La religión vuelve al candelero

Aracely R. Robustillo

Aracely R. Robustillo

Hace tiempo que lo vengo notando. Pequeñas pinceladas aquí y allá. Al principio difuminadas y apenas perceptibles entre el aluvión de actualidad y ruido diario. Hasta que el viernes pasado, vi entre los titulares destacados del día que la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, había tenido una segunda audiencia con el Papa Francisco, y de pronto todas las piezas del puzle encajaron y me asaltó la certeza: la religión ha vuelto al candelero.

No me pregunten por qué, pero todavía conservo en la retina una imagen de la líder de Sumar mucho más hippie e informal. Un ‘rollo’ 25M que nada tiene que ver con la foto que ilustraba la noticia: una señora de mecha rubia, con traje de chaqueta negro tirando a ‘monjil’, refiriéndose al pontífice ante los medios como «Santo Padre», y definiendo el encuentro como «muy emocionante». Por poco me explota la cabeza.

Luego me di cuenta de lo simplista y desfasado que es encasillar a la izquierda de nuestro país como aconfesional, y a la derecha, como religiosa. Aunque es fácil caer en ello por todo el bagaje que arrastramos, por nuestra historia y nuestra educación. ‘El cuento’, sin embargo, está cambiando y es interesante analizar qué hay detrás.

En la actualidad, y salvo en ciertos sectores, la religión ya no es una imposición, sino una elección. Y las creencias de cada uno pueden, y deberían, ser algo privado, libre y perfectamente separado de otros apartados públicos de nuestra vida. El problema es que tendemos a repetir la historia y es fácil caer en la tentación de intentar sacar rédito, ya sea electoral o comercial y utilizar la religión para controlar y aletargar a las masas. El opio del pueblo, le llamaba Karl Marx.

Y es fácil entender por qué con los números en la mano. En España, un 43% de la población se declara no religiosa, frente a un 54% que se define como ‘cristiana’, aunque de estos sólo el 44% son católicos, según el estudio ‘Global Religion 2023: Creencias religiosas alrededor del mundo’, publicado por Ipsos, en mayo del año pasado.

Pero además, de esa casi mitad que dice no ser creyente, si rascamos un poco en sus ideas, su ética o su formación, dudo mucho que haya muchos de ellos que vivan totalmente ajenos a la influencia de la cultura judeocristiana que nos rodea por doquier, y que nos hace susceptibles de entender ciertos ‘clichés’ y reaccionar ante ciertos ‘cebos’, aunque sólo sea por costumbre y no por devoción.

El último ejemplo de ello han sido las reacciones virales al cartel de la Semana Santa de Sevilla. Los aluviones de críticas a la imagen de un Cristo de belleza y estética demasiado cercana a los parámetros actuales, han hecho que muchos se rasguen las vestiduras.

Sin entender que, como en el actual Gobierno, los responsables de las estrategias de marketing y la publicidad de una de las fiestas más potentes de la capital andaluza, nunca dan palos de ciego. Al contrario, han hilado bien fino y con acierto, buscando no sólo el rechazo visceral de su público objetivo, sino también, la complicidad y la implicación de los ‘otros’, los que sí se ven reflejados en la foto y que normalmente pasarían del asunto.

La realidad es que casi superado el primer cuarto del siglo XXI, en nuestro país, lo religioso sigue siendo una baza que bien jugada, levanta pasiones, literalmente. Deja al descubierto sensibilidades que creíamos olvidadas y superadas, nos empuja a los extremos y en muchos casos, nos retrata, sin que medien filtros ni maquillajes de por medio.

Por eso los más espabilados han optado por reivindicar su uso y cada vez más gente le pierde el miedo a utilizar las creencias como reclamo, como catarsis, y hasta provocación, arrebatándoles la sempiterna ‘exclusiva’ a gente como Tamara Falcó o a los manifestantes de Ferraz, que rezaban sin complejos el rosario para protestar por la Ley de Amnistía.

Esos genios que son ‘Los Javis’ son uno de los mejores ejemplos de este ‘revival’ de lo religioso y en su último trabajo, la laureada ‘La Mesías’, utilizan la fe y su polarización como hilo conductor de una historia, que difícilmente puede dejar a nadie indiferente.

No es de extrañar, por lo tanto, que se haya vuelto a colar en el ‘mainstream’ y que los más avezados, entre ellos el Gobierno de Pedro Sánchez, que no pierde comba, sean conscientes de su potencial y su peso en la sociedad y en la cultura.

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