluso, con unas desmedidas cargas policiales que dejan ya decenas de heridos y más de 2.000 manifestantes arrestados, es el subterfugio del “antisemitismo”.

Lo mismito que en los 70, el entonces gobernador de California, Ronald Reagan, dijera que «si hace falta un baño de sangre» para hacer frente a los manifestantes del campus «acabemos de una vez», el ahora candidato republicano, Donald Trump, calificó las cargas policiales contra los estudiantes de “algo hermoso de ver”, pidiendo medidas “más enérgicas”. Trump en Estados Unidos como Borja Sémper en España, tachan a los estudiantes de “simpatizantes de Hamas”.

Mientras Joe Biden, en misa y repicando viendo menguar en los sondeos el apoyo de unos jóvenes que le valió la victoria hace cuatro años, habla de “defender el derecho de los estudiantes a protestar”, pero tacha las protestas de “antisemitismo”. En una ceremonia en recuerdo de las víctimas del Holocausto llama a acabar con “el aumento de antisemitismo en Estados Unidos y el mundo” que pone en riesgo “que la gente no sepa la verdad”.

¿Qué verdad? Porque la verdad es que tachan de “antisemitismo” lo que es antigenocidio. La verdad es que era tan nítido ver cuál es el lado del que posicionarnos en el Holocausto como ahora: el de los Derechos Humanos. La verdad es que de tan acostumbrados como están a votantes que compran discursos sin cuestionarlos, nos tratan a todos como gilipollas y tal vez, solo tal vez, las universidades no sean el sitio más propicio —Nota: tanto israelíes como palestinos son ‘semitas’—. La verdad es que hace mucho ya que debimos pasar de las palabras a los hechos y que tras tantos meses en que algunos mayores hicimos callo ante las atrocidades reconforta ver jóvenes gritando ¡basta! Y para quien necesite más pistas, hasta le ha puesto letra a estos gritos el rapero Macklemore con un tema llamado —cómo no— ‘Hind’s Hall’ cuyos beneficios van destinados a la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA):

“Si los estudiantes en tiendas de campaña en el césped te parecen algo realmente ilegal y un motivo para llamar a los escuadrones de policía, ¿qué lugar ocupa en tu definición el genocidio? […] ¿Y si estuvieras en Gaza? ¿Y si esos fueran tus hijos? Si Occidente fingiera que no existes querrías que el mundo se levantara y los estudiantes, por fin... lo hicieron.”n

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