Para empezar

Pelo de supervillano

Se está convirtiendo en un patrón que los principales portavoces de las ideologías ultras más grimosas, se caractericen también por un aspecto estrambótico que tiene como guinda unos peinados demenciales. Comenzó esta tendencia Donald Trump, un tipo que tenía un gato muerto en el cráneo. Le siguió Boris Johnson y se ha añadido el ultraderechista holandés Wilders. Quien ha alcanzado las más maravillosas cotas de delirio es el argentino Javier Milei, cuyo peluquín haría palidecer de envidia a cualquier villano de la Marvel. Un pelo que le sienta como un guante a un tipo que, cuando debe tomar una decisión importante, lo consulta antes con su perro muerto, con quien contacta a través de un vidente. Cuando me encuentro con algún político conservador no puedo evitar echarle un vistazo a su cocorota. Constato con alivio que el presidente Vicent Marí luce una alopecia de inequívoco sabor centrista. Sus consellers insulares tienen peinados que no se apartan de la plácida ortodoxia. Marga Prohens, al igual que Carmen Ferrer o Tania Marí, lucen la cabellera lisa con mechas rubias que se ha convertido en un símbolo de muchas mujeres conservadoras. El único que en Balears daba la nota era la melenilla de paje de los Reyes Magos del voxista Jorge Campos. Si es que no falla.

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