La vivienda en Ibiza lo destroza todo

Marta Torres Molina

Marta Torres Molina

La vivienda, en Ibiza, lo destroza todo. Hace que se desvanezcan ilusiones. Acaba con cualquier esperanza de crear un futuro. Es el agujero negro de las oportunidades. Devora la posibilidad de levantar cabeza. Ahoga la necesidad de un mínimo de libertad. Convierte en utopía la habitación propia de Virginia Woolf. Separa familias. O las aboca a la explosiva situación de seguir juntas, pero más separadas que nunca, por una cuestión práctica. Parasita las ya exiguas cuentas bancarias. Deja la isla sin profesionales imprescindibles. Condena a vivir en la calle, en coches, en tiendas de campaña. Normaliza el drama de no tener un techo. La falta de vivienda (sic, porque no falta vivienda, sobran avariciosos) roe las entrañas de la isla mientras algunos siguen cubriéndola de purpurina. El mal entendido lujo cae como una losa sobre una isla cuyos cimientos son cada vez más débiles. Encendemos las luces y la perfumamos. ¡Que vengan, que vengan! Récord de visitantes. Las tarifas disparadas. Más vivienda dedicada al alquiler turístico. Más promociones inmobiliarias a precios estratosféricos que sólo podrán comprar usureros de la vivienda para seguir lucrándose. El elefante en la habitación (compartida, claro) es fosforito y con luces de neón. Pero mejor ignorarlo. La vivienda, en Ibiza, lo destroza todo.

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