Para empezar

Ibiza, la isla de la espiritualidad de oro

Renacer en una alberca compartida con decenas de personas. Sudar como un pollo en un tipi mientras esperas ver salir de tu cuerpo tu animal de poder. Tomar un brebaje con aspecto de acabar de salir de una charca para encontrarte a ti misma. Lamer un sapo venenoso para sanar. Ayunar durante días para entrar en un estado cercano a la duermevela para curarte física y emocionalmente. Tomar cualquier sustancia natural que inicie un viaje alucinógeno del que, nos prometen, regresaremos listos para conocer a nuestro mejor yo. La isla, con su fama de bohemia y espiritual, con su magia y su paz, es campo abonado para un sinfín de terapias alternativas, buhoneros del bienestar y el autoconocimiento que han encontrado en Ibiza su gallina de los huevos de oro. No dudo de que algunos estén formados y lo hagan para ayudar, pero tampoco tengo ninguna duda de que la gran mayoría se aprovechan de la orfandad espiritual de los humanos del siglo XXI (no nos engañemos, necesitamos creer en algo, da igual si es en Billy Wilder o en la teoría de cuerdas) para montarse en el dólar. Porque el camino de la sanación no es precisamente barato. No en esta isla, donde todas estas terapias suponen, prácticamente, un sueldo. Conócete a ti mismo, sí, pero convirtiendo a estos presuntos gurús en el tío Gilito. Ellos sí que se conocen a sí mismos.

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