Qué Imperio ni qué Imperia

Mercedes Barona

Mercedes Barona

Ni dea, los romanos no tenían ni idea. Cómo se nos ocurre pensar que los estudiantes de hoy en día han de aprender los números romanos si con ellos no se pueden hacer cálculos («Presentan serias dudas en cuanto a su contribución al sentido matemático, ya que no se pueden usar para estimar y aproximar, componer y descomponer números», ministra Pilar Alegría dixit).

Reconozco que no tengo ni idea de cómo esos tipos tan antiguos y tan poco tecnológicos calcularon la estructura del Panteón, ni cómo hicieron para que el puente de Alcántara siga en pie veinte siglos después, siendo que sus números «no permiten usar diferentes niveles de precisión, ni realizar operaciones aritméticas de forma operativa».

Cualquier otro país exalta con satisfacción sus raíces y saberes ancestrales. Los gringos, por ejemplo, presumen de su minúscula Historia, más reciente y menos brillante, en cada ocasión que tienen, y los británicos alardean de piratas y de esquilmar a indios de todo origen, de América y de la India. Los españoles, sin embargo, preferimos avergonzarnos de nuestro pasado y mendigar perdón cada dos por tres, no vaya a ser que parezcamos orgullosos de nuestros legítimos logros.

También les cuento que por fin van a quitar del currículo de las matemáticas la dichosa regla de tres. Con eso de que «fuera de contexto, produce dificultades en la enseñanza del razonamiento proporcional», imagino que se refieren al peligro de que te creas que la regla de tres era una cosa sexual y resulta que sólo es un rollo para resolver problemas, y entonces es un chasco aburrido.

Como lo de aprender de memoria las capitales del mundo: ¿para qué, si las pregunto en el Google y me lo dice en un segundo? Otra cosa es que luego haya quien confunde Suecia con Suiza, o Austria con Australia y acabe viajando al país equivocado. Qué más dará Budapest o Bucarest, si al cabo eran satélites de la URSS y serán poco más o menos. El latín, la filosofía… menudencias.

Yo, simple docente con algunos lustros de profesión (un lustro son cinco años, para los de la Lomloe), observo asombrada cómo cada vez se eliminan más saberes funcionales para sustituirlos por sentires y percepciones. Porque frente a lo que cada uno siente es imposible oponer una realidad racional y llegará un día en que, si un alumno sostiene que dos más dos son cinco, porque así lo siente en su interior, pues a lo mejor hay que aprobarle sin rechistar y hasta felicitarle por su sensibilidad y porque sea capaz de mantener valientemente su opinión aún en contra de la mayoría blanca y patriarcal.

Sinceramente, creo que a muchos chavales les habrían venido genial los dictados, las lecturas comprensivas y la deducción matemática, pero nos queda el consuelo de que ya mismo se instalará del todo la inteligencia artificial y muchos se ahorrarán tener que desarrollar su propia inteligencia natural. Y a lo mejor hasta salimos ganando.

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