Opinión | desde la marina

Autolandia

En el titular que leía hace unos días en estos papeles, "la zona azul, en Ibiza, se expande a los confines de la ciudad", percibí un deje de amenaza. Porque decir que algo ‘se expande’ suena a plaga, a peligrosa marea, a un mal inevitable que crece. Y decir que lo hace hasta los ‘confines’ hace pensar que la cosa está llegando a peligrosos extremos, a los límites urbanos, que el problema afecta ya a toda la ciudad. Es la descarada y archisabida guerra del coche contra el modesto peatón que pinta menos a cada día que pasa. Es una evidencia. El ciudadano de a pie no cuenta para nada. Los coches le han robado las calles. Se suponía que la calle permitía callejear, pues no señor. ¿Quién es el guapo que se atreve al callejeo cuando los coches son los amos y señores del lugar? La ciudad no es ya de los ciudadanos, es Autolandia. Un municipio liliputiense que, colonizado por el coche, es ya un escenario inhóspito, desabrido, incómodo, menos habitable y menos reconocible.

Usted, querido lector, camina tranquilamente por una acera, quiere cruzar la calle y no puede. Constata que está atrapado. Los vehículos aparcados en una hilera ininterrumpida le impiden abandonar la acera. ¿Encontrará un hueco para cruzar en el próximo chaflán o en la siguiente isla de casas? El problema del estacionamiento de tantísimo vehículo se ha convertido en una pesadilla. Y las administraciones en la higuera.

A estas alturas, la solución no pasa ya por crear uno o dos aparcamientos soterrados. En estos momentos son ya miles los vehículos que necesitan estacionamiento. Las previsiones que se hacen son insuficientes y, visto lo visto, tengo la impresión de que dejaremos pasar la que posiblemente sea la última oportunidad razonable que tenemos para reconducir la situación. El único espacio que en estos momentos puede darnos los aparcamientos perimetrales que necesitamos –no uno ni dos-, sólo puede estar en el subsuelo de la primera ronda que ha de ser vía urbana. Si no aprovechamos la ocasión, la ciudad seguirá congestionada. Y sus habitantes condenados a malvivir.

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